Donald Trump

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Opinión

Trump 1.0 y 2.0: “palos vs. zanahorias”

Luciana Taft
Publicada

El aterrizaje de Trump en la Casa Blanca está siendo muy distinto en comparación con su primer mandato en 2016. Si bien el espíritu de la agenda es el mismo, con el foco puesto en desregular, reindustrializar y reducir el tamaño del sector público (tanto a través de recortes de gasto como de impuestos), la secuencia de las medidas es muy diferente.

Tras ganar las elecciones en 2016, en un primer momento Trump centró la agenda en dos elementos. Primero, la desregulación económica y financiera. El Two fer One exigía a las agencias federales eliminar dos regulaciones vigentes por cada nueva regulación que se quisiera implementar. El desmantelamiento de Dodd-Frank en 2017 (ley de regulación financiera, vigente desde 2010) fue un hito clave. En segundo lugar, aprobó la Ley de Recortes de Impuestos y Empleos en diciembre de 2017 (TCJA, por sus siglas en inglés) que permitió una rebaja significativa de impuestos a consumidores y empresas.

A principios de 2018, con la bolsa habiendo subido un 25% y los tipos de interés casi 150 puntos básicos por encima del momento de la toma de posesión (hasta cotas del 2% en el tipo a diez años), llegaron las malas noticias en forma de aumento de aranceles al acero, aluminio y a un gran número de productos importados desde China.

En el mandato Trump 2.0, la secuencia temporal es exactamente la opuesta. La agenda arancelaria dio el pistoletazo de salida de la nueva administración, incluso con unos anuncios más agresivos en cuanto a países, productos y montos, a la vez que la comunicación es mucho más errática.

Por el lado fiscal, los recortes de gasto dominan la agenda con la creación de la Oficina de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) que persigue reducir gasto y empleo federal, aunque de momento, sin demasiado éxito. Lo que ocurre es que gran parte del gasto es “obligatorio” (seguridad social, salarios, etc.) y, en consecuencia, muy difícil de recortar.

La agenda arancelaria dio el pistoletazo de salida de la nueva administración, incluso con unos anuncios más agresivos en cuanto a países, productos y montos, a la vez que la comunicación es mucho más errática

En cuanto a impuestos, es importante destacar que el inicio del proceso presupuestario (actualmente en discusión parlamentaria) propone la extensión de las rebajas impositivas de la TJCA. Es decir, no se trata de un estímulo nuevo, tan solo persigue evitar que vuelvan a subir los impuestos a finales de este año, cuando vence la TJCA.

Una nueva rebaja de impuestos como la de 2017 se antoja complicada, teniendo en cuenta la propia oposición del ala republicana más dura, que sólo admite un alivio impositivo compensado en su mayoría con recortes de gasto (sin aumento de deuda).
En otras palabras, la secuencia de “palos y zanahorias” se ha invertido.

En la actualidad, los estadounidenses, tanto consumidores como empresas, solo perciben los primeros y no vislumbran la llegada de las segundas. El resultado es que, tras la corta “luna de miel” de noviembre y diciembre, el mercado y la confianza de los agentes ha experimentado un retroceso significativo. La bolsa se deja un 9% desde mediados de febrero, mientras que el tipo a diez años corrige a la baja unos 60 puntos básicos desde los máximos de enero.

La percepción de un mayor daño cíclico (aumento de costes y precios, que deriven en una erosión de rentas y márgenes empresariales) se ha apoderado del sentimiento del mercado y de los agentes económicos. Los denominados datos “blandos” (indicadores cualitativos basados en encuestas de sentimiento, expectativas y percepción) se han desplomado. Resulta interesante ver, además, cómo los consumidores encuestados que se identifican con la ideología Trump, también han comenzado a dar la espalda a las medidas de su candidato. Un cambio radical de patrón respecto a lo ocurrido en 2016.

Dichos datos “blandos” suelen ser un buen termómetro adelantado de los datos de actividad real o datos “duros”: métricas objetivas que miden transacciones económicas reales que incluyen estadísticas como el PIB, empleo, ventas minoristas y producción industrial, y suelen tener un desfase temporal de publicación.

La filtración del deterioro de confianza a la actividad real, por ahora solo muy incipiente, no tardará en hacerse más evidente a partir del segundo trimestre del año. No se tratará, en todo caso, de un ajuste económico brusco, pero sí de un comportamiento más cauteloso por parte de los hogares y empresarios estadounidenses. Un impacto que podría verse amortiguado con la marcha atrás de algunos “palos” o la llegada de nuevas “zanahorias”.

*** Luciana Taft es profesora de Afi Global Education.