Una buena parte de los analistas, sin duda, la mayoría de los que defienden o tienen confianza en algunas de las iniciativas más polémicas del Presidente Trump las defienden con argumentos de la teoría de juegos.
Este enfoque se ve con claridad en lo referente a la política arancelaria y también se extiende a la hipótesis según la cual la Administración EEUU podría estar forzando una recesión corta para quebrar la resistencia de la Reserva Federal a bajar los tipos de interés para, de este modo, estimular el consumo y la inversión, depreciar el dólar y estimular las exportaciones y abaratar la financiación de la deuda pública.
De alguna manera, esta estrategia se inscribiría en la filosofía trumpiana descrita en su libro Art of the Deal.
Sin embargo, los objetivos descritos es muy complicado, por no decir imposible, que se logren con los medios elegidos a tal fin.
Es muy complicado que los objetivos de Trump se cumplan con los medios elegidos
Por otra parte, las recesiones las “carga el diablo” y una vez iniciadas resulta muy complicado controlar su duración y sus consecuencias. Se parecen a las famosas voladuras controladas que acaban teniendo una ola expansiva mucho mayor de la esperada.
En este contexto es interesante analizar por qué una recesión no ayuda nada a que Trump alcance sus metas en el supuesto de que esa fuese su idea.
De entrada, si EEUU entra en recesión, es probable que los tipos de interés a largo bajen. En consecuencia, la refinanciación de la deuda pública existente le resultaría más barata al Gobierno, lo que ayudaría a reducir el altísimo nivel de endeudamiento estadounidense.
Ahora bien, el ahorro del pago de intereses se vería compensado y superado por el deterioro de las finanzas públicas producido por la recesión.
A modo de ejemplo, si los tipos de interés disminuyen dos puntos porcentuales, la Administración USA ahorraría alrededor de 500 000 millones de dólares en pagos anuales de intereses.
Sin embargo, si EEUU entrase en recesión, la recaudación fiscal caería y el pago en prestaciones por desempleo se incrementaría.
El ahorro del pago de intereses se vería compensado y superado por el deterioro de las finanzas públicas producido por la recesión
Conforme a los cálculos realizados por Torsten Slok, el economista jefe del fondo Apollo, el déficit público norteamericano se elevaría en 1,3 billones de dólares en 2025.
La conclusión es que no es posible mejorar el déficit presupuestario creando una recesión porque durante una recesión las finanzas del gobierno se deteriorarían al doble de la cantidad ahorrada en pagos de intereses.
Eso sin contar con que ese tipo de actuación conduciría a reducir la confianza de los inversores en los bonos del Tesoro norteamericanos y, por tanto, podría reducir su atractivo e impulsaría al alza su prima de riesgo; esto es encarecería las necesidades de financiación de la economía norteamericana.
La tesis en soporte de que la caída de las tasas de interés, ceteris paribus, contribuiría a depreciar el dólar y mejorar la competitividad exterior de las empresas estadounidenses, en especial el de las industriales, es muy discutible.
Por un lado se olvida que el declive del sector manufacturero en Estados Unidos no es algo novedoso ni un producto de las malas artes de terceros. Es un proceso que se ha producido a lo largo de los últimos 80 años. A título ilustrativo, su empleo sólo representa el 8 % del total en EEUU
Si el dólar se deprecia, las exportaciones estadounidenses se abaratan. A priori, eso incentivaría la compra de bienes manufacturados en EEUU por los extranjeros.
Si el dólar se deprecia, las exportaciones estadounidenses se abaratan. A priori, eso incentivaría la compra de bienes manufacturados en EEUU por los extranjeros
Ahora bien, éstos adquieren también un volumen importante de otros productos, los del sector servicios, porque son superiores a los de otros países, y en los que EEUU lidera el mercado mundial con empresas como Microsoft, Meta, AWS, etc.
La depreciación del billete verde, en un escenario de guerras arancelarias sobre bienes, podría generar y casi seguro que lo haría represalias de los países afectados sobre las importaciones de servicios procedentes de los EEUU.
Si éstos persisten en mantener unos aranceles altos sobre las ventas de mercancías extranjeras, se arriesgan a que sus exportaciones del sector servicios, que supone el 80 por 100 del PIB USA, desciendan de manera significativa.
En otras palabras, el riesgo es que el conflicto arancelario, centrado alrededor de los bienes en la actualidad, se extienda a los servicios en los cuales USA tiene una evidente ventaja comparativa y un superávit con casi la totalidad de sus socios y, en concreto, con los más grandes: México, Canadá, UE y China.
Por último, la subida de los aranceles unida a la depreciación del dólar ejercería una presión al alza sobre la inflación.
En este caso, el peligro de estanflación sería muy alto y, en consecuencia, la capacidad de la Reserva Federal para bajar las tasas de interés sería inexistente. Powell tendría, como tiene ahora, muchas razones para no suavizar la política monetaria, lo que obviamente agudizaría las tensiones entre la Casa Blanca y la FED creando incertidumbre.
Nunca ha de olvidarse que la macro tiene reglas y todas están interconectadas