
Petróleo
Oriente Medio, petróleo y la fantasía de tipos bajos: la bomba que nadie vio venir
Una semana después del bombardeo israelí sobre territorio iraní, el pulso no solo continúa, sino que escala. Este fin de semana, nueva incursión con el ataque a instalaciones petroleras como protagonista.
De fondo, la vieja pesadilla israelí de un Irán que protege su uranio bajo toneladas de montaña y tiempo suficiente para armarse mientras todos miran hacia otro lado. Destruir ya no es viable, solo retrasar lo inevitable.
Cada golpe preventivo alimenta la narrativa iraní de autodefensa nuclear. Un bucle de riesgo cada vez más caro para todos.
Lo obvio se paga al contado: el petróleo WTI sube un 11% en la semana y vuelve a terreno positivo en su comportamiento anual. Mientras, el miedo se recalienta y la inflación se apunta a otro justo cuando la Fed y el BCE empezaban a soñar con bajadas de tipos.
Hasta ahí, manual de crisis energética. Lo interesante viene después: el dólar, refugio de siempre, se podría ver reforzado, pero lo cierto es que no ha reaccionado como en precedentes.
Israel e Irán están jugando a la guerra con la carta nuclear sobre la mesa
El activo que no cesa es el oro, que sigue reclamando su trono de activo libre de política monetaria. Mientras tanto, los Treasuries aguantan dignos, pero algunos inversores europeos empiezan a mirar de reojo a la deuda periférica: rentabilidades más dulces, primas de riesgo que nadie miraba hace dos meses, y la sospecha de que el riesgo fiscal estadounidense puede no ser tan teórico si el barril se planta en 90 dólares.
Más allá del gráfico fácil, lo verdaderamente jugoso es el ángulo nuclear. Medio planeta habla del petróleo, pocos se detienen en la bomba.
Israel e Irán están jugando a la guerra con la carta nuclear sobre la mesa, sin mediación real y con Estados Unidos haciendo equilibrios entre el respaldo militar y el miedo a un conflicto regional que devore recursos y su narrativa de gendarme mundial.
China, mientras tanto, toma nota: cada misil que cruza la frontera es un argumento extra para presentarse como broker de paz y, de paso, cuestionar la hegemonía del dólar y la arquitectura de seguridad made in Washington.
Un artículo del desarrollo sin rodeos que Irán podría producir su primera cantidad significativa de uranio apto para armas —unos 25 kg— en Fordow en apenas dos o tres días.
La estrategia israelí recuerda a la utilizada en Natanz, la planta en superficie que ya fue blanco de sabotajes cibernéticos y ataques de precisión
Ese dato no es una predicción alarmista, es una realidad técnica que convierte la montaña blindada en algo más que un símbolo de resistencia. Es el núcleo físico de una amenaza existencial que Israel no puede permitirse ignorar.
La estrategia israelí recuerda a la utilizada en Natanz, la planta en superficie que ya fue blanco de sabotajes cibernéticos y ataques de precisión. La diferencia ahora es el blindaje, literal y geopolítico.
Fordow no es solo más difícil de destruir: su existencia plantea un nuevo marco disuasorio en el que el tiempo de reacción se mide en horas, no en meses. Y eso, en el juego nuclear, lo cambia todo.
En este contexto, cuesta mucho tragar la supuesta neutralidad de Estados Unidos. Washington niega haber participado en los bombardeos que reactivaron la escalada, pero lanza advertencias sobre la seguridad de su personal y la responsabilidad iraní en cualquier uso de fuerza nuclear, por remoto que sea.
Para quienes desconfiamos de la narrativa oficial, el patrón es reconocible: distancia inicial para preservar la diplomacia, pero legitimación posterior para intervenir bajo la coartada de la disuasión atómica. No es nuevo que Irán esté en el punto de mira.
Lo nuevo es que ahora existe una narrativa plausible para actuar en la sombra con el beneplácito de una opinión pública anestesiada por la amenaza nuclear.
Y mientras todo esto se cocina, la Reserva Federal ve cómo la presión para bajar tipos se da de bruces con un barril en ebullición. Se discute abiertamente la continuidad de Powell —con Trump afilando el despido— y la inflación, que parecía domesticada, amenaza con volver justo en el peor momento.
Hablar de tipos bajos con crudo disparado y un conflicto nuclear latente es, simplemente, una fantasía. Pero como toda fantasía en política monetaria, se sostiene hasta que se rompe. Y si algo enseñan las guerras, es que todo puede romperse muy deprisa.