A Rusia parece que no le asusta el “General Invierno”, y así como en la Nochebuena de 1979 inició la invasión de Afganistán (mientras subían sin freno los tipos de interés en USA) en las frías mañanas de Reyes de este recién nacido 2022 ha lanzado sus tropas sobre Kazajistán, el país que proporciona el 40% del uranio que llega al mercado. Ni que decir tiene que el precio del uranio ha subido: +8% en la primera semana de 2022.

Simultáneamente, las Bolsas arrancaban el año con una fuerte caída de precio (-4,5%) de las empresas tecnológicas. En los últimos 22 años solo se ha visto una caída mayor que ésta en las primeras cinco sesiones del mes de enero de tres de ellos: 2000 (-4,80%), 2008 (-6,11%) y 2016 (-6,26%). Los tres fueron años inestables y ominosos, aunque por razones muy diferentes.

Enero de 2000 supuso el inicio del pinchazo de la burbuja tecnológica, tras lo que se considera que fue el mayor proceso especulativo reciente de las Bolsas, solo comparable a lo que le sucedió a los índices generales en 1929, año bien conocido por señalar el inicio de la Gran Depresión. Esa bajada iniciada en enero del 2000 y agudizada a partir de marzo de ese año, se continuaría después por una serie de episodios desafortunados, bien fueran de tipo financiero, como el fraude empresarial de Enron y la caída en el desprestigio de sus empresas auditoras, o bien de tipo geopolítico, como el ataque terrorista a las Torres Gemelas en EEUU y la subsiguiente ocupación, esta vez norteamericana, de Afganistán.

En el año 2008, de memoria infausta y mucho más reciente, temblaron los cimientos del sistema financiero internacional por la bien conocida causa de los riesgos enormes que habían asumido los bancos de medio mundo en el sector inmobiliario, ya fuera directamente, concediéndole préstamos indebidos (cajas de ahorro españolas, alemanas y bancos de EEUU y Reino Unido) ya fuera comprando productos financieros basados en esos préstamos y con riesgo reforzado (lo que después se llamarían “productos tóxicos”) que provocaron la quiebra súbita de la banca norteamericana.

Enero de 2016 arrancó con la primera subida de tipos de interés después de 10 años, con la segunda devaluación de la moneda china (el yuan renminbi) en menos de seis meses y con las dudas sobre la solvencia del Deutsche Bank que, con su riesgo muy elevado (en productos financieros sintéticos) y cruzado con muchos otros bancos de todo tipo amenazaba de nuevo la estabilidad del sistema financiero mundial.

La perspectiva de 2022 se parece bastante a lo que sucedió en los años 2014 y 2015.

¿Qué tiene en común este año 2022 que acaba de comenzar con esos otros tres años? A juzgar por lo visto en la semana pasada, y excepción hecha de esa caída del 4,5% del índice tecnológico Nasdaq 100 de la Bolsa USA, bastante poco, porque una característica de aquellos años que no se ha dado en las cinco últimas sesiones es que entonces los índices generales de Bolsa también sufrieron fuertes caídas. Sin embargo, no ha sido así ahora. Desde los índices generales de EEUU (Dow Jones Industrial y S&P 500) hasta los europeos (Euro Stoxx 50) e incluso el español y baqueteado IBEX 35, todos han tenido un comienzo de año alejado de lo que les sucedió en 2000, 2008 y 2016.

Es decir, la fuerte bajada de la cotización de las empresas tecnológicas en la primera semana del año parece ser, por ahora, un fenómeno que les afecta fundamentalmente a ellas, debido tanto a la prevista subida de los tipos de interés del dólar, como al aumento exagerado y muy concentrado de sus cotizaciones el año pasado: el índice S&P 500 debe más del 50% de su subida de 2021 a Apple, Microsoft, Google, Amazon, NVIDIA, Tesla y Facebook. O, dicho de otro modo, la bajada del índice tecnológico en la primera semana del año no es otra cosa que la generalización de una debilidad que ya afectaba a la mayoría de las empresas cotizadas en EEUU, pero que la influencia de la cotización alcista de las grandes empresas tecnológicas en los índices estaba ocultando.

Por otra parte, si se recuerda lo dicho en esta columna hace dos semanas, la perspectiva de 2022 se parece bastante a lo que sucedió en los años 2014 y 2015, pues el banco central de EEUU ha hecho público su propósito de retirar los estímulos monetarios en el primer trimestre y de subir en el año tres veces los tipos de interés, en claro paralelismo con los que hizo en 2014 y 2015. Pues bien, el inicio del año ha sido para las empresas tecnológicas bastante peor de lo que lo fue en 2014 y 2015, mientras que para los índices generales ha sido muy parecido al de esos años.

De todo lo anterior se puede extraer la conclusión temprana de que el comportamiento de las Bolsas en 2022 va a ser una mezcla del que tuvieron en los cinco años mencionados y que, por tanto, la perspectiva para las empresas tecnológicas se presenta bastante oscura (han iniciado el año con una caída casi igual que la de la semana equivalente del año 2000) mientras que los índices generales vadearán el peligro en 2022-2023 a la manera en que lo hicieron, según comentamos hace quince días, en 2014 y 2015. Aunque si la bajada de la cotización de las tecnológicas continuara a este ritmo, no cabe duda de que arrastraría a los índices generales.

Todo esto, dicho sea de paso, y en descargo del análisis, es como “extraer leche de una alcuza” dado el corto período transcurrido y examinado. Lo razonable de que la cotización de las empresas tecnológicas tenga un futuro a corto plazo peor que el de las demás empresas tiene sentido porque les afecta más la subida de tipos de interés que viene: piénsese que hay muchas tecnológicas que aún no obtienen beneficios pero que ya han enriquecido provisionalmente a quienes las crearon (un índice de solo éstas últimas cayó en la semana un 12%).

También hay que contar con que alguno de los problemas de 2008 ha vuelto a la actualidad “sub specie” de empresas inmobiliarias chinas cuya quiebra a cámara lenta recuerda tanto la de las cajas de ahorro españolas entre 2008 y 2012. Es decir, la sombra de las crisis de los años 2000 (tecnológicas) y de 2008 (inmobiliarias y bancos) planea en nuestra comparación sobre el comportamiento, agitado, pero mucho más mesurado que tuvieron las Bolsas en 2014 y 2015, años que eran nuestra primera fuente de inspiración.

Mientras tanto, las tropas del “Ejército Rojo” avanzan sobre una Alma-Ata que parecía estos días un campo de batalla en el que, de creer al tuitero Leon Sverdlov, algunos manifestantes han atacado a caballo a las fuerzas de seguridad.

Se prepara un año animado. Como dicen los anglosajones, What a time to be alive!

¡Qué tiempo éste para estar vivo!