Catástrofe natural
Imaginemos por un momento que un país sufre un huracán devastador, una pandemia o una sequía extrema que hace que su gobierno necesite todos los recursos financieros posibles para la reconstrucción y recuperación de la economía y asistir a la población.
Estos acontecimientos se producen cada vez de modo más frecuente y severo debido al incremento de las catástrofes climáticas.
Sin embargo, muchas veces, una parte importante del presupuesto nacional está ya destinado, entre otras cosas, en el pago de la deuda externa.
El objetivo es claro: que todos los países vulnerables puedan beneficiarse de estas disposiciones contractuales cuando más lo necesitan.
¿Qué sucede entonces? ¿Cómo puede un gobierno lograr atender las necesidades más urgentes de su población sin incumplir con las obligaciones a las que previamente se había comprometido con sus acreedores?
Este es un reto que enfrentan muchos países, especialmente los más vulnerables, los conocidos como SIDSs por su acrónimo en inglés “small islands developing states”, especialmente castigados por el cambio climático y las crisis globales por ser más vulnerables.
Y es aquí donde entra en juego una innovación contractual financiera que puede marcar la diferencia: las cláusulas de pausa otorgan resiliencia a la deuda ante inclemencias climáticas, u otros eventos, por ejemplo, una pandemia.
Estas cláusulas, son disposiciones contractuales que se incluyen en los préstamos internacionales y que permiten a los países suspender temporalmente los pagos de su deuda tras una catástrofe natural o una emergencia grave.
No se trata de condonar la deuda, sino de dar un cierto alivio financiero: los pagos se aplazan a valor presente neto, permitiendo que el dinero se destine a la emergencia y a la recuperación económica, y sin afectar el valor de los acreedores. Un “win-win” para todos.
La experiencia reciente nos ha mostrado que los desastres naturales y las crisis sanitarias son cada vez más frecuentes y que pueden afectar gravemente a la economía de un país. Así ha ocurrido en países como Barbados y Grenada que ya han incorporado estas cláusulas tras huracanes devastadores, logrando convertir su deuda externa en deuda resiliente, obteniendo un respiro financiero de ser necesario, y, de esta forma, logrando mayor capacidad para atender las necesidades de su población.
Las cláusulas de pausa otorgan resiliencia a la deuda ante inclemencias climáticas, u otros eventos, por ejemplo, una pandemia.
Este es el caso de Grenada que ya ha utilizado estas cláusulas en 2024 tras el huracán Beryl.
Hasta ahora, algunos organismos internacionales y gobiernos han incorporado estas cláusulas en algunos de sus préstamos.
En concreto, en España, la Secretaría General del Tesoro y Financiación Internacional se ha pronunciado a favor de que todos los acreedores incluyan este tipo de cláusulas en sus contratos de financiación.
Sin embargo, para que realmente funcionen, es necesario que todos los acreedores las acepten. Si solo algunos lo hacen, el alivio es parcial y puede generar problemas adicionales, como el deterioro de la calificación crediticia del país afectado si no se paga la deuda o la postergación de políticas públicas para ayudar a los afectados si se decide pagar la deuda. Hay que elegir entre un objetivo o el otro, solo uno gana: “only one wins”.
Por eso, es fundamental el diálogo y la cooperación internacional. En Madrid se ha celebrado estos días una importante reunión en miras de preparar la Conferencia Internacional sobre la Financiación del Desarrollo que en Sevilla, en la que participarán representantes de gobiernos, organismos multilaterales y expertos para avanzar en la adopción y estandarización de estas cláusulas, entre otras cuestiones.
El objetivo es claro: que todos los países vulnerables puedan beneficiarse de estas disposiciones contractuales cuando más lo necesitan. Este es un trabajo, que suele requerir de mucha discreción y alto grado de diplomacia, que se desarrolla también desde el rol de los asesores de los gobiernos.
Puede parecer un asunto lejano, pero la estabilidad financiera de los países repercute en la economía global: afecta al comercio, a la migración, a los precios de los commodities y, sobre todo, a la capacidad de los gobiernos para proteger a sus ciudadanos. Además, en un mundo cada vez más interconectado, la solidaridad y la responsabilidad compartida son más importantes que nunca, pese a que algunos eventos demuestran lo contrario.
Las cláusulas de pausa de deuda son una muestra de cómo la innovación contractual financiera puede estar al servicio del desarrollo sostenible. No son la solución a todos los problemas, pero sí un paso importante para que los países puedan desarrollar resiliencia frente a los impactos económicos y fiscales de los desastres naturales o emergencias, y de esta forma proteger a sus habitantes.
Como sociedad, debemos interesarnos por cómo se gestiona la deuda pública. Si logramos que estas cláusulas se adopten de manera global, estaremos mejor preparados para afrontar los retos del futuro.
*** Rodrigo Olivares-Caminal es counsel en Kepler-Karst Law firm