Donald Trump, presidente de Estados Unidos.

Donald Trump, presidente de Estados Unidos.

Opinión OPINIÓN MERCADOS

Aranceles vs. inflación

Pedro Mas Ciordia
Publicada

La política arancelaria de Trump acapara todas las portadas económicas y la mayor parte de estas, junto con algún organismo internacional, avisan de los riesgos del proteccionismo, destacando el de inflación entre ellos.

¿Es eso así? ¿La posible “guerra” arancelaria podría desencadenar un proceso inflacionario?

Lo primero que hay que decir es que el comercio exterior nos favorece a todos los implicados. Cuando dos países comercian entre sí, se supone que la especialización es la clave y cada país se especializa en aquel producto o servicio donde tiene una ventaja comparativa frente al otro (teoría desarrollada por David Ricardo a comienzos del siglo XIX).

Incluso cuando un país es más eficiente en todo lo que produce frente a otro, se debería especializar en el producto/servicio donde es más productivo en términos relativos. Si se especializa en este producto/servicio, al igual que el otro país se especializará en alguno de los otros productos/servicios, todos mejorarán y ambos países se irán situando muy cerca de su óptimo dentro de su frontera de producción, alcanzando sus máximos niveles salariales y de vida para el nivel de productividad de cada país.

Si pasa lo contrario, se produce un retroceso, dado que renunciamos a productos más eficientes del exterior por producción nacional más ineficiente y cara, lo que redunda en una caída en el bienestar del ciudadano.

Parece lógico que, inicialmente, cuando un país muestra intenciones proteccionistas, la reacción bursátil inmediata suele ser la de una caída, aunque la evolución posterior dependerá de otros factores, como veremos a continuación.

El comercio exterior nos favorece a todos los implicados

Un arancel es un impuesto a la importación con el objetivo de proteger la producción nacional y, por tanto, el sujeto pasivo es el importador, pero en economía está muy demostrado que quién paga el impuesto no tiene por qué ser el que lo soporta. Depende de las elasticidades de la demanda y la oferta, es decir, de que el producto importado tenga o no sustitutivos, y de que se pueda o no renunciar a él.

Si el producto no tiene sustitutivos, o muy pocos, y no se puede renunciar a él, el exportador no bajará el precio y el importador es probable que añada íntegro el impuesto al precio final y, por tanto, será el consumidor quién lo asuma, y, por ello, se producirá una elevación del precio del producto y una caída de su consumo.

Cuando pasa lo contrario, y el consumidor tiene muchas alternativas, este no sufrirá, porque si el importador y el exportador quieren vender no les quedará más remedio que asumir contra su margen el impuesto o la mayor parte de él (uno de ellos o ambos).

Como no hay un mundo perfecto, lo normal suele ser una combinación de los tres -consumidor, importador y exportador-, pero, si el bien tiene sustitutivos, como suele ser lo habitual, el mayor efecto lo asume el margen del importador y el exportador, y no el del consumidor.

Lo normal es que no exista un gran incremento en el precio del producto. Aun así, en el caso de que lo hubiese, eso no implica inevitablemente que hubiese inflación o incremento general de los precios en un país

En el caso de que el exportador asuma la mayor parte del efecto contra su margen, incluso el país que ha puesto el arancel puede beneficiarse poque su situación sigue igual, con el añadido de una recaudación impositiva. En este caso, la bolsa no tendría por qué sufrir una corrección. Cuando el país importador es mucho más rico que el país exportador, esta situación es más que probable.

Por tanto, lo normal es que no exista un gran incremento en el precio del producto. Aun así, en el caso de que lo hubiese, eso no implica inevitablemente que hubiese inflación o incremento general de los precios en un país. La subida de los precios de un número de productos determinados no significa que se produzcan efectos de segunda vuelta para que se extienda a toda la economía.

Para ello, tendría que ser un bien que afectase a toda la cadena productiva, como pasó con el petróleo en los años 70, o una cadena de aranceles tan masiva que amenazase con la instauración de una autarquía. Sinceramente, ninguno de los dos parece el caso.

Esto es lo que ocurrió con el anterior mandato de Trump: a pesar de la imposición de aranceles sobre importaciones por miles de millones de dólares, la inflación global en Estados Unidos permaneció relativamente estable.

Con independencia de las opiniones personales de cada uno sobre la utilización de la política arancelaria como herramienta de presión para conseguir otro tipo de objetivos, económicamente no parece que pueda producir un proceso inflacionario en la economía americana en el caso de que dicha política arancelaria se implemente.

*** Pedro Mas Ciordia es director general de Santander Private Banking Gestión.