“Ser positivos es una obligación moral. Quien no tiene nada tiene derecho a ser pesimista, pero, en el caso del resto, es ofensivo” (Antonio Garrigues).

La Felicidad Nacional Bruta (FNB) es un indicador que mide la calidad de vida en términos más holísticos y psicológicos que el Producto Interior Bruto (PIB). El término fue propuesto por el rey de Bután en 1972 ante las críticas a la constante pobreza del país.

Con independencia de que a nivel macro siga reinando el PIB como indicador, a nivel microeconómico sí que tiene mucha importancia el concepto de utilidad marginal, que mide el extra de bienestar que nos produce el consumo sucesivo de un bien o servicio. En cualquier caso, el objetivo del crecimiento económico debe ser siempre la felicidad de la población y hoy me quiero referir a la que experimentamos en las diferentes etapas de la vida.

La mayoría de los estudios coinciden en que la felicidad tiene forma de U. Somos felices durante la adolescencia y los veintitantos, pero a finales de los 40 o principios de los 50 tocamos fondo. Una vez ahí, todo tiende a mejorar.

Blanchflower y Oswald (2017) representaron siete encuestas distintas en el mismo gráfico para ver hasta qué punto era firme ese patrón con forma de U. Las siete encuestas no son equivalentes. Algunas preguntan por la felicidad percibida, pero otras indagan sobre la satisfacción o el bienestar emocional.

Hablamos en términos relativos: la caída de los 40 y 50 no representa malestar en términos absolutos. Las puntuaciones medias son buenas (7 de 10), pero peores que en la juventud y la senectud. La diferencia entre la juventud y la adultez es la misma que hay entre la felicidad antes y después de divorciarse o antes y después de ser despedido (fuentes: Xataka y Washington Post):

Imagen1

Imagen1

Sin embargo, en este gráfico de The Economist, vemos que la pandemia ha cambiado el patrón. En Reino Unido (y en los países ricos en general), hemos pasado de la mencionada forma de U a una pendiente ascendente. Los jóvenes están menos satisfechos que los de mediana edad, y éstos, menos que los ancianos. Podría atribuirse a que la vacunación se ha centrado primero en los mayores, pero el patrón ya era así el año pasado.

Las videoconferencias han permitido que los mayores se mantengan en contacto con sus familias, y a veces mejor que antes de la pandemia. En los países que hubo confinamiento, vieron que la sociedad hizo sacrificios para protegerlos.

Mientras tanto, los jóvenes han tenido un año difícil: muchos han perdido sus trabajos. También tienen una vida social más ocupada y tener muchos amigos ha hecho más difícil la pandemia. Un estudio de la Universidad de Essex encontró que las mujeres con al menos cuatro amigos cercanos sufrieron más que nadie durante la cuarentena (las mujeres y los jóvenes son los que suelen tener más amigos):

Los países que estaban en la parte superior del ranking de la felicidad antes de la pandemia permanecen ahí. Cabe destacar que España ha mejorado en términos de felicidad. Las encuestas de Gallup muestran que muchos de los lugares que mejor se han adaptado al virus, como los países nórdicos y Nueva Zelanda, tienen fe generalizada en las instituciones y en el prójimo.

Esto podría ayudar a explicar un cambio regional: la felicidad decreciente de América Latina y la creciente de Asia. Argentina, Brasil, Colombia y México fueron menos felices en 2020. China y Japón se volvieron más felices. Es como si los latinoamericanos hubieran experimentado una felicidad equivocada hasta 2020, sostenida por estrechas conexiones sociales y no por altos niveles de confianza social.

Una encuesta de 2019 determinó que sólo el 52% de las personas en América Latina pensaban que un vecino les devolvería la cartera y sólo el 41% pensaba que lo haría un policía. Es la proporción más baja de cualquier región:

A tenor de la famosa crisis de los 40 y a pesar de tener 42 años, debo dar gracias a Dios por estar experimentando una etapa muy dulce de mi vida, aunque sí reconozco que, en esta década, se piensa demasiado en cómo se va dejando de ser joven y se quiere combatir el envejecimiento.

Después de algunos palos que me ha dado la vida, coincido con el difunto Robin Williams en que dar felicidad es lo que nos hace más felices: "Los que han experimentado las mayores tristezas son los que más se esfuerzan en hacer felices a los demás, porque saben en carne propia lo que es sentirse desolados y abatidos, y no quieren que nadie se sienta así".