La Encuesta de Población Activa (EPA) del cuarto trimestre de 2021 ha sido recibida con acordes triunfales por el Gobierno. España finalizó el año pasado con 840.700 puestos de trabajo más, con 615.900 parados menos y con una tasa de desempleo del 13,3%, la menor desde el último trimestre de 2019. Con estas cifras, la coalición social-comunista pretende camuflar el avance de crecimiento del PIB para 2021 realizado por el INE, un 5% frente al 6,5% proyectado por el Ejecutivo y mantenido por la Sra. Calviño con una obstinación tan terca como irracional ante la evidente imposibilidad de alcanzarle.  

La mejora de los datos de empleo y paro son siempre una buena noticia, pero para tener una visión correcta es básico contemplar su evolución en el área económica donde la economía española está integrada. Al hacerlo, el panorama no es nada positivo.

En estos momentos, el desempleo español dobla el registrado por la media de la UE y la tasa de actividad, el cociente entre la población activa y aquella en edad de trabajar o mayor de 16 años, es 20 puntos inferior a la del promedio de la UE. En términos relativos y absolutos, la coyuntura laboral de la 'Vieja Piel de Toro' sigue siendo la misma de siempre; esto es, pésima.

Los datos expuestos ponen de relieve la dramática realidad del mercado laboral patrio, el enorme desperdicio de capital humano, lo que se traduce en una restricción del potencial de crecimiento. Recordar esto resulta esencial para no perder la perspectiva, pero ahí no termina la historia. Un análisis detallado de la última EPA del año 2021 ofrece un escenario algo diferente al dibujado con tonos rosáceos por el oportunista buenismo del Gobierno coreado por buen número de paladines. Unas breves pinceladas ilustran esa afirmación.

Los datos ponen de relieve la dramática realidad del mercado laboral patrio, el enorme desperdicio de capital humano

Desde 2017 el sector público ha creado 501.700 empleos, el 40% del total, mientras el privado ha generado 1.245.00. Si se observa lo acaecido en el período post-Covid, el número de puestos de trabajo en el primero ha aumentado desde el cuarto trimestre de 2019 en 220.000 personas, un 7%, mientras en el segundo ha descendido en 4.200, lo que da una caída del 0,2%. Estas cifras son muy preocupantes y son un claro reflejo de las dificultades y de la falta de incentivos de las empresas para elevar su demanda de mano de obra.

Es cierto que la tasa de paro estadístico ha bajado, pero también lo es que la imagen real del desempleo está distorsionada por los trabajadores acogidos a ERTE (102.548) y los autónomos en cese de actividad (216.000). Ninguno de los individuos integrados en esos colectivos desempeña actividad laboral alguna.

Por otra parte, el número de personas inactivas, las que no están paradas ni ocupadas, pero pueden trabajar, se ha incrementado en 216.600 respecto al tercer trimestre de 2021, el mayor aumento desde el segundo trimestre de 2020 cuanto toda España estaba confinada. Esto resulta llamativo en una economía que, conforme al INE, ha crecido un 5% en 2021.

Por añadidura, en la EPA aparecen 3,8 millones de ocupados que no han trabajado durante la semana de referencia de la encuesta. Según el Instituto Nacional de Estadística, ello se debe a que esas personas estaban de vacaciones. Quizá sea así y de serlo cabe esperar que hayan disfrutado de un merecido descanso, pero resulta bastante extraño o, al menos, sorprendente que no se hayan producido registros similares y de esa magnitud en ninguno de los ejercicios de los que se tiene memoria en las series históricas. 

Sin embargo, lo peor es la lamentable evolución de la productividad del factor trabajo. Desde 2018 tiene tasas de crecimiento negativas. De acuerdo con lo arrojado por la EPA del cuarto trimestre de 2021, el decrecimiento de esta variable en los cuatro últimos años ha sido superior al 5,5%.  

Ello se debe bien al descenso del número de horas trabajadas, aún por debajo de los niveles prepandemia bien a una menor eficiencia de la mano de bien a la escalada alcista de la contratación en el sector público cuya productividad es menor a la registrada en el privado bien por las rigideces del mercado laboral bien por la subida de los impuestos etc.

Dicho esto, no parece prudente, sensato y realista felicitarse por la marcha del binomio empleo-paro y, menos, cuando la contrarreforma laboral de este Gobierno va a afectar de manera negativa, no lo duden, a ambas variables.