Cuando ya pensábamos que podíamos olvidar el mundo de las promesas electorales y centrarnos en la gestión, las mejoras y el afrontamiento de los problemas que tenemos, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en vista de los resultados de las elecciones autonómicas y locales, que señalan una victoria de la derecha, ha adelantado las elecciones generales al 23 de julio. Un poco apretado. Un momento en el que media España está de vacaciones y la otra mitad haciendo las maletas.

Una época en la que las temperaturas suelen subir tanto, a partir de las 11 de la mañana, los bebés, los octogenarios y las personas inmuno deprimidas no pueden salir a la calle, por prescripción médica. El anuncio de Sánchez ha sorprendido a propios y extraños y ha marcado la agenda. Pero cabe preguntarse si es una asunción del fracaso o, en realidad, se trata de un win-win.

¿Puede ganar las elecciones? La mascare de Podemos en lugares emblemáticos como Madrid, cuya desaparición ha encumbrado a Almeida, deja al partido con muy poco poder de negociación. A Yolanda Díaz no le ha dado tiempo nada más que a sacar la bandera de la plataforma con la que pensaba competir contra el PSOE; pero no tiene estructura, ni equipo.

Ambas formaciones necesitan unirse para sobrevivir. ¿Serán capaces de combinar la marca de Yolanda y la estructura de Podemos? ¿Y sería eso suficiente para evitar que gane la derecha? Y, sobre todo, ¿tendría suficiente poder de negociación el sanchismo para mantener a su líder en la presidencia del Gobierno?

Por su lado, la derecha, compuesta solamente por dos partidos, tras la decisión de Ciudadanos de no concurrir el 23J, tiene muy difícil pactar, entre otras cosas, por los complejos y por los egos que abundan en ambos lados. De no producirse ese pacto, entregarían el Gobierno a la izquierda y tendríamos un Gobierno muy inestable y fraccionado. ¿Podría darse un Gobierno combinando lo más socialista del Partido Popular y lo más moderado del PSOE? Creo que Feijóo estaría dispuesto, pero Sánchez, no. Y en ese caso, ambas formaciones perderían credibilidad ante muchos de sus seguidores que votan más “en contra del otro” que a favor del partido.

A Yolanda Díaz no le ha dado tiempo nada más que a sacar la bandera de la plataforma con la que pensaba competir contra el PSOE

Atreverse a adelantar tanto las elecciones implica que, de no ganar, Pedro Sánchez abandona la presidencia de la Unión Europea, días después de tomar posesión, con todas las reuniones, programas, agendas y ceremonias preparadas. Un puesto, el de Presidente del Consejo Europeo, que no implica la toma de decisiones a solas, cuyas propuestas se trabajan con anterioridad, y que es, sobre todo, representativo. Es decir, podría ser una salida por la puerta grande a nivel internacional para Sánchez. ¿Qué única razón puede justificar abandonar esta oportunidad? Un cargo mejor en una institución internacional.

En ese sentido, la decisión de posponer el relevo del actual secretario general de la OTAN a septiembre, afianza el nombre de nuestro presidente como candidato a dicho puesto. No será una elección sencilla: Saja Kallas, primera ministra de Estonia, Ursula von Der Leyen, presidenta de la Comisión Europea o Chrystia Freeland, viceprimer ministra de Canadá, son algunos de los nombres que se barajan.

De ganar las elecciones, Pedro Sánchez, cuya gestión de los fondos europeos no está siendo memorable, se enfrentaría, además, a un otoño en el que el entono económico no va a dar tregua. Los expertos más optimistas reconocen que los meses malos comienzan en septiembre, por los tipos elevados, el contagio de los problemas de Alemania (que puede ser el canario en la mina de Europa), junto con la evolución de China, no tan dinámica como parecía, y la economía estadounidense, que no tira de los demás como antes. “Un contexto más enrarecido”, señalan.

En esas circunstancias, un pacto del PSOE con la ultraizquierda y con los nacionalistas implicaría hacer concesiones económicas muy bizarras, como las que hemos vivido, incompatibles con una gestión sensata de la economía española.

¿Qué necesita nuestra economía? Saneamiento. Un tema en el que el Partido Popular tiene experiencia, porque las salidas de los gobiernos del PSOE siempre dejan regalitos. No quiere decir que esa política de saneamiento económico haya sido exitosa o adecuada, o no siempre, sino que es una situación que les ha tocado afrontar otras veces.

Un pacto del PSOE con la ultraizquierda y con los nacionalistas implicaría hacer concesiones económicas muy bizarra

Además de saneamiento, es decir, racionalización del gasto público reduciendo el gasto político superficial derivado de prebendas y pactos electorales, es necesario dar confianza a los inversores. Recordemos que un inversor, independientemente de si es rico o no, es quien se juega lo que es suyo apostando por un proyecto. A diferencia de un político, que se juega lo que no es suyo, sino de todos los españoles, presentes y futuros, apostando por un proyecto que, a menudo, beneficia más a su partido que a los ciudadanos.

La inflación no se ha ido, aunque se haya moderado por un momento. Los tipos altos son malos compañeros para el consumo porque se encarecen las hipotecas y los créditos a los hogares. De manera que no es previsible que la tensión ahorro/consumo se relaje en el segundo semestre del 2023. La guerra por la invasión rusa no acaba y genera incertidumbre, en especial porque Putin es errático y puede tomar decisiones drásticas o convencer a sus socios para que pongan las cosas difíciles a los países que apoyan la soberanía de Ucrania sobre su territorio.

Las consecuencias económicas de esta situación afecta a la energía, y no es seguro que Europa esté preparada para otro invierno con problemas energéticos. Eso por no hablar de las tradicionales subidas de la electricidad en España en agosto, mes en el aire acondicionado es un bien de primera necesidad.

Necesitamos un Gobierno económico que sepa apretarse el cinturón y ser riguroso en las promesas, en las medidas adoptadas y que no se deje llevar por el brilli-brilli populista. Pero eso es, con toda seguridad, una vaca esférica. Es decir, una solución demasiado simplista para resolver problemas reales. La solución realista es desconocida, compleja y depende de un contexto que cambia por horas. Y, lo peor, es muy poco sexy, y eso es incompatible con la política.