Planta de biometano
El biometano se ha consolidado como uno de los vectores energéticos clave de la Unión Europea. Y no es casualidad: se trata de una fuente de energía de producción local, sostenible y compatible con las infraestructuras existentes de gas natural.
Su despliegue masivo ya no es una idea a futuro, sino una prioridad institucional. La Unión Europea, a través de la Comisión, ha fijado el objetivo de alcanzar una producción anual de 35 bcm de biometano en 2030 –aproximadamente el 10,5% del consumo europeo-.
Los motivos para esta apuesta decidida no son solo ambientales, también geopolíticos: en menos de dos años, la UE debe encontrar una alternativa para las importaciones de gas ruso, que representaron alrededor del 18% de las compras de gas en el continente en 2024; en línea con el plan de eliminación total de las compras energéticas a Rusia previsto para 2027.
La seguridad energética ha llevado a Italia a hacer del biometano una prioridad estratégica.
El destino marcado por Bruselas es claro, y la pelota está ahora en los tejados de los Estados miembros, que deben construir los caminos a transitar por los diferentes actores que encuadran el despliegue del biometano (productores, consumidores, el sector primario, las administraciones locales...).
Sin embargo, este despliegue está siendo desigual y, mientras algunos países acompañan este desarrollo por el carril rápido, a través de caminos bien señalizados y directos; otros avanzan por vías con curvas, señalizaciones difusas y firme irregular.
Un potencial aún por explotar
España ya ha recogido el testigo europeo a través de la última actualización del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), que fija un objetivo de 20 TWh de biogás para 2030, de los que aproximadamente 12 TWh se espera que sean de biometano.
El biometano es una energía renovable y molecularmente idéntica al gas natural fósil, lo que permite su almacenamiento, transporte e inyección en la red actual.
El Gobierno italiano ya ha comenzado a redirigir ayudas previstas para el hidrógeno hacia el biometano.
Es una tecnología madura que ofrece una solución viable para sectores de difícil electrificación, como el transporte pesado o la industria. Además, se produce a través de materias primas ‘kilómetro 0’, como son residuos orgánicos agroganaderos -purines y estiércoles-, lo que resuelve el reto de la correcta gestión ambiental de los residuos del sector primario.
En España, la oportunidad es enorme. Según Sedigas, somos el tercer país europeo con mayor potencial y albergamos la capacidad de generar hasta 163 TWh/año, más de la mitad del consumo nacional de gas natural fósil.
El caso italiano
No obstante, el potencial no garantiza el éxito. Italia demuestra que, con el estímulo adecuado, se puede liderar el sector en Europa. A pesar de ocupar la quinta posición europea en volumen de materia prima disponible, ha construido en tiempo récord construir desde cero una industria funcional, escalable y territorialmente integrada.
Basta con mirar los datos: en 2018 Italia sumaba solo siete instalaciones conectadas a la red de gas. Por su parte, España tan solo contaba con una. A cierre de 2024, el salto es evidente. Italia dispone de 133 plantas en funcionamiento, 101 de ellas puestas en marcha durante ese mismo año. España, en cambio, apenas alcanzó las 9 instalaciones
Una de las claves de esta aceleración italiana ha sido la urgencia. El 44,1% de su producción energética en 2024 procedía del gas natural, gran parte aún importado de Rusia. En contraste, España ha reducido esa dependencia al 18,7% gracias a las renovables, pese a que sigue necesitando diversificar su mix energético.
La seguridad energética ha llevado a Italia a hacer del biometano una prioridad estratégica.
Esto ha favorecido un marco de apoyo institucional fuerte y coherente, que incluye ayudas a la inversión, bonificaciones por volumen inyectado y feed-in tariffs, que garantizan un precio fijo durante un periodo determinado, reduciendo el riesgo financiero de los proyectos.
Muchas de estas ayudas se financian con fondos Next Generation EU y tienen como fecha de caducidad el primer semestre de 2026. Para mantener el ritmo, Italia necesita nuevos incentivos.
El Gobierno ya ha comenzado a redirigir ayudas previstas para el hidrógeno hacia el biometano, sumando 640 millones de euros al esfuerzo de sustitución del gas fósil. Pero para alcanzar el objetivo de 5,7 bcm (55 TWh/año) marcado en el PNIEC italiano para 2030, hará falta mirar más allá del corto plazo.
Desarrollo rural y la economía circular
En España, en cambio, el foco ha estado en la oferta. Las ayudas actuales, escasas y de volumen limitado, se centran en reducir el coste de construcción de plantas, pero sin articular una demanda sólida que incentive la producción.
Este desequilibrio puede derivar en que la energía producida en España se exporte a países con mejores condiciones de demanda, perdiendo una oportunidad para la reindustrialización, impulsar el desarrollo local y la transición ecológica.
Para consolidar el sector, España necesita avanzar hacia un esquema de ayudas a la demanda, que garantice la viabilidad de los proyectos.
Hoy, el biometano es más caro de producir que el gas fósil, por lo que necesita incentivos que compensen esta diferencia y permita optimizar sus beneficios. Estos van mucho más allá de la descarbonización del sector energético, ya que el biometano también contribuye a la generación de economía circular en entornos agrícolas, ayuda a llevar inversiones a los entornos rurales y garantiza la soberanía energética con un gas renovable fabricado con insumos locales.
En Biorig creemos que España no solo tiene el potencial para liderar esta transformación, tiene la experiencia, el compromiso ambiental y el tejido empresarial necesario para hacerlo realidad. Italia ha demostrado que es posible. Ahora le toca a España hacer del biometano una historia de éxito compartido entre el campo y la industria.
*** Diego Azqueta Smith, Director de Originación Internacional de BIORIG