No estamos en el mejor de los momentos. La incertidumbre escalando posiciones, las aguas políticas embarradas, la amenaza de un conflicto armado internacional de gran envergadura llamando a la puerta. Estas no son las circunstancias más positivas.
Sin embargo, hoy quiero dar visibilidad a un hecho menor, una iniciativa casi desconocida, totalmente artesanal, que ha reunido recientemente a casi mil personas en La Nave de Madrid.

Hoy voy a hablar de la #TRG23, más conocida como la “Tarugo”. Es una idea que puso en marcha, ya hace ocho años, la mente de David Bonilla. Según dice de sí mismo, David, que se siente "tan programador como emprendedor", actualmente trabaja como Director de Manfred, boutique de contratación técnica que fundó y vendió al Grupo Sngular, donde también ostenta el cargo de chief people officer.

A su lado, su esposa, Candela, algunos voluntarios de Manfred y, lo más importante, la comunidad. Según los organizadores, “la TRG es un evento sobre diseño, desarrollo y comercialización de productos y servicios digitales que nace alrededor de la heterogénea comunidad de suscriptores y suscriptoras de La Bonilista, con la idea de crear la mejor conferencia técnica del mundo (o, al menos, la más divertida)”.

La comunidad comenzó siendo un grupo de programadores y desarrolladores informáticos, pequeñas empresas del sector, “startups” y poco más. En total, ciento y pico personas. Hoy son unas 750 personas e incluyen a personas como yo. Básicamente, a quien se deja contagiar.

La palabra comunidad no encaja muy bien en las categorías económicas habituales: empresa, startup, sociedad anónima, acelerador empresarial, incubadora empresarial, todo eso nos suena, pero ¿comunidad? Sin embargo, así fue en sus comienzos, una comunidad de suscriptores a la newsletter de David Bonilla, con muchas cosas en común, que querían desvirtualizarse e intercambiar impresiones.

La palabra comunidad no encaja muy bien en las categorías económicas habituales

Hoy en día, la #TRG23 ha contado con más de 16 patrocinadores, más el Ayuntamiento de Madrid, que ha cedido el local. Como toda convención de este tipo, las empresas patrocinadoras han tenido su stand, donde vendían su servicio, ofrecían puestos de trabajo o, simplemente, mostraban su negocio.

El primer día, el jueves por la tarde, la propuesta era un abanico de talleres y networking, además de la grabación en directo de un podcast que aunaba dos de los podcasts de tecnología más conocidos del país: Heavy Mental y Mixx.io.

El viernes, el día grande, el auditorio estaba a rebosar. Las charlas de este año, dicho por los más veteranos, superaron las expectativas. La calidad siempre es extraordinaria, siempre sorprenden y siempre muestran a empresarios, a científicos, a jóvenes que están a la vanguardia y tienen una lección que aportar.

El sábado es el día de las familias y los niños tienen su momento y sus actividades.
Hay varias cosas que me han llamado la atención como economista.

Antes de la fiesta del viernes, David Bonilla se sube al escenario y explica de dónde se ha sacado el dinero y en qué se ha gastado cada euro. Los ingresos provienen casi al 50% de las entradas y las empresas patrocinadoras. Cuando superan los ingresos, se hace una donación.

Además del coste de los ponentes, porque a Sandra Hernández, ingeniero de sistemas del Jet Propulsión Laboratory de la NASA hubo que traerla de Estados Unidos, y a Sergio Rodríguez, director de ciencia e ingeniería de datos del equipo de Alpine F1, de Reino Unido, hay otros gastos importantes.

Más de un negocio ha surgido a partir de las conversaciones que tienen lugar en esos dos días

La banda de rock, la fiesta, los stands, el pulpo traído de Galicia, el (poco) personal, las acreditaciones y regalos para los asistentes, los food tracks, los juegos para los niños, la imagen y el sonido… Todo al detalle.

¿Qué gana David Bonilla o las empresas que acuden año tras año? Crear una red de emprendimiento, una vía de comunicación fluida entre los interesados en el sector, tanto desarrolladores como comercializadores. Pero también generar actividad, más allá de las limitaciones geográficas, crear, pensar juntos y apoyarse unos a otros. Más de un negocio ha surgido a partir de las conversaciones que tienen lugar en esos dos días.

Una de las evidencias que se extrae de las ocho ediciones que han transcurrido es que en España hay talento, hay creatividad y hay emprendedores. Hay personas que hacen cosas, que se levantan cada mañana para salir adelante, en este caso, en el sector de la informática.

Personas que no dudan en aplicar lo que saben a la alimentación, los viñedos, y a lo que haga falta. Que fracasan, cambian y te lo cuentan por si te sirve. Lo que diferencia a esta comunidad de otras iniciativas es que se salen de la ortodoxia y se reúnen alrededor de una propuesta individual y se abren a la experiencia. Es una cuestión de actitud.

En España hay talento, hay creatividad y hay emprendedores

Y eso es algo que se nos olvida cuando observamos el mundo empresarial desde la academia, o desde las alturas de las grandes corporaciones. Las empresas son personas que toman decisiones. Y las decisiones se toman mejor cuando tienes referentes alrededor con quien compartir y comparar.

No hubo cámaras de televisión, ni grandes multinacionales. No hubo postureo.
Me consta que ha habido muchas personas que se han quedado fuera, pero que ya planean la #TRG24.

Nadie habló de subvenciones, de política, de feminismo, ni de nada que no fuera mostrar interés por lo que hace el otro, qué necesidades tiene, cómo resuelve sus problemas. Un interés genuino. Siendo profana en el tema, no me sentí en tierra extraña.

Al volver a casa fue difícil retomar la realidad. Sin embargo, no hay que olvidad que es la misma realidad a la que se enfrentan los empresarios, ingenieros, programadores y trabajadores que, año tras año, comparten, generosamente, su entusiasmo y sus ganas. Un ejemplo para todos.