En la columna de la semana pasada comentábamos que la economía mundial se estaba desacelerando. Pues bien, a lo largo de los últimos días han ido apareciendo nuevos síntomas de esa desaceleración, especialmente en las economías de EEUU y China. Si se trata de un respiro pasajero o de algo más serio, aún está por ver.

Lo que parece claro es que el ritmo de crecimiento económico posterior a las cuarentenas obligadas por la pandemia en 2020 no se podía sostener, aunque la tendencia interesada al optimismo de los bancos de inversión y de los gobiernos les hubiera llevado a pronosticar crecimientos muy elevados también para 2021. Algunos de ellos ya están rebajando esos pronósticos.

En alguno de los días de la semana pasada parecía que las bolsas ya estaban tomando nota de lo que está sucediendo en la economía, pero, de momento, la alarma no ha pasado de unos estornudos alérgicos sin mayor trascendencia… en EEUU y Europa, porque lo que son las Bolsas del Lejano Oriente parece que ya están seriamente afectadas tal y como les correspondía por el pronóstico realizado en esta columna.

Un pronóstico que no tenía ninguna ciencia especial salvo la observación realizada a comienzos de enero de que el inicio de 2021 en los mercados financieros se parecía extraordinariamente a lo que sucedió en enero de 2018. Y, pensando en 2018, las Bolsas de China, Hong Kong y Japón estaban condenadas a caer. Por ahora, el índice A50 de las empresas tecnológicas chinas cotizadas es el peor parado: -28% desde su nivel máximo de febrero de este año. Es decir, ¡exactamente las mismas pérdidas que acumulaba el 23 de agosto de 2018!

El ritmo de crecimiento económico posterior a las cuarentenas obligadas por la pandemia en 2020 no se podía sostener

A las occidentales el pronóstico basado en esa comparación con 2018 las dejaba en mejor o peor posición, pero con la expectativa de subidas claras y fuertes en las Bolsas de EEUU hasta finales del verano en curso, y algo anodinas en Europa (es decir, sin cambios hasta el presente mes de agosto).

La realidad ha superado con mucho las cavilaciones en el caso de las de Europa, que se están comportando mucho mejor de lo señalado ya que, a fecha de hoy, proporcionan en 2021 un 11% más que en su mejor momento de 2020.  

Los índices de las Bolsas de EEUU han tenido hasta ahora un comportamiento tendencial en la línea aquí esperada, pero con un parteaguas muy llamativo: a) mientras que los índices de Bolsa más conocidos de allí (El Dow Jones y el S&P 500) han subido un 8% más que lo previsto, b) los índices tecnológicos (como el Nasdaq 100) suben exactamente en la misma proporción que lo hicieron en 2018, y c) también el índice de pequeñas y medianas empresas (Russell 2000) sube en el año actual lo mismo que subía el 23 de agosto de 2018.

Haciendo un resumen se puede decir que, de los nueve índices mencionados, seis de ellos se han estado comportando, casi con precisión matemática, como en 2018; otros dos acumulan ganancias que superan en un 8% a las de 2018 y uno (el europeo) lo ha hecho mucho mejor que en aquel año.

¡Parece magia potagia! Pero aún hay más: la relación que mantienen las dos monedas más importantes (dólar y euro) desde que se inició el año actual es tan parecida a la que tuvieron tres años antes, que la cotización de hoy (1,16 dólares por euro) es exactamente la misma que la del 23 de agosto de 2018.

¿Es todo esto una casualidad, muy llamativa y digna de mencionarse como curiosidad, o está señalando algo importante?

Incluso si fuera pura casualidad y anécdota, quienes se hayan guiado, siguiendo su propia intuición y análisis, según el patrón de comportamiento de 2018, probablemente habrán acertado en la mayoría de sus decisiones de inversión. Pero puede que haya algo más.

Puede que los mercados financieros estén telegrafiando este mensaje: la economía mundial está, como estaba por estas mismas fechas en agosto de 2018, llegando a su nivel más alto del ciclo económico y necesitada de nuevos estímulos para que la expansión económica pudiera continuar. Por eso en octubre de aquel año la confianza de los consumidores alcanzó su máxima expresión del ciclo, las Bolsas cayeron un 20% y el precio del petróleo bajó un 38%.

Los mercados financieros están telegrafiando este mensaje: la economía mundial está como estaba por estas mismas fechas en agosto de 2018

Si miramos a nuestro alrededor, comprobamos que las materias primas también han tomado ya nota de lo que está sucediendo. El jueves de la semana pasada tuvieron fuertes caídas de precio, en algún caso, como el del estaño, del orden del 9% en un solo día.

Pero la cosa no se ha quedado ahí. El precio del petróleo acumula desde primeros de julio una bajada del 16% y el precio de la gasolina sin plomo cae en el mismo período un 17%, con lo que la expectativa hasta octubre (y puede que más allá) para el IPC general es bastante buena, más si se tiene en cuenta que el precio de las materias primas agrícolas también ha bajado desde el mes de mayo: desde una tasa anual del 82% entonces hasta una del 47% ahora.

También el metal industrial que más acelerado iba de precio (el cobre) ha tenido ya un fuerte retroceso del 17% desde su nivel máximo del mes de mayo, aunque, con todo y con eso, aún supera en un 10% el precio más elevado que alcanzó en 2018 (el grupo de los metales industriales supera en un 4% a su mejor momento de aquel año).

El oro y la plata, también están siguiendo un curso extraordinariamente parecido al de 2018: ambos acumulan exactamente la misma variación de precio que entonces (12% de pérdida en el caso de la plata y +1,22% en el del oro) para la misma fecha del 23 de agosto.

Y, de nuevo, la pregunta: ¿qué hacemos con todo esto? ¿Qué conclusiones sacamos? ¿O es todo pura coincidencia y tratar de extrapolar conclusiones sería pura chaladura?

Como decía Yogui Berra (ese Jesulín de Ubrique norteamericano, torero éste, y jugador de beisbol aquel) "el partido no está terminado hasta que canta la señora gorda". O sea, que queda mucho partido por delante hasta estar seguros de si la desaceleración de las economías es fuerte y si estaba siendo anunciada por los mercados financieros igual que sucedió en 2018.

Con el patrón de comportamiento de aquel año, a las Bolsas occidentales les toca iniciar a finales de verano una caída de al menos un 20%. Y a las economías profundizar en la desaceleración que ya ha comenzado. El desenlace de esta intriga está cerca. Contengan la respiración.