Las noticias sobre la inflación que ha traído la publicación del IPC adelantado de noviembre tienen una parte buena y otra mala, pero sobre todo, crean incertidumbre sobre su evolución futura.

La buena noticia es que la inflación general disminuye en 0,5 puntos respecto al índice de octubre situándose en el 6,8. No está mal porque, además, es la menor de toda la zona euro, algo que satisface al Gobierno.

La bajada se debe, según el INE (Instituto Nacional de Estadística) al menor precio de energía y combustibles. El coste de la electricidad para empresas y familias del mercado regulado cayó en noviembre, entre otras cosas, por la mayor producción de energía eólica por un clima ventoso. También se redujeron los precios internacionales de petróleo y gas.

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La mala noticia es que la inflación subyacente sube, otra vez, hasta el 6,3%. Es decir, aun quitando la variación de los precios de la energía y los productos frescos de alimentación, los españoles siguen pagando más. Por ejemplo, por la cesta de la compra, la adquisición de una vivienda o por su alquiler… Aunque el INE indica que ha bajado el precio de la ropa y los zapatos.

La situación para las familias de rentas medio-bajas y bajas es complicada. Sus ingresos salariales no han subido lo que la inflación subyacente en los dos últimos años, perdiendo capacidad de compra. Salvo los jubilados, que verán compensados por un 8,5% de aumento de sus pensiones en 2023. Sin embargo, como la media de pensión es baja, muchos de ellos seguirán teniendo que echar mano de sus ahorros, si los tienen, de la ayuda familiar, o bajar, aún más, su consumo. Tema complicado, porque, por el contrario, muchos pensionados ayudan a la familia. Hay pueblos en que se vive de ello. 

Así las cosas, lo que interesa al español medio es saber lo que puede ocurrir para el año que viene.

Pues bien, la respuesta es: incertidumbre.

La subida de la inflación subyacente es un efecto de "segunda ola". El aumento de los precios de los combustibles y los problemas globales de suministros produjeron la primera ola inflacionaria.

"La subida de la inflación subyacente es un efecto de 'segunda ola'"

Luego, está se fue trasladando a los productos industriales y de consumo por el aumento de costes. Por ejemplo, aunque los salarios han crecido menos que la inflación, su subida, junto con la de la energía y las materias primas, ha presionado a las empresas a aumentar los precios de sus productos. Por eso se llama: "inflación de segunda ronda".

Con este escenario, ¿qué puede pasar en este invierno?

Si la guerra en Ucrania sigue, las medidas económicas contra Rusia se mantendrían, y Putin utilizaría el gas y el petróleo como arma. En este caso, se podría dar un repunte de la inflación.

Por otra parte, China, debido a la política de Covid-Cero, pudiera tener problemas de fabricación y de embarque en sus puertos. Entonces, como ya ocurrió en 2020, los problemas de cuellos de botella en las cadenas globales de suministro podrían presionar al alza, otra vez, los precios de componentes industriales.

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En ambos casos se podría producir una tercera ola, que daría lugar en 2023 a una cuarta ola; como la primera ola dio paso a la segunda.

Pero, también puede ocurrir que la guerra en Ucrania se estabilice. Las líneas de conflicto en el este de Ucrania se consoliden y haya un "alto el fuego" tácito. Putin aceptaría la situación, las medidas contra Rusia se relajarían, y el mercado internacional del gas y el petróleo se regularizaría.

Y en este contexto alternativo, también puede pasar que China, después de las manifestaciones de su población, deje la política de Covid-Cero y su capacidad de servicio y suministro se recupere.

En este segundo escenario, la tercera ola no se produciría, los precios no subirían y, a final de 2023, la inflación se moderaría hasta menos del 4%. Eso haría que los bancos centrales volvieran a bajar, o no tuvieran que subir, los tipos de interés, reduciendo los costes empresariales y las subidas de los precios de sus productos.

Tanto el primero como el segundo escenario, u otro intermedio, son probables. Y, por ello, repito, la respuesta a la pregunta sobre el futuro de la inflación, en este momento, es: incertidumbre. Diga lo que diga Calviño o los economistas contrarios.

*** J. R. Pin es profesor del IESE.