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Opinión La máquina invisible

El futuro se convierte en por-venir

María Millán
Publicada

Las temáticas abordadas en las charlas TED son un termómetro eficaz del contexto global, del inconsciente colectivo y de las palancas de cambio "en positivo" que, como individuos y como especie, podemos potenciar.

Este año 2025, el encuentro global aborda la "humanidad re-imaginada", incluyendo el impacto de la IA en ciencia, arte, negocios, colonización espacial, antropología o espiritualidad new age.

Es evidente que el "futuro de ciencia ficción" está a la vuelta de la esquina, y que la influencia de Elon Musk en el Gobierno de EEUU no es un hecho aislado.

En menos de 5 años, las utopías y distopías que vivían en un futuro distante se convierten en el por-venir incipiente.

Lo que imaginábamos para 2050 ya está aquí. El futuro ha colapsado sobre nuestro presente con una velocidad que desafía nuestra capacidad de adaptación.

Es evidente que el "futuro de ciencia ficción" está a la vuelta de la esquina

Y el futuro da miedo: hasta la gramática lo demuestra, siendo el futuro perfecto del verbo ser el "habré sido" (un hecho pasado, dentro del futuro, es lo que denota perfección) y el futuro imperfecto el "yo seré". Esta paradoja gramatical encierra una profunda verdad: nuestra concepción del futuro determina cómo lo vivimos.

Como animales inclinados hacia las costumbres, hacia la familiaridad, estamos desorientados: de pronto, esbozar estrategias empresariales a 3 años vista se ha vuelto inabordable, mientras que plantearnos — a 10 años — el impacto de los chips cerebrales en los planes de salud privados denota realismo y previsión prudente.

Este vértigo ante lo desconocido nos afecta a todos. Ante la incertidumbre, no es sorprendente que la polarización, la nostalgia y el anhelo de control se materialicen de manera pendular y tensa en nuestro día a día.

El contexto cambia, y sentimos que nosotros no lo podemos hacer con la misma fluidez. El psicólogo social Daniel Gilbert nos explica que tendemos a vivir con una "ilusión de final de la historia". Como personas adultas — con un mínimo de una década de madurez a nuestras espaldas — nos es casi imposible anticipar lo mucho que cambiaremos en el futuro; y tendemos a pensar que "ya nos hemos convertido, de manera palpable, en la persona que estábamos llamados a ser".

Por eso, tendemos a imaginar que a 10 años seguiremos teniendo personalidades, valores y preferencias próximos a los que tenemos hoy, aunque somos conscientes de lo mucho que cambiamos entre los 20 y los 30 años, los 30 y los 40...

El contexto cambia, y sentimos que nosotros no lo podemos hacer con la misma fluidez

Desde este escenario de identidad que percibimos como "consolidado", los cambios que estamos a punto de vivir resultan en gran medida aterradores.

Por mucho que Stephen Pinker nos demuestre de manera empírica que ésta es la mejor época de la historia (para vivir) y que Bill Gates y Zuckerberg le hagan de voces corales, el miedo del ciudadano de a pie es natural.

Entonces, ¿cómo navegar este mar de incertidumbre tecnológica sin naufragar en la ansiedad?

Ante la incertidumbre, lo único que nos puede funcionar es volver a la reflexión esencial y universal que subyace en filósofos clásicos y en el refranero español: ante ver el vaso medio lleno o medio vacío, lo mejor es apostar por el optimismo. Aunque elegir el optimismo implique un acto de gran fuerza de voluntad.

El optimismo "realista y tenaz" NO es un exceso de candidez, es una fórmula para vivir más, con mayor calidad de vida y con mejores resultados ante cualquier desafío que abordemos. Esta voluntad de optimismo nos ayudará a manejar mejor nuestra propia formación tecnológica continua, a ser más flexibles, emocional, psicológica y profesionalmente; a enfocar con valentía esos cambios que ni somos capaces de visualizar.

El optimismo es productivo. Según investigaciones del Dr. Martin Seligman (Universidad de Pensilvania) en 2023, las personas optimistas viven hasta ocho años más, son un 30% más resistentes al estrés y generan un 23% más de ideas innovadoras ante problemas complejos.

Sea cual sea nuestro bagaje cultural, valores o personalidad, el optimismo orientado a la acción es, paradójicamente, la postura más pragmática.

Así que, para abordar el por-venir, conviene conjugar el futuro "más perfecto" posible diciendo "yo seré" - con optimismo -, anteponiendo esta fórmula gramatical y vital al clásico "yo habré sido".