Hace un año la euforia de las criptomonedas había llegado al paroxismo, pero aquí les augurábamos que tendrían que pasar por la prueba de fuego de la disminución de la liquidez y de la recesión consiguiente para hacerse una idea clara de su futuro.

La prueba de fuego se inició poco después y su balance está a la vista: la criptomoneda “buque insignia”, el bitcoin, ha llegado a perder casi un 80% de su valor, y el territorio de las monedas digitales ha quedado como campo de Agramante, con crisis y quiebras tan sonadas como las de Terra y Luna, en la primavera, o la de la plataforma de negociación FTX (una de las dos más importantes) en otoño, entre acusaciones de fraude más o menos encubierto, engaños múltiples, malversación y robo descarado.

¿Cuántas criptomonedas han llegado a crearse desde que el bitcoin alcanzara la paridad con el dólar hace once años? La respuesta tiene que ser imprecisa por necesidad, pues las diferentes fuentes de información hacen cálculos muy distintos que van desde 12.500 hasta 22.000 criptomonedas creadas. En lo que todas parecen coincidir es en que, a efectos prácticos, el número de criptomonedas activas viene a ser de unas 10.000, de las que sólo 100 tienen una capitalización superior a 275 millones de dólares. El número de las definitivamente fracasadas ascendería a 2.500 en la estimación más moderada.

La valoración del conjunto de todas ellas, que había llegado a 3 billones (trillion) de dólares, se ha quedado en unos 800.000 millones en este momento.

¿Superarán la crisis? Seguramente sí, igual que sobreviven a las crisis la idea básica de los casinos, las estafas piramidales y las diferentes estrategias de inversión, que vuelven, tras sus fracasos, con otro nombre.

Si el “portfolio insurance” que propició el crac de bolsa de 1987 ha superado su mala fama, ¿por qué no habrían de hacerlo las criptomonedas? Pero eso sí, con otro nombre, como los partidos políticos cuando quieren borrar su mala fama.

En diferentes ocasiones hemos comentado aquí que los 26,5 billones de dólares inyectados en el sistema financiero por los cuatro bancos centrales más importantes en los últimos 20 años, unidos a la bajada de los tipos de interés a cero en los últimos 14, habían dado lugar a excesos especulativos de todo tipo y llevado a su clímax la aparición y popularización de las criptomonedas. Con la rentabilidad cero de los depósitos bancarios y dinero en abundancia, ¿a quién le resulta extraño que se hayan producido todo tipo de burbujas especulativas, desde las que tienen una base tangible, como los inmuebles, a las que son puras “ensoñaciones”? (Que nadie vea aquí una alusión al prusés, también fruto de un exceso de liquidez).

Las pérdidas acumuladas por las criptomonedas sólo son comparables a las de la bolsa americana de 1929-1932; las de la bolsa japonesa entre 1990 y 2003, y las del pinchazo de la burbuja tecnológica entre los años 2000 y 2002, propiciada por el nacimiento de Internet. Pero, al menos, Internet servía para algo. A veces se dice que la burbuja de las criptomonedas es como la de Internet, pero sin Internet.  

La retirada de liquidez y la subida de los tipos de interés han hecho caer igualmente las bolsas a lo largo del año: es algo que estaba cantado, una vez el banco central de EEUU (la Reserva Federal) y el Banco Central Europeo dieron a conocer de manera clara su intención de aplicar políticas monetarias restrictivas.

Para hacerse una idea de hasta qué punto la retirada de la liquidez afecta a las bolsas, la experiencia de este año 2022 es ejemplar: entre el 1 de enero pasado y la actualidad, la liquidez en el mercado norteamericano se ha reducido en un 12% (quedándose en 810.626 millones de dólares menos) y la caída del índice S&P 500 ha sido del 18% (la del Dow Jones, -9%). Visto en el gráfico adjunto, las cosas son sorprendentes: los altibajos de la liquidez en los últimos 12 meses coinciden con los altibajos de las cotizaciones (correlación de 0,90).

La bajada de la liquidez es, pues, el reverso de la bajada de la demanda, algo que se está viendo cómo afecta también a los precios de la energía que, contra lo esperado a comienzos de 2022 (y más tras la invasión de Ucrania), se encuentran prácticamente en el mismo nivel que hace un año. Hasta tal punto está llegando la cosa que el precio del petróleo Brent está un 2% más bajo que el 1 de enero y el del conjunto de la energía ya sólo sube un 4% desde esa fecha.

De poco han servido, por ahora, las amenazas de Arabia Saudí de reducir la producción de petróleo si el precio del Brent bajaba de los 100 dólares; tampoco el temor a que el tope al precio del petróleo ruso pudiera provocar escasez, o que China esté relajando sus medidas de confinamientos antiCovid: el precio del petróleo sigue la tendencia bajista que le auguramos aquí hace meses, si bien está siendo algo menos acusada de lo señalado entonces (se parece ahora más a la caída del año 2000 que a la del año 2008).

Hasta el precio del diésel se relaja, alejando la amenaza de un eventual racionamiento que, durante doce meses ha estado sobre la mesa. Todos son “milagros” de la destrucción de demanda provocada por la desaceleración económica global.

Las criptomonedas superarán la crisis con otro nombre, como los partidos políticos cuando quieren borrar su mala fama

La realidad tiene estos giros de guion que sólo el estudio del pasado permite avizorar a grandes rasgos. Por ahora, todo va, según lo esperado, como en otras de las grandes crisis recientes y, por eso, el pronóstico para el futuro inmediato sigue siendo el que veníamos haciendo. Hasta los precios de las materias primas agrícolas sólo suben, de conjunto, 0,8% en el año.

El estudio del pasado sirve también, aunque con mucha menor precisión cronológica, para conocer el futuro de los acontecimientos políticos. El autogolpe de Pedro Castillo (como todos los autogolpes) recuerda al más clásico de todos, inmortalizado por Carlos Marx en “El 18 Brumario de Luis Bonaparte” (de presidente de la República francesa a emperador). Pero, en realidad, no es otra cosa que lo que hizo Octaviano (es decir, César Augusto) con la República de Roma, manteniendo las formas, pero autodenominándose Imperator (jefe militar) con gran éxito como acuñador de un término de nuevo uso.

Mirando la historia, la reciente entronización de Pedro Sánchez como presidente de la Internacional Socialista desluce enormemente su brillo presidencial, por causa de algunas compañías, y una vez que el SPD (partido socialista alemán) faro y guía de esa internacional ya no está en ella.  

Y es que la experiencia del SPD con el mismo Perú del que se habla en estos días no podía ser más ingrata, tras su ingenuo apoyo hace casi 40 años a la campaña para las elecciones en las que resultó elegido como presidente Alan García. Visto desde lejos, el partido de éste, el APRA (desconocido totalmente fuera del Perú, como no fuera por las novelas de Vargas Llosa) resultaba difícilmente homologable con los principios de la Internacional Socialista. Los enviados por la socialista Fundación Ebert para apoyar la campaña presidencial de Alan García no daban crédito al escuchar los comentarios de los dirigentes del APRA sobre cómo hacer para conservar el poder de manera indefinida. Se ve que el SPD, escarmentado por esa y otras experiencias, decidió abandonar la misma Internacional que contribuyó a crear (en Fráncfort, en 1951) y salió aspaventado y impetrando un: ¡Líbranos, Señor, de las malas compañías!

La historia no sólo rima: es que se repite. Desde el SPD seguro que menean la cabeza y están musitando, con el latín que nunca se ha olvidado en Alemania: ¡Caveat praesidens! (¡Vaya precavido el “Señor presidente”!).