Durante la depresión del 29 en Estados Unidos se convocaban concursos de baile de salón resistencia como espectáculo para distraer al ciudadano de su miserable condición. Consistía en poner a competir parejas bailando continuamente con pequeños intervalos de descanso. La pareja que más resistía, ganaba y recibía un pequeño premio en metálico para poder comer.

Sobre este argumento Jane Fonda y Michel Sarrazin protagonizaron una película titulada en español: Danzad, danzad, malditos (1969). Dos desesperados norteamericanos Gloria y Robert sobreviven de manera miserable bailando. Mientras, suena la música y una voz en off dice: "seguid comiendo, seguid bailando; es duro, pero los tiempos son así".

En España, cuando los gobiernos tienen problemas buscan malditos que bailen y distraigan al personal. Esos malditos deben tener una imagen financiera de poderosos y un halo de misterio sobre su influencia. Así se les puede acusar de los males del ciudadano, de avariciosos que chupan la sangre económica del pueblo a escondidas; con la nocturnidad del vampiro. Para cierta izquierda el paradigma del maldito son las grandes empresas, los bancos, constructoras y en particular, las empresas eléctricas, que son proveedoras de todos.

Para cierta izquierda el paradigma del maldito son las grandes empresas, los bancos, constructoras y en particular, las empresas eléctricas

Por eso en momentos de baja popularidad los gobiernos sacan a bailar a 'las eléctricas'. Acusan a estas empresas capitalistas de vaciar el bolsillo del español medio; de lucrarse de manera excesiva gracias a su preponderancia por pertenecer a un oligopolio. Todos las miramos con odio. Consiguen que el pueblo piense: me cobran por algo que es absolutamente necesario para vivir hoy, la energía. Es como si se cobrase por el aire respirado. En esa sensación de atraco se olvidan varias cosas.

La primera es que para producir electricidad se necesita un enorme capital y a largo plazo. Como la energía es necesaria en una economía moderna la rentabilidad de ese capital debe estar, de alguna manera, 'asegurada'. Eso lo hace el Estado. No hay que olvidar que sus precios son 'regulados'. Nadie invertiría esas cantidades sin un pacto implícito de rentabilidad.

La segunda que ese capital se recoge en el mercado bursátil. Es de miles y miles de inversores; de manera directa comprando en bolsa o a través de fondos de inversión o pensiones. Por tanto, es un capitalismo popular. No se trata solo de oligarcas.

La tercera es que, hoy en día, el oligopolio tradicional del sector eléctrico se ha convertido en la existencia de múltiples empresas de muchos tamaños, por ejemplo, gracias a la inversión en 'renovables'. Hay mucha menos oligarquía que antes detrás de esas inversiones.

La cuarta es que parte de la tarifa eléctrica se compone del impuesto de la electricidad (5,11%) y el IVA. El 21% del IVA se aplica a toda la tarifa incluido el impuesto de electricidad. Es decir, ese IVA es, además, un impuesto sobre el impuesto.

Este último olvido es particularmente sangrante. Bastaría reducir los impuestos para que España bajase el precio de la energía. Bajar la factura eléctrica aumentaría la productividad, porque un precio caro de energía repercute en toda la economía española. Desde el bocata del bar, hasta el producto más sofisticado, pasando por el transporte, los alimentos.

Bastaría reducir los impuestos para que España bajase el precio de la energía. Bajar la factura eléctrica aumentaría la productividad

De hecho, para las Administraciones es un gran negocio porque a ese encarecimiento se aplica un IVA que engorda y engorda transacción tras transacción. Se paga un 21% en la factura de la luz y otro 21% en el precio de algo que has pagado más alto porque la luz que intervino en su producción es cara.

Así que el Gobierno pone a bailar las 'malditas eléctricas', mientras recoge cada vez más impuestos. El Estado monta el espectáculo, mientras desangra a los espectadores del mismo vía fiscal.

El problema con Marruecos, la pérdida de popularidad del PSOE según las encuestas, el varapalo madrileño, etc. han dejado el Gobierno con sus vergüenzas al aire ¿Es el momento de distraer al personal poniendo a bailar las malditas eléctricas sacando al 'moro' de su espejo? Parece que sí.

Por otra parte, Sánchez tiene que tener cuidado. La experiencia dice que cuando el Gobierno ataca a 'las eléctricas' dura como mucho solo el tiempo de su legislatura; sale antes del Gobierno o pierde las siguientes elecciones seguro. Le pasó a Rajoy con la moción de censura. ¿Pasará lo mismo esta vez? 

*** J. R. Pin es profesor del IESE.