Baterías y paneles fotovoltaicos.

Baterías y paneles fotovoltaicos. Invertia

Opinión

Europa necesita acelerar el almacenamiento eléctrico: ¿será esta encrucijada el catalizador?

Roberto Giner
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“Es distinto hablar de ‘temor’ que de ‘peligro’. Lo primero solo demuestra la inseguridad de no estar preparado”. Con esta frase, el astronauta Chris Hadfield —en un reciente foro europeo sobre energías verdes— nos recordó que las crisis son también pruebas de preparación.

Europa haría bien en asumirlo: no solo enfrenta tensiones económicas y comerciales con su principal socio económico, sino una encrucijada histórica que pondrá a prueba su liderazgo en la transición ecológica.

En un contexto global incierto, la energía verde ya no es solo una opción sostenible, sino un eje estratégico para la autonomía y la competitividad del continente. Uno de los cuellos de botella más urgentes es el almacenamiento eléctrico. Y no hay mejor momento que este para redoblar la ambición.

El reto es que los 600.000 hogares con paneles solares en España aprovechen al máximo la energía que ya producen.

Se trata de una ambición que, al mismo tiempo, permite complementar otro de los debates centrales que desde el último mes tenemos en España. El gran apagón ibérico es una señal clara de que, además del fuerte impulso en la generación verde, esta necesita ser complementada por inversiones adicionales en sectores claves, que van desde la red hasta la puerta de nuestros hogares.

Aunque parezca difícil de imaginar, cada día se añaden al menos 450.000 paneles fotovoltaicos en Europa, según cálculos de la consultora Ember. Las baterías, de momento, van aún muy por detrás.

El lento avance contrasta con la caída en picado de los precios de estas soluciones. Los costes del almacenamiento han caído un 89% entre 2010 y 2023, según datos de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA). Esta tendencia continuará a la baja, en buena parte gracias al impulso de China, que ya produce más de las tres cuartas partes de las soluciones de almacenamiento.

Este abaratamiento coincide con un momento clave en la geopolítica global, donde Europa debe decidir si quiere ser mero espectador o protagonista. Las tensiones comerciales entre Washington y el resto del planeta dejan el espacio perfecto para que el Viejo Continente aproveche el nuevo espacio disponible, negocie precios a la baja apoyándose en la incertidumbre global y gane terreno en materia de investigación y desarrollo (I+D).

El almacenamiento eléctrico a gran escala también es una pieza clave para garantizar la seguridad y la autonomía estratégica, reduciendo así su dependencia a los combustibles fósiles.

Un debate urgente en España

La llegada del verano parece eclipsada por los precios negativos en toda Europa — solo España lleva más de 70 días consecutivos con precios cero o negativos en el mercado eléctrico — lo que, lejos de ser una buena noticia para los consumidores, es un riesgo demasiado elevado para los hogares y los inversores.

Esta realidad requiere de soluciones urgentes, no de planes a cinco o diez años. El reciente apagón fue solo una muestra de la importancia de la energía en la vida de las personas. Precios más competitivos y un amplio catálogo de baterías equivalen a más y más hogares, incluso aquellos que no cuentan con paneles fotovoltaicos, libres de fluctuaciones extremas de precios como las que ya enfrentamos. El reto es que los 600.000 hogares con paneles solares en España aprovechen al máximo la energía que ya producen.

La energía verde es un eje estratégico para la autonomía y la competitividad del continente. Uno de los cuellos de botella más urgentes es el almacenamiento eléctrico.

Según datos del sector, más de medio millón de hogares en España ya cuenta con baterías y con mecanismos de autoconsumo, y confiamos que con las medidas adecuadas esta cifra seguirá creciendo. Si en España implementamos incentivos como los que existen en el Reino Unido, con incentivos fiscales y canalizando adecuadamente las ayudas directas de la UE, convertiremos de verdad el almacenamiento en un pilar clave de la transición energética.

Las empresas del sector no podemos obviar nuestra responsabilidad. La oferta de propuestas flexibles, orientadas a satisfacer las necesidades de cada hogar, debe ir de la mano de una pedagogía clara y simple que evite errores. Tenemos el deber de acompañarlos, resolviendo sus dudas en materia de tecnología y también explicando el fundamento detrás de su inversión, dándoles motivos para su salto de fe.

También hay espacio para la autocrítica. Haber llamado “baterías virtuales” a monederos para la compensación de excedentes, así como haber incentivado la sobreproducción más allá del autoconsumo prometiendo rentabilidades irreales extra, no ha hecho más que generar confusión, algo que no podemos permitirnos.

Mientras se pausan inversiones verdes en algunas geografías, Europa debe hacer su industria verde aún más interesante para los grandes capitales con la fuerza y coordinación del sector privado, público y los consumidores alineados. Las últimas semanas dan cuenta que ambición no falta: se han aprobado las bases para lanzar más de 700 millones de euros en ayudas para el almacenamiento, en línea con los planes a 2030. Sin embargo, además de dinero, se necesita una decisión clara de avanzar para que los 256 proyectos en tramitación se conecten a la red de forma efectiva.

El futuro de la energía no se escribe solo con cifras, sino con decisiones valientes y colaborativas, incluso en un contexto de incertidumbre. Europa y España tienen ante sí la oportunidad de transformar la promesa de la energía verde en una realidad accesible, sostenible y sobre todo estable. Europa y España tienen el talento, el recurso y la oportunidad: toca actuar.

*** Roberto Giner, consejero delegado de Octopus Energy