Más allá del maremoto electoral que vivimos, con entrevistas, debates sobre el posible debate, acusaciones, juego sucio y demás, España está a punto de hacerse cargo de la Presidencia de la Unión Europea.

Desde el 1 de julio y hasta finales de año, el Gobierno español (el que sea) estará encargado de coordinar las formaciones de los consejos de ministros (excepto Exteriores) y de los diferentes comités. Entrando más a fondo, la Presidencia implica coordinar a los estados miembros ante cualquier crisis, afrontar los retos a los que se enfrenta la Unión Europea y potenciar el cumplimiento de la legislación europea.

¿Está España preparada para esas tres misiones? ¿Podemos dar lecciones de gestión de crisis? ¿Nuestro gobierno (el que sea) es capaz de mirar a largo plazo y afrontar desafíos estructurales? ¿Lo hemos hecho en nuestro país? Y, finalmente, ¿somos ejemplo de un Estado de Derecho transparente?

Desde nuestra entrada en la Unión Europea en 1986, hemos disfrutado de las ventajas que implica la pertenencia al club europeo y hemos ido adquiriendo mayor importancia. De eso no hay duda. No es la primera vez que nuestro país asume la Presidencia. Lo hizo en 1989 y 1995 con Felipe González en el Gobierno, en 2002, con José María Aznar al mando, y, finalmente, en 2010, siendo presidente de nuestro país José Luis Rodríguez Zapatero.

Una se siente tentada a pensar: “si ellos pudieron, puede el que venga”. Tampoco se puede comparar a González y Aznar con Zapatero. En el caso de éste último, su empeño en anunciar el semestre español como decisivo y en fijar las expectativas demasiado alto, prometiendo lo que finalmente no se pudo cumplir, llevó a su descrédito internacional, como lo muestra que fuera excluido, por ejemplo, de las decisiones referentes al rescate de Grecia.

El actual presidente del Gobierno está más alineado con la grandilocuencia de Zapatero que con la sensatez de González

Es importante recordar este episodio y analizar los errores para no volver a cometerlos.

Sin embargo, el relato que el actual presidente del Gobierno muestra, tanto directamente en entrevistas, o a través de sus acólitos en los medios, está más alineado con la grandilocuencia de Zapatero que con la sensatez de González. Estamos tan acostumbrados a promesas incumplidas que, cuando el Partido Popular plantea objetivos más modestos, pero más creíbles, los medios se sorprenden y lo critican. ¿Preferimos la mentira? Tal vez, pero las instituciones europeas, no. Ahí se valora que hagas lo que dijiste que harías.

La relación económica de España con Europa es ambivalente. Por un lado, tenemos una clara vocación europea, cuya membresía nos ha beneficiado económicamente, tanto por la apertura económica como por los fondos que nos transfieren. Y, por otro lado, nuestra política de convergencia ha sido, y sigue siendo, demasiado volátil.

Guillermo de la Dehesa lo expresó magistralmente: “La economía española ha crecido mucho más que la media del resto de la OCDE en las fases expansivas del ciclo y mucho menos que la media de dichos países en las fases recesivas del ciclo, lo que muestra que la conducción de las políticas macroeconómicas españolas han sido demasiado alegres, dejando que la economía incurriese en fuertes desequilibrios fiscales y monetarios en las fases expansivas que, posteriormente, ha habido que reducir, provocando recesiones más profundas”. Y sigue siendo así.

No caben promesas de papel, o medidas económicas de cara a la galería

La situación económica actual, en el entorno internacional, se caracteriza por una gran incertidumbre, que no afloja. La incertidumbre no se puede combatir: existe en la medida en que no somos omniscientes. De lo que se trata es de aprender a vivir y a tomar decisiones con incertidumbre. Y para ello, no caben promesas de papel, o medidas de política económica de cara a la galería.

El Informe Anual del Banco de España del 2022, dedica un epígrafe al ajuste español y europeo ante la crisis energética, desatada, especialmente, a partir de la invasión rusa de Ucrania. Y, en este punto afirma: “Es imprescindible que, dentro de la UE, se responda de forma conjunta a los riesgos y amenazas que son comunes a todos los Estados miembros. En este sentido, en el marco de la respuesta europea conjunta que ya se está produciendo a la crisis energética actual, es indispensable que se sigan reforzando algunos aspectos clave”.

No es el único foco de incertidumbre, pero es el que nos toca el bolsillo más directamente, junto con la inflación.

Sánchez ha dado muestras de su narcisismo y de hacer lo que sea por mantener una imagen impecable, negando sus mentiras

Pero, ¿qué pasa con China y su rol en el nuevo equilibrio económico internacional? ¿Quién va a ser el presidente de Estados Unidos a partir de noviembre del 2024 y cómo va a influir en la participación estadounidense en la economía global? ¿Va a acabar la guerra provocada por Putin? ¿Qué sacrificios económicos va a suponer para la Unión Europea el apoyo a Ucrania? ¿Cómo se van a afrontar el otoño y el invierno de cara al coste de la energía? ¿Cómo va a gestionar la Unión Europea sus desafíos, ahora que Alemania está de capa caída? ¿Qué relación va a tener Europa con el Reino Unido en los próximos años? ¿Cómo vamos a afrontar la inmigración ilegal, cada vez más abundante, que está dejando cientos de muertos en el Mediterráneo?

La presidencia de la Unión Europea implica liderar y coordinar a los veintisiete para afrontar todos estos desafíos.

El presidente Sánchez ha dado muestras de su narcisismo y de hacer lo que sea por mantener una imagen impecable, negando sus mentiras, maquillando problemas económicos serios y aprovechándose de las debilidades de la oposición, y también de sus propios socios en el Gobierno. Ha pactado con quien negó pactar nunca. Ha jugado con el poder para que no se le escapara de las manos y ha desatado su glamour y poder de comunicación al máximo.

Todo ello le servirá, tal vez, para ganar unas elecciones. Pero no creo que sean de gran ayuda para sobrevivir con éxito a una presidencia de la Unión Europea en un semestre que ya se anuncia difícil, económicamente. ¿Es lo que va a votar la mayoría? Pues que voten sabiendo lo que hacen.