Para los estudiosos de la tecnología, la innovación y sus consecuencias, China es un escaparate muy interesante, en muchos sentidos, y el cambio social generado por la automatización y la inteligencia artificial es, sin duda, uno de ellos.

En el verano de 2021, Xi Jinping sorprendía al mundo al relanzar con fuerza el concepto de “prosperidad común” como eje rector de la nueva etapa del desarrollo chino.

Tras décadas de crecimiento desenfrenado impulsado por la industrialización, la apertura al mundo y una inequívoca orientación productivista, el Partido Comunista Chino parecía dar un giro hacia una forma de crecimiento “centrado en las personas”, con el objetivo explícito de reducir la desigualdad y expandir el bienestar colectivo.

En este contexto, ¿podría China convertirse en el primer país del mundo en implementar una Renta Básica Universal (RBU)?

China ha logrado éxitos espectaculares en la reducción de la pobreza extrema: más de ochocientos millones de personas lograron salir de ella en las últimas décadas.

La hipótesis de que China podría ser pionera en la implantación de una RBU no parece descabellada, con argumentos a favor tan claros como la cultura, la eficiencia y la legitimidad

Sin embargo, el modelo de desarrollo ha generado también profundas desigualdades entre zonas urbanas y rurales, regiones costeras y del interior, y entre distintos sectores económicos.

Además, la automatización y el auge de la inteligencia artificial amenazan con provocar una disrupción laboral de gran alcance, especialmente entre los trabajadores menos cualificados.

En este escenario, la RBU, entendida como una transferencia monetaria regular, individual, incondicional y universal, emerge como una posible herramienta no solo de redistribución, sino también de estabilización social y estímulo al consumo interno, uno de los objetivos explícitos del nuevo modelo de crecimiento basado en una base de consumo más amplia y resiliente.

La hipótesis de que China podría ser pionera en la implantación de una RBU no parece descabellada, con argumentos a favor tan claros como la cultura, la eficiencia y la legitimidad.

Según un informe del Naciones Unidas de 2020 sobre la viabilidad de una RBU en China, existe un alto grado de aceptación entre la población urbana encuestada: el 96% expresó interés en recibir una renta básica.

La magnitud fiscal de un programa nacional de RBU sería colosal

Además, en las pruebas pilotos, los participantes tendieron a mantener sus niveles de trabajo, lo que contradice la vieja objeción de que la RBU desincentiva la actividad laboral.

Desde una perspectiva cultural, la tradición confuciana del país, con su énfasis en el esfuerzo, el honor (mianzi) y las redes sociales (guanxi), podría contribuir a mitigar los efectos negativos en la participación laboral.

Muchos ciudadanos prefieren la RBU frente a las ayudas condicionadas tradicionales, que pueden ser percibidas como humillantes o estigmatizantes.

Además, la amplia digitalización del país (especialmente en pagos electrónicos y administración pública) facilitaría la implementación técnica de un programa de estas características, al tiempo que reduciría sus costes administrativos. 

Sin embargo, los desafíos son enormes. La magnitud fiscal de un programa nacional de RBU sería colosal.

Uno de los puntos críticos en cualquier sistema de renta básica es cómo se gestiona la elegibilidad en contextos de migración

El informe de Naciones Unidas estimaba en 2020 que financiar una renta básica equivalente al umbral mínimo de subsistencia supondría un gasto anual de más de 8,5 billones de yuanes, es decir, unas veinticinco veces el presupuesto actual dedicado a las ayudas condicionadas. Incluso una versión más modesta representaría entre el 16% y el 24% del PIB de Tianjin, una de las ciudades piloto analizadas.

Por otra parte, la distribución igualitaria puede chocar con la realidad desigual del país. Un mismo ingreso básico puede tener efectos muy distintos en regiones pobres que en áreas ricas. Implementar un esquema uniforme podría incluso empeorar la desigualdad si implica eliminar los programas focalizados existentes.

El informe concluye que, en el contexto fiscal y económico actual, una RBU nacional e inclusiva no es viable sin una transformación profunda del sistema tributario y de protección social. Sin embargo, sugiere que China podría experimentar con proyectos piloto, como ya ha hecho en otros ámbitos, integrando la RBU como complemento a otras políticas de bienestar.

Uno de los puntos críticos en cualquier sistema de renta básica es cómo se gestiona la elegibilidad en contextos de migración.

Aunque China ha sido históricamente un país emisor más que receptor de inmigración, el cambio en su demografía y su creciente necesidad de fuerza laboral cualificada podrían aumentar los flujos migratorios en el futuro.

China ya ha demostrado su capacidad para experimentar a gran escala con políticas públicas radicales

El sistema hukou (registro de hogar, una especie de pasaporte interno) que restringe el acceso a servicios públicos según el lugar de origen, plantearía un reto estructural: una RBU universal requeriría una reforma profunda de este sistema para garantizar equidad entre residentes urbanos y migrantes rurales o extranjeros, pero en sus inicios, es una ventaja por el nivel de control que ofrece. 

China ya ha demostrado su capacidad para experimentar a gran escala con políticas públicas radicales. Desde el crédito social hasta la expansión del sistema de pensiones, su enfoque “piloto y escalar” ha sido una constante.

Si el discurso de “prosperidad común” se traduce en acciones concretas hacia la equidad, una RBU localizada en zonas rurales, en regiones de rápido declive o en áreas afectadas por la automatización derivada de la inteligencia artificial podría ser el primer paso. 

La pregunta no es si China será el primer país en implantar una RBU completa, sino si será el primero en demostrar que una renta básica puede servir como herramienta eficaz para estabilizar una sociedad en transición hacia un nuevo modelo de desarrollo. 

***Enrique Dans es profesor de Innovación en IE University.