Imagen de la serie 'El juego del calamar'. arc
"Un, dos, tres... Al escondite inglés": así se moverán los mercados en 2025
Quienes tengan mi edad se acordarán del juego del escondite inglés. Y eso que tendrán ganado, porque les será más fácil entender cómo van a funcionar los mercados financieros en 2025.
El juego consistía en que uno de los niños del grupo se ponía de cara a una pared y todos los demás se ponían detrás, en una fila horizontal, como a 20 metros de distancia. El niño gritaba periódicamente aquello de “¡Uno, dos, tres... Al escondite inglés!” y, en el tiempo en el que decía esto, los jugadores podían avanzar.
El objetivo era ser el primero en tocar la pared. El problema es que el niño de la pared tiene derecho a amagar, es decir, empezar y no acabar la frase, para así poder pillar a alguien moviéndose y eliminarlo. Se trataba, por lo tanto, de un juego de reflejos, de rapidez, pero también de atención, para saber detectar las intenciones del que estaba de cara a la pared, su forma de jugar, etc.
Los mercados no son un juego, pero sí son un cálculo de probabilidades
Los mercados no son un juego, pero sí son un cálculo de probabilidades. Nadie puede predecir el futuro, pero sí se puede, con información de calidad, establecer cuáles son los escenarios más probables. E invertir en consecuencia.
También se puede manejar el timing de esas inversiones, como ocurre en casi todas las actividades. Y, si algo tiene altas probabilidades de materializarse en 2025, es que tengamos fuertes repuntes de la volatilidad. Aunque sean temporales.
Tenemos un presidente de EEUU que lleva en su ADN la volatilidad.
Tenemos un presidente de EEUU que lleva en su ADN la volatilidad. Puede que Trump haya cambiado, pero hay muchas probabilidades de que no. Además, aunque hubiera madurado, su forma de trabajar es esa: generar tensión y miedo previamente a la negociación, para así negociar desde una posición de fuerza.
Otra cosa que lleva Trump en su ADN es que hace las cosas que promete. Sin entrar a analizar si son buenas o malas, la cuestión es que en su programa hay ideas muy radicales. Y la radicalidad genera volatilidad. Además, no serán buenas para todo el mundo, es decir, no serán buenas para todos los sectores ni todos los países. Y, sin embargo, pueden ser buenísimas para algunos.
Un ejemplo: vamos a vivir en un entorno en que el mercado da por descontado que los aranceles van a traer inflación a Estados Unidos. Pero podríamos ver momentos en los que los datos digan lo contrario. Pasó en el anterior mandato de Trump y acaba de pasar a lo largo del último mes y pico.
También veremos repuntes reales de la inflación, como consecuencia de los esteroides que va a inyectar Trump en la economía estadounidense con sus bajadas de impuestos y eliminación de regulaciones. Pero también veremos cómo luego los mercados se animan ante los resultados empresariales que generan estas medidas. Y de ahí en adelante, ya sea en cuestiones geopolíticas o económicas.
Los inversores tendrán que aprovechar las correcciones que se van a producir en los momentos de miedo y tensión
La imagen bursátil de este proceso, que afecta a todos los activos financieros y a todas las divisas, se parece a la del escondite inglés. Los inversores serían los niños que tratan de llegar a la pared sin ser eliminados y, a ser posible, ser los primeros.
El niño de la pared serían los mercados, con sus múltiples trampas. Para no ser eliminados, los inversores tendrán que evitar malvender. Y para ser de los ganadores, van a tener que saber aprovechar las correcciones que se van a producir en los momentos de miedo y tensión. Y saber generar liquidez para comprar barato, realizando beneficios en los momentos de euforia.
Ya sé que me van a decir que eso es imposible, pero no es cierto. Para empezar, está en la esencia de los mercados. Lo que es incomprensible es que haya gente que pague a un gestor de carteras o un asesor para que se limite a sentarse en un índice. Para seguir, podría admitirse que es imposible en un entorno de volatilidad media o baja, pero es perfectamente posible en un entorno de alta volatilidad.
No es imposible generar beneficios en entornos de euforia, económica y financiera, y tampoco hay que ser muy avezado para darse cuenta de que en algún momento se producirán situaciones de tensión, porque ese es el entorno en el que nos vamos a mover.
Es incomprensible es que haya gente que pague a un gestor de carteras o un asesor para que se limite a sentarse en un índice
Pero es que, además, ahora tenemos algo que no teníamos durante la anterior presidencia de Trump: los ETF. O no teníamos el mismo acceso y variedad de producto que tenemos ahora.
Los ETF son fondos de inversión –fondos cotizados, del inglés Exchange Traded Funds– y, de cara al juego del escondite inglés, su gran ventaja, aparte de ser muy baratos, es que permiten moverse rápidamente. E incluso ganar dinero cuando bajan los índices (“ponerse corto”).
Sí, esto significa gestión activa de una cartera de fondos, pero, si bien es cierto que hay años como 2024 en los que esa gestión activa no es tan necesaria -aunque siempre es necesario saber elegir los índices– hay otros en los que es imprescindible. Años en los que no es lo mismo contar con amortiguadores que comerse todos los baches.
Y está demostrado que, en un ambiente de alta volatilidad, mucha gente acaba malvendiendo. Y quedan eliminados antes de que acabe el juego.
***Víctor Alvargonzález es socio fundador de la empresa de asesoramiento financiero independiente Nextep Finance.