El parlamento se queja de que Sánchez no ha explicado las razones del lío con Argelia. Pero el presidente no la puede explicar. Sería reconocer los errores del Gobierno.

No ha habido un cambio de estrategia. No había estrategia. El Gobierno español ha ido de error en error desde el traslado del líder del Frente Polisario para ser tratado de Covid en Zaragoza de manera secreta, que luego fue discreta y acabó en explícita y molesta para los intereses españoles.

Para evitar el enredo se podría haber negociado el trato humanitario antes del traslado con los países interesados. O bien después de él. Pero el inútil secretismo hizo imposible ningún acuerdo y fue aprovechado por los servicios secretos marroquíes.

El asunto de Brahim Gali no se resolvió bien. El enfado de Marruecos, siempre dispuesto a sentirse ofendido, se manifestó con la invasión migrante en las ciudades españolas del norte de España y el cierre de fronteras.

Sus efectos económicos, humanitarios y mediáticos demostraron la habilidad de Mohamed VI. Un rey capaz de sacrificar a su pueblo por la idea del "Gran Marruecos", que incluye al Sáhara Occidental, las ciudades de Ceuta y Melilla, las aspiraciones sobre la plataforma marítima frente a Canarias, un cierto protectorado sobre Mauritania y reforzar sus relaciones económicas en la zona subsahariana.

Además, Marruecos es el aliado norteafricano de Estados Unidos con el que España no está en sus mejores momentos de relación. El presidente Biden no simpatiza con nuestros intereses. Sobre nuestro Gobierno alguien le puede decir que hay ministros comunistas; dato terrible para un gobernante estadounidense y sus responsables de seguridad y defensa.

Sánchez lo sabe y quiere quedar bien con ambos. Máxime cuando tiene una reunión con la OTAN donde quiere mostrar su perfil occidental. Mientras sus socios de Gobierno se muestran reticentes y no quieran participar en ella.

Por estas razones decide acercarse a Marruecos. Un país que le pide un cambio en la tradicional política española de respeto a la resolución de la ONU sobre el Polisario.

Sin medir las consecuencias de un movimiento a favor de las tesis marroquíes, la diplomacia española cambia esa política, a favor de que el Sáhara Occidental sea una autonomía bajo soberanía de Marruecos.

Argelia, que ha roto elecciones con Marruecos, es tradicional defensor del Frente Polisario; sus campamentos están en su territorio. En consecuencia, en marzo retira su embajador de Madrid. Pero España no reacciona.

El análisis que hace el Gobierno español está equivocado. Lo reduce a una cuestión política sin tener en cuenta que con Argelia hay fuertes lazos comerciales y es un gran suministrador de gas a España, con la que tiene muchas otras relaciones económicas.

El análisis que hace el Gobierno español está equivocado. Lo reduce a una cuestión política sin tener en cuenta que con Argelia hay fuertes lazos comerciales

Argelia no distingue entre economía y política. Se considera "traicionada" y firma un acuerdo comercial con Italia, que le puede comprar su producción. Lo hace en un momento en que la guerra ruso/ucraniana reduce la oferta mundial de gas.

En un momento en el que se tiene que renegociar el precio del gas entre Sonatrach, la empresa suministradora argelina, y Naturgy, la gestora española. En un momento en el que puede vender su gas en el mercado mundial a buen precio.

Es decir, en un momento en que la fuerza negociadora económica de Naturgy y la política de España no está en su mejor posición.

[El tope al gas de Ribera en la crisis con Argelia]

En resumen: Sánchez no puede explicar las razones para el cambio de la postura de España sobre el Sáhara Occidental porque no la tiene. Es la consecuencia de error sobre error y ¿cómo explicar esto ante el Congreso? ¿Decir que todo se debe a la incompetencia de su política exterior?

Por eso las apelaciones de Sánchez a la oposición y culparla de no defender los intereses de España, suenan a cínicas. ¿Trató de consensuar el cambio de la política sobre el Sáhara Occidental con la oposición? No lo hizo, ni siquiera con la parte podemita de su Gobierno ¿Cómo lo iba a hacer con el PP?

Una concatenación de errores que se ha engullido ya una ministra de Exteriores y va camino de laminar al siguiente y nos va a costar prestigio a España y dinero a cada español.

*** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.