Las iniciativas de Bezos (Amazón), Branson (Virgin) y Musk (Tesla) demuestran que el espíritu aventurero sigue vigente en el mundo. Los tres quieren desarrollar lo que se ha llamado turismo espacial ¿Se trata de un negocio, una locura o un impulso irresistible? Probablemente las tres cosas a la vez y el inicio de un camino que nos puede llevar lejos.

Es un negocio, lo que no quiere decir que sea rentable, eso ya se verá. Los tres vienen de anteriores empresas. Compañías disruptivas y muy rentables para sus creadores. Son multimillonarios. Tanto que no tendrían ninguna necesidad de acrecentar su patrimonio. 

Es precisamente por eso, que se pueden embarcar en aventuras que por sus enormes inversiones. Además de ellos sólo podrían financiarlas muy pocas empresas y las Administraciones públicas (Estados). 

El turismo espacial es un negocio, lo que no quiere decir que sea rentable. Eso ya se verá. 

Pero tener patrimonio no es la única condición para lanzarse a proyectos de este tipo. Se requiere además de un espíritu inquieto, la búsqueda de metas retadoras. Metas que los lleven a experiencias diferentes. Capacidad disruptiva.

Una capacidad que puede calificarse casi cómo locura. Si no fuera por sus éxitos anteriores los podríamos definir como visionarios alocados. Capaces de imaginar el futuro, pero con un punto de desvarío por lo especial de su empeño.

Están fuera de toda lógica común. Por eso son necesarios. Son semejantes a personajes cómo Marco Polo o Colón, capaces de llevar la humanidad a nuevos horizontes. 

Hay quién considera una aberración la existencia de estos patrimonios. Un error. Tener patrimonio no es malo. Lo malo es no utilizarlo bien. Con la riqueza se puede crear muchos puestos de trabajo, ayudar a mucha gente a desarrollarse, darles expectativas de realización y empujar proyectos originales y nuevos.

Con la riqueza se pueden crear muchos puestos de trabajo, ayudar a mucha gente y empujar proyectos originales y nuevos 

El deseo de aventura es consustancial con el ser humano. Desde muy temprano el homo sapiens salió de un pequeño lugar del África y no ha dejado de peregrinar y desear ir cada vez más lejos. Los éxitos de las películas de ciencia-ficción sobre aventuras estelares son una prueba de ello.

Bezos, Branson y Musk están dando un paso más en esta dirección. Las ventajas de que sustituyan a los Estados en este empeño son muchas. 

La primera es que su esfuerzo no pilota sobre los impuestos de los ciudadanos. Corren a su cuenta. 

La segunda es que, si fracasan, son ellos los que habrán pagado ‘la fiesta’. No correrá a cargo del horario público.

La tercera es que si triunfan habrá sido porque los proyectos serán auto-sostenidos. No habrá paradas como pasó con la ‘conquista de la luna’  porque serán los rendimientos de los proyectos los que los alimentarán.

La cuarta es que la competencia entre empresarios no será cómo la competencia entre Estados que acaba en conflictos, a veces armados. La lucha entre empresarios será una confrontación comercial, creativa. La competencia sana en los mercados es una garantía de eficiencia.

La competencia entre empresarios no será como la competencia entre Estados que acaba siempre en conflictos

Habría mucha diferencia entre una colonización estelar (la luna podría ser el primer paso) dominada por burócratas y políticos o por emprendedores y empresarios ¿que es preferible?

Para los liberales es mejor dejar la aventura al espíritu individual. Entre otras cosas los costes son suyos tanto en vidas como en dinero y, por la cuenta que les trae, serán mucho más eficientes. 

Para muchos conservadores, socialistas e izquierda partidarios de los poderes públicos, la intervención del poder político mantendría mejor el equilibrio natural y los derechos de todos. Además, los Estados tienen un músculo financiero inicial que es difícil crear en el sector privado.

Probablemente es la cooperación “público/privada” la que preferirían los partidos de centro.

Este debate aún no está en el público. Pero en poco tiempo es posible que la humanidad se esté preguntando ¿a quién pertenece el espacio exterior? ¿Cómo deben ser la leyes que regulen su propiedad?

Esperemos que no se coarte la libertad de exploración, colonización y, en su caso explotación de los espacios estelares por multimillonarios disruptivos. Ya habrá tiempo para regular todo, de momento dejemos que aborden sus proyectos que, como dijo Neil Armstrong en la luna: son pequeños pasos para un hombre, pero un gran salto para la humanidad. 

**** José Ramón Pin Arboledas es profesor del IESE