Todo hace prever que Cataluña, después de las elecciones tendrá que buscar una solución. También que esa solución va a ser compleja.

Un nuevo Gobierno de procés sería como el sueño de la marmota. Una solución sin solución; declive paulatino hacia la ineficacia y la desesperación con gotas de melancolía. Las empresas que se fueron no volverían y con la pandemia encima la economía sufriría aún más.

Además, un estudio de EPICENTER (European Policy Information Center) indica que una Cataluña independiente necesitaría 39.000 millones de euros en gastos de defensa y relaciones exteriores; reduciría más del 15% de las exportaciones por la subida aranceles de sus clientes europeos y, dentro de ellos, los del resto de España que son los más importantes.

Dependería del euro con una política monetaria del BCE en la que no tendría ninguna influencia; o tendría que crear una moneda propia que se devaluaría con rapidez y llevaría la inflación a niveles de dos dígitos. Por tanto, imposibilidad de tener políticas sociales, lo que castigaría a los más desfavorecidos.

Si la CUP se queja de los Governs del procés por sus políticas antisociales, con una hipotética independencia no tendría otro camino que la revolución contra los Gobiernos burgueses. Burgueses que, como enseña la historia, llamarían otra vez al resto de España para pacificar el territorio y vuelta a empezar.

Un nuevo Gobierno de procés sería como el sueño de la marmota. Una solución sin solución

Un Govern de izquierdas (si es que se puede conseguir por los resultados electorales) de PSOE, ERC y Los Comunes (UP) tendría el apoyo del Gobierno del Estado. Pero éste no está para muchas alegrías. Sus arcas están exhaustas y los dineros de Europa tardarán en llegar. Además, Junts per Cat y la CUP serían un ariete opositor que a ERC le sería difícil soportar.

Sería un Govern inestable y, en consecuencia, no devolvería la tranquilidad necesaria para la reconstrucción de Cataluña después de los desastres del procés y la Covid-19. Las empresas, por si acaso, no volverían y la economía, aunque funcionaría mejor que con un Govern independentista y, por supuesto, con independencia, no levantaría el vuelo que tanto los catalanes como el resto de los españoles necesitamos.

Entonces, ¿qué hacer? Como siempre, a grandes males, grandes remedios. Cuando Tarradellas, el restaurador de la Generalitat, dijo aquello de: “Ja sóc aquí” comprendió que la solución de Cataluña era un esfuerzo común. Por eso se enfrentó casi enseguida con Jordi Pujol, aquel que le sucedió y en su política llevaba implícita la división: catalanoparlantes versus charnegos, botiflers vr. maulets, burguesía vr. currantes, payesía vr. tabarnia, Cataluña vr. resto de España.

El Gobierno de Tarradellas fue un 'Gobierno de Unidad', de concentración o emergencia nacional se diría en otros pagos. Como president distribuyó las consellerías entre aquellos que querían aportar al esfuerzo común en base a los resultados de las elecciones generales. No tenía competencias, pero su energía inspiró un desarrollo que condujo a los espléndidos años 90 y s las Olimpiadas 92 con Barcelona en el centro del mundo; ahí confluyeron un Puyol entonces convergente, un Maragall socialista, un Gobierno español…. Cataluña no era independiente ni le hacía falta. Barcelona era la ciudad más importante de España y atraía inversiones económicas y culturales de todas partes.

Sé que suena a utopía. Pero lo mismo que "no hay nada más práctico que una buena teoría", "tampoco, nada moviliza más que una buena utopía".

Un Govern de emergencia y unidad sería una gran ayuda para los catalanes, para el resto de los españoles y para Europa, sí: a) dibujase una Cataluña próspera, dentro de España, solidaria interior y exteriormente; b) recuperase el seny que siempre ha sido su mayor valor; c) se pusiese a trabajar para recuperar Barcelona como faro económico y cultural.

Y no es nada raro un intento así. El presidente de Italia, Sergio Marttarella, ha llamado a Mario Draghi, expresidente del BCE, para formar un Gobierno de emergencia dada la situación del país. Veremos si sale.

Los políticos catalanes tienen el deber de intentarlo, cambiar ensoñaciones por realidad, pesadillas por sueños grandes. El desafío es inmenso, pero si yo viviera en Cataluña lo apoyaría. Las utopías nunca se alcanzan ¡Lástima! Pero nunca se avanzó sin ellas.       

*** José Ramón Pin es profesor del IESE.