Por mucho que se diga que ya se ve la luz al final del túnel de la pandemia, el foco que la origina todavía está muy lejos. También vemos la luz del Sol y no por ello deja de estar a cientos de millones de kilómetros de nosotros. Por eso, aunque los resultados preliminares de la vacuna de Pfizer han generado casi tanta euforia como aquel famoso gol de Iniesta, no debemos sobrestimar su impacto real en este momento.

Sin ánimo de ser aguafiestas, lo primero que hay que tener en cuenta es que el anuncio se basa en datos de una investigación que no ha terminado y cuyos detalles no han sido publicados. Es decir, que las conclusiones podrían cambiar a medida que avance el ensayo o ser refutadas cuando se analicen en profundidad.

Dudo que algo de eso pase, pues el gigante se juega mucho con la vacuna. Sus acciones se dispararon casi un 8 % tras el anuncio, así que, aunque no soy experta en el mercado de valores, creo que retractarse ahora las haría bajar mucho más. Además, todo apunta a que los pasos que la empresa está dando estaban bien calculados desde hace bastante tiempo.

Por un lado, el mismo día del anuncio, el CEO de la farmacéutica, Albert Bourla, vendió parte de sus acciones a 41,94 dólares cada una, un precio superior al que tenían el día de antes y también mayor que el que alcanzaron el lunes. En un comunicado posterior, la empresa afirmó que esta transacción había sido preacordada el 19 de agosto.

Por otro, todos los grupos involucrados en la búsqueda de vacunas contra el coronavirus llevan meses sometidos a intensas presiones en dos direcciones diferentes: la política, que urge encontrar una cura cuanto antes; y la médica, que pide actuar con cautela para no generar falsas expectativas ni problemas de salud pública por resultados poco sólidos.

Todos los grupos involucrados en la búsqueda de vacunas llevan meses sometidos a intensas presiones en dos direcciones diferentes: la política y la médica

Y justo en el epicentro de esta confluencia de fuerzas está Pfizer. A finales de septiembre, 60 expertos publicaron una carta conjunta dirigida personalmente a Bourla para pedirle que no solicitara la Aprobación de Uso de Emergencia a la FDA hasta, "como mínimo, finales de noviembre". Pero ¿por qué solo a él?

El líder de la misiva y fundador y director del Scripps Translational Science Institute en La Jolla (EEUU), Eric Topol, explica que su insistencia en Pfizer se debió a unas declaraciones de Bourla en septiembre, cuando afirmó que sabrían si su vacuna funcionaba a finales de octubre.

Para el experto, este plazo habría sido demasiado ajustado como para ofrecer pruebas contundentes sobre su eficacia. Así que, un par de semanas después de recibir la carta, el CEO se desdijo y retrasó la solicitud hasta "la tercera semana de noviembre". Por su parte, en un movimiento bastante previsible, Donald Trump no ha dudado en acusar la farmacéutica de haber retrasado el anuncio deliberadamente hasta después de las elecciones presidenciales del país.

Independientemente de los posibles tejemanejes políticos y corporativos, el hecho de que la toma de decisiones de Pfizer parezca tan meditada sería una probable señal de que tiene una gran confianza en el éxito de su vacuna. Sin embargo, todavía no ha solicitado la aprobación a la FDA y, si finalmente la consigue, necesitará bastante tiempo para fabricarla en cantidades necesarias para acabar con la pandemia.

La empresa aspira a producir 50 millones de dosis antes de que acabe el año, lo que permitiría vacunar a 25 millones de personas. Y no hace falta ser matemático para darse cuenta de que esa cifra no basta para recuperar la vieja normalidad. Su siguiente previsión es tener 1.300 millones de dosis para finales de 2021, una cifra que ni siquiera permitiría proteger al 10 % de la población mundial.

El CEO de BioNTech, Ugur Sahin, cuya empresa está desarrollando la vacuna junto a Pfizer, dijo a The Financial Times que seguirán "un enfoque justo" para el reparto de dosis entre los distintos países. Sin embargo, no hay más detalles sobre su plan para distribuirlas ni de si planean asociarse con otras compañías para acelerar la fabricación.

Yo tengo tantas ganas como usted de que todo esto se acabe. Pero, de momento, lo único que tenemos para lograrlo es un posible candidato a vacuna sin aprobar y una compañía incapaz de fabricarla a la velocidad que demanda la pandemia. Aunque la luz al final del final del túnel esté lejos, solo espero que no provenga de una estrella muerta, cuyos fotones siguen viajando por el espacio, aunque su foco ya no exista.