Gabriel Plaza, el estudiante con más nota en la Selectividad de la Comunidad de Madrid.

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La tribuna

Gabriel, yo también estudié Filología y soy directiva

Faltan personas que se pregunten los porqués de todo, que miren con otros ojos el problema, que mezclen creatividad y sistematización y que tengan otra perspectiva. Estos son los perfiles de oro.

12 julio, 2022 02:58

Yo también estudié Filología clásica. Hoy soy directiva. Y nunca me ha faltado el trabajo. Parece pecado decirlo estos días de revuelo descomunal, solo porque el estudiante con mejor nota en la EBAU ha decidido no solamente estudiar una carrera "de letras", sino "la que menos salidas tiene: latín y griego".

Derroquemos de una vez viejos esquemas, lamentablemente demasiado vigentes. Pensamos en ciencias y en letras cuando la realidad actual, el mercado laboral y las oportunidades no son precisamente blanco o negro, sino una mezcla de capacidades que evoluciona, que necesita conocimientos básicos y también específicos y tecnológicos, idiomas y soft skills como saber estar, saber hablar y escribir, o gestionar personas.

La vertiginosa velocidad con que evoluciona esa realidad deja desfasada la oferta educativa respecto al mercado laboral. Estudiamos materias que, en su mayoría, se aplican poco en el entorno del trabajo y, sin embargo, la necesidad de recibir una formación continua es cada vez mayor. Los conocimientos tecnológicos, las actualizaciones regulatorias, las nuevas metodologías como agile y el mundo globalizado e híbrido semivirtual nos están haciendo cambiar a pasos agigantados.

Pensamos en ciencias y en letras cuando en el mercado laboral y las oportunidades no son blanco o negro, sino una mezcla de capacidades 

Somos adversos al riesgo, seguimos repitiendo coletillas como "un trabajo para toda la vida". Vivimos en un gran cambio, el llamado entorno 'VUCA', cada vez más volátil, en el que el transformarse y formarse no es una opción más, sino una necesidad, donde el movimiento es la realidad constante y vivir en un ambiente incierto, lo habitual.

Observamos intentos de culpar a la inteligencia artificial y la tecnología de usurpar nuestros trabajos en un futuro próximo, pero lo cierto es que somos parte de esta vorágine. Quien no quiera verlo se va a quedar tarde o temprano fuera del sistema. Panta rei, dijo Heráclito: todo fluye y debemos dejarnos llevar por ese río, pero no arrastrados, sino al frente de la embarcación. Seamos conscientes de la realidad y del riesgo, y dotémonos de herramientas y capacidades para poder campearlo.

Muchas voces disidentes apelamos a la importancia de las humanidades, de volver a pensar, de frenar esa velocidad que nos arrastra. Pero ya no estamos preparados para ello: nos hemos olvidado de leer, no tenemos tiempo, solo hacemos scroll en las páginas.

Vemos imágenes a toda velocidad y consumimos gran cantidad de contenido como meras aspiradoras, con ausencia total de pensamiento crítico. Sí, esa ciencia que nos hace discernir lo correcto de lo falso en un mundo plagado de fake news, donde se arrastran los bulos e hipótesis sin rastrear fuentes, y donde la opinión se polariza sin conocimiento fundamentado e informado.

Faltan personas que se pregunten los porqués en todos los ámbitos, que miren con otros ojos el problema, que mezclen creatividad y sistematización y que tengan otra perspectiva. Estos son los perfiles de oro, los que las empresas necesitan pero no saben identificar ni encontrar, los que apenas existen en este país porque no entran dentro del sistema cuadriculado que aún tenemos, y que nos esforzamos por seguir manteniendo.

Muchas voces disidentes apelamos a la importancia de las humanidades, de volver a pensar, de frenar esa velocidad que nos arrastra

 Y, lo que es aún más grave, también se nos está olvidando escribir, utilizar la riqueza de nuestra lengua, articular párrafos conectados con sentido. Nos da miedo que las máquinas aprendan a hablar bien con inteligencia artificial, pero no somos capaces de enseñarles porque hemos olvidado la gramática, esa ciencia que Aristóteles comenzó a esbozar y que Nebrija plasmó en un primer tratado en nuestra lengua en 1492, …unas reglas que no están en Youtube, ni en Twitch, ni en Instagram, ni en TikTok.

¿Que para qué sirve la filología? No solo para recordarnos que las interrogativas en español se abren y cierran con dos signos (sí, todavía), sino para dotarnos de algo que también se está perdiendo: la cultura. ¿Y qué es la cultura? Saber de dónde venimos. Cómo se forman las palabras que utilizamos hoy. Pero también de dónde proceden los ejercicios que hacemos en el gimnasio, que ya inventaron los griegos en Olimpia. O por qué algunas carreras, tan de moda, se llaman maratón.

Conocer los fundamentos de la estrategia de manos de los espartanos o de Aníbal. O entender que las pandemias han sido cíclicas, y si no que se lo cuenten a Tucídides, que lo detalló en su descripción de la Guerra del Peloponeso.

Sabemos de urbanismo y caminos gracias a los romanos, y hemos aprendido a conservar la comida y a descubrir el origen de la cocina de fusión en el garum o en las cepas de estos grandes imperios que sentaron las bases del cultivo de nuestros primeros "caldos".

Pocos adivinan que hoy disfrutamos de la cerveza porque una monja de clausura del siglo XII, Hildegarda de Bingen, escribió un tratado sobre la utilización del lúpulo en las bebidas para la eliminación de las bacterias.

Nos faltan anclajes y, como seres humanos que pensamos, necesitamos alimentar nuestros cerebros de una forma muy diferente a las máquinas.

Algunos defienden que podemos vivir ajenos a todo esto, pero nos faltan anclajes y, como seres humanos que pensamos, necesitamos alimentar nuestros cerebros de una forma muy diferente a las máquinas. El ocio y el entretenimiento están salpicados de este barbecho cultural: la autora de Harry Potter es filóloga y los motivos que aparecen en sus obras arraigan en muchos textos grecolatinos que casi nadie lee hoy.

Netflix, Warner, Marvel y todas las productoras buscan volver a estos personajes mitológicos que vivían embrujados o condenados por un oráculo injusto.

Cuando las noticias nos aterrorizan ante la idea de que la tecnología nos puede llegar a superar, pensemos en lo siguiente: un robot puede pasear por el Museo del Prado y detectar la época de un cuadro, analizar su gama cromática y describir sus personajes. Pero no explicará con precisión humana por qué Goya pintó a Saturno devorando a sus hijos, por qué la casta Susana aparece apuñalada, por qué Ariadna está atada en una roca o por qué Velázquez pintó a las Hilanderas siguiendo el mito de Aracne.

Si salpimentamos nuestro día a día con pequeñas dosis de todos estos ingredientes, nuestra vida será mucho más rica y no tendremos que ir a buscar al metaverso lo que no encontramos en el mundo físico o, mejor aún, crearemos un metaverso con mucho más contenido.

Personalmente, todo esto me ha supuesto un gran enriquecimiento, y no solamente porque los proyectos que lidero en tecnología, banca y seguros se llaman Prometheus o Protágoras. Cada vez que hablo de tecnología, inteligencia artificial o blockchain lo hago desde una perspectiva de comunicación con un storytelling inteligible, articulado, con un pensamiento crítico argumental que tiene en cuenta la audiencia, siguiendo las pautas de oratoria que ya marcaron Cicerón o nuestros rétores griegos.

Querido Gabriel y, por ende, todos aquellos dispuestos a romper barreras y transgredir el esquema de "o que hay que hacer" en este mundo compartimentado: adelante, estudia lo que más te apetezca y hazlo con tesón y excelencia. Yo también estudié filología, primero Hispánica, luego Clásicas, con Primer Premio Nacional en ambas, después el doctorado, pero antes fui Premio Extraordinario de Bachillerato en Ciencias Puras y gané una Olimpiada de Física.

Cuando me di cuenta de la inmensa brecha entre tecnología y humanidades hice un máster en tecnología, después uno de seguros, ahora uno de finanzas, otro de buen gobierno… Hoy trabajo en un banco, me ocupo de ayudar a que el mundo sea más tecnológico, pero también más humano, y soy muy feliz porque he encontrado mi lugar en puestos que hacen pensar a las personas y cambiar su forma de hacer las cosas, ayudados por la tecnología.

Con muchos perfiles como el tuyo, Gabriel, llegaremos lejos. Se habla mucho de talento, pero poco de excelencia, de esfuerzo y de constancia. Olvidemos las dicotomías, los compartimentos estancos. Disfrutemos del conocimiento y premiemos estos perfiles aventureros que, desde cualquier disciplina, disfrutan, aprenden, retan y hacen avanzar el conocimiento.

Son los "mirlos blancos". Como decía Marvin Minsky, el fundador del primer laboratorio de Inteligencia Artificial en el MIT, "los robots heredarán la tierra, pero nosotros seremos sus padres". Y, como buenos padres, tendremos que leer cuentos a nuestros hijos y saber explicarles de dónde surgieron estas historias.

*** Elena González-Blanco García es ejecutiva en un gran banco español, consejera independiente en LLYC y profesora en IE Business School.

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