Pedro Sánchez durante la cumbre de la OTAN
En la reciente cumbre de la OTAN se ha impuesto para los aliados el criterio del presidente norteamericano Donald Trump de elevar el compromiso de gasto militar al 5% del PIB en la próxima década (3,5% para gastos militares puros y el 1,5% restante para gastos conexos).
Representa un salto cuantitativo considerable, no solo porque hace tan solo unos meses se había consensuado un objetivo del 2%: también, y sobre todo, porque casi todos los países, al no tener industria militar propia capaz de absorber toda esa inversión, van a tener que comprar el equipamiento militar a los países que cuentan con una industria de defensa más desarrollada, entre ellos Estados Unidos.
Para Trump, ésta podría ser una forma más eficaz que los aranceles para reducir el déficit de su balanza comercial.
España ha ratificado su compromiso con el plan de la OTAN de aumentar las capacidades de defensa, aunque mantiene su propio modelo y estima suficiente invertir un 2,1% del PIB para cumplir con las capacidades asignadas por la Alianza Atlántica.
La posición española se arraiga en la necesidad de preservar el Estado de bienestar. Para alcanzar el 5% del PIB, esto es, unos 79.500 millones de euros anuales, España debería multiplicar por cuatro su gasto militar actual.
Lo que implicaría o bien subida de impuestos, o bien recortes en gastos en servicios públicos, o bien aumento del endeudamiento público.
Cualquiera de las opciones tiene repercusiones en el mantenimiento del nivel de vida de los ciudadanos.
Las capacidades militares de Europa siguen dependiendo en gran medida de Estados Unidos, mientras Rusia y China avanzan sustancialmente
Sin embargo, el debate debería centrarse en cómo construir una defensa europea integrada, que evite que cada Estado miembro desarrolle por separado sistemas redundantes o ineficaces. Es decir, se trata de gastar mejor, invirtiendo según un plan de conjunto, de manera más racional y eficiente.
Urge en primer término un pacto ente los 27 que concrete las carencias críticas de capacidades que se necesitan desarrollar en materia de seguridad y defensa para poder posteriormente establecer un plan industrial que responda de forma conjunta a las necesidades de las Fuerzas Armadas de los países de la UE de aquí a 2030.
Antes será imposible, a pesar del aumento del gasto militar, contar una autonomía estratégica de defensa europea.
Las capacidades militares de Europa siguen dependiendo en gran medida de Estados Unidos, mientras Rusia y China avanzan sustancialmente en sus capacidades de producción y en su evolución tecnológica.
Según el think tank europeo Bruegel y el Instituto de Kiel, las importaciones de equipos militares en los países de la UE han aumentado desde cerca de 2.900 millones de euros en el periodo comprendido entre 2019 y 2021, hasta 7.200 millones de euros entre 2022 y 2024.
Estados Unidos es el principal socio comercial para los principales países europeos, excepto Francia.
Recientemente, el propio presidente de Airbus en España consideraba que elevar el presupuesto destinado a defensa al 5% sin que exista un plan industrial en la UE implica el riesgo de que los Estados miembros del bloque sigan comprando fuera.
La guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto la necesidad de reforzar la movilidad militar
De hecho, todo el presupuesto de defensa de Estados Unidos se gasta en el propio país, mientras que Europa solo invierte un 20% dentro de sus propias fronteras.
El plazo medio de entrega de los equipos de defensa fabricados en países europeos como Alemania, Reino Unido y Polonia puede alcanzar los cuatro años. Además, Europa carece de algunas tecnologías militares punteras, que pueden tardar décadas en desarrollarse.
Sin embargo, nuevas tecnologías muy útiles en el campo de batalla en la actualidad, como los drones y la IA, ofrecen capacidades complementarias de una fuerza de combate, y representan una oportunidad para la UE.
La guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto la necesidad de reforzar la movilidad militar, para permitir que los equipos y el personal de defensa se desplacen eficazmente por toda la UE. Mientras no exista una red logística plenamente interoperable, Europa tendrá una defensa fragmentada y vulnerable.
La operatividad real de las fuerzas aliadas se garantiza si se pueden mover rápidamente mediante infraestructuras de transporte de doble uso civil-militar que sean capaces de atender tanto necesidades civiles como militares.
La disuasión militar no solo se mide en capacidades, sino también en infraestructuras adaptadas.
La clave está en que el aumento del gasto se traduzca en un resultado eficiente y en beneficios para la industria europea de defensa y la competitividad
Algunos Estados miembros como Alemania, Países Bajos, los países bálticos o Finlandia ya están impulsando proyectos ferroviarios y logísticos, como refuerzos de puentes y túneles para soportar el peso y las dimensiones de vehículos militares modernos, ampliaciones de gálibos en túneles ferroviarios adaptaciones de los anchos de vías ferroviarias para que sean compatibles entre los países, o mejoras en la intermodalidad.
Una vez identificadas y consensuadas las capacidades de defensa y seguridad necesarias en la UE, la clave estará en la financiación. Al tratarse en buena parte de un bien público europeo, sería conveniente que la financiación fuera también común.
El programa SAFE (Security Action for Europe), dotado de 150.000 millones de euros en préstamos reembolsables para que los Estados miembros realicen compras conjuntas de material militar, es un primer paso en la buena dirección.
Se trata también de aprovechar los otros mecanismos de financiación disponibles, como los fondos de cohesión o las ayudas del BEI para gastar en seguridad conjunta.
La clave está en que el aumento del gasto se traduzca en un resultado eficiente y en beneficios para la industria europea de defensa y la competitividad, a través de la innovación y la investigación. Para ello será necesario avanzar en la integración de la defensa europea.
La tarea no será fácil, ya que supone altura política de los Estados y abandonar las pulsiones nacionalistas desagregadoras. Pero solo así se conseguirá una autonomía estratégica europea, a un coste asequible para nuestra economía.