Donald Trump

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Opinión

Geopolítica militar y comercial, principales riesgos para la economía europea en 2025

La economía europea se enfrenta en 2025 a una tormenta perfecta auspiciada por el incierto devenir de los principales conflictos militares, la plausible guerra arancelaria con la vuelta de Trump al poder, el pulso comercial con China o la inestabilidad política, con el eje franco-alemán en sus horas más bajas en décadas.

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La UE encara el arranque de 2025 con más luces que sombras en el abanico de retos e incertidumbres que pueblan el calendario del nuevo año. Si el discurso económico en la esfera comunitaria a lo largo de 2024, alentado por los informes Draghi y Letta, estuvo dominado por la creciente pérdida de competitividad derivada de los importantes déficits internos (crisis de productividad, enormes dificultades y barreras para el crecimiento empresarial e industrial, bajo poder adquisitivo de los hogares, envejecimiento acelerado de la población...), el inicio del nuevo año trae consigo turbulencias agravadas con la vuelta a escena de un viejo conocido, Donald Trump, quien promete no poner las cosas fáciles en ningún ámbito.

Trump ya ha avanzado que piensa recuperar su política arancelaria contra las importaciones europeas (algunas, de hecho, han seguido vigentes durante la era Biden), pero el magnate estadounidense ha prometido recrudecerlas y extenderlas a más sectores. Se habla de entre un 10 y hasta un 20% de tasa arancelaria, algo que, a juicio de los analistas de Goldman Sachs, podría comportar una caída de hasta un 10% del euro frente al dólar, mientras que los beneficios de un grupo de las mayores empresas europeas podrían caer más de un 5% este año. Todo ello en un contexto en que las proyecciones de crecimiento para la zona euro se acotan a un paupérrimo 0,8% para 2024 y un magro 1,3% en 2025, según la Comisión Europea. Pintan bastos.

Cualquier arancel de este tipo comporta, además, nuevas tensiones inflacionistas, gran inseguridad jurídica para las empresas y debilita la futura relación comercial entre EEUU y el bloque comunitario, que en 2023 registraron más de 1,5 billones de dólares en bienes y servicios. Sectores gravemente afectados por esta guerra arancelaria durante el primer mandato de Trump, tales como el acero, el aluminio o el aceite, el vino y la aceituna (en el caso de España), ya se han movilizado para instar al bloque de los 27 a estar preparado y adoptar las medidas comunes que sean necesarias para paliar al máximo el impacto de las imprevisibles decisiones del presidente norteamericano.

Además, cabe subrayar que Trump no ha apuntado exclusivamente a Europa. Canadá, México y China también han sido objeto de grandilocuentes advertencias, lo que agitaría aún más el puzle de la geopolítica comercial y de la economía mundial, con los consiguientes efectos colaterales en suelo europeo.

Asimismo, la beligerante posición trumpista contra la “agenda verde” amenaza con dificultar sobremanera las aspiraciones europeas en materia de transición climática y energética, con un Trump demandando abiertamente ya mayores importaciones de gas y petróleo estadounidenses si los socios europeos no quieren enfrentar mayores represalias comerciales, lo que mina significativamente los esfuerzos comunitarios por posicionar la reducción de emisiones y la economía circular como una oportunidad de crecimiento y empleo robusta y creíble.

La beligerante posición trumpista contra la “agenda verde” amenaza con dificultar sobremanera las aspiraciones europeas en materia de transición climática y energética

Entre los vericuetos de la política comercial, cabe no desdeñar tampoco el frente abierto el pasado otoño con China a cuenta de la política de competencia europea y los masivos subsidios del gigante asiático a la producción de coches eléctricos, que ha dañado severamente la competitividad de la industria automovilística europea. La respuesta de la Comisión Europea ha sido introducir una batería de aranceles del 7% hasta el 35% para la empresa estatal china SAIC, algo que muchos analistas tildan de error por la falta de unidad entre los distintos Estados miembro. Con aranceles o sin ellos, China representa ya cerca del 55% de la producción de vehículos eléctricos del planeta y, aunque necesita el gigantesco mercado europeo para dar salida a toda su producción, fue el origen del 82% de las importaciones de baterías de la UE en 2023. Eso crea una posición de debilidad y mayor dependencia por parte de la UE y China lo explota como ventaja competitiva para ganar impulso en esta carrera.

Al dinamismo de la geopolítica comercial, se une, por su parte, el impacto que pueda tener en las ya inestables economías europeas el devenir futuro de los principales frentes militares; Ucrania, a la que la UE ha destinado ya más de 130.000 millones de euros en ayuda financiera, militar y humanitaria, la situación en Oriente Medio, con un Israel que campa a sus anchas, o más recientemente Siria, de cuya transición exitosa dependerá, entre otras cosas, un cierto alivio en las presiones migratorias provenientes de ese extremo geográfico.

Sea como fuere, si no prosperase ninguna de las propuestas de paz en Ucrania para este 2025, una posible escalada militar podría requerir aún más presupuesto y dotación por parte de la UE para mantener el pulso con Rusia. Todo ello bajo la incógnita sembrada por Trump durante su campaña electoral sobre sus planes para acabar con la guerra en un tiempo récord, o su sonada amenaza sobre los socios europeos de renunciar a la defensa mutua (artículo quinto del tratado de la OTAN) si no se alcanzan los objetivos mínimos de inversión en Defensa, situados en el 2% del PIB de cada país. Un objetivo que, dada la coyuntura actual, ya resulta incluso insuficiente para muchos. A estos efectos, cabe decir que, según cifras de la propia OTAN, España fue el país de la alianza con menor inversión de gasto en Defensa para 2024 (apenas un 1,28%).

A toda esta endiablada ecuación, se suma el nuevo “capricho” de Trump: el control de la isla de Groenlandia y el Canal de Panamá. Cabe recordar que el Canal de Panamá es un enclave estratégico en el flujo comercial, mientras que Groenlandia, territorio autónomo, pero bajo soberanía danesa, posee infinidad de materias primas e hidrocarburos. En ambos casos, Trump no ha vacilado en afirmar que no renunciará a emplear sendas medidas coercitivas, tanto económicas como militares, para la hegemonía sobre la zona “por seguridad económica”, lo que abona aún más incertidumbre sobre el escenario de la economía mundial.

Por último, al margen de las derivadas de la geopolítica militar y comercial, conviene no desdeñar un factor que también impacta de forma notable en la competitividad y en la coyuntura económica: la estabilidad política. La propia presidenta del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, recordaba recientemente que “la marcada fragmentación política puede ser muy lesiva para mantener la senda de crecimiento económico”.

Todo ello en un momento en que la inestabilidad es la tónica dominante en destacadas potencias europeas; desde las elecciones anticipadas en Alemania, el débil gobierno francés, que anticipa una agonía larga y sinuosa para el propio Macron, Rumanía, con evidentes injerencias rusas en sus últimas elecciones presidenciales, o Austria, donde el líder de los conservadores ha cejado en la formación de gobierno ante la imposibilidad de entenderse con liberales y socialdemócratas, lo que allana el camino para el partido de extrema derecha. Ni siquiera España, como feliz excepción económica, por mucho que lo celebre Sánchez, se libra de esta coyuntura, pues la estabilidad gubernamental pende de una frágil aritmética parlamentaria que deja en el aire los presupuestos y hace imposible acometer las reformas estructurales necesarias para ganar mayor resiliencia ante cualquier shock económico futuro. Se abre un escenario plagado de incertidumbre. Veremos cómo sortea la UE esta encrucijada.

*** Alberto Cuena es periodista especializado en asuntos económicos y Unión Europea.