Imagen de una mina a cielo abierto.

Imagen de una mina a cielo abierto. Cedida

Observatorio de la movilidad

Así están frenando las trabas a la minería el desarrollo de la automoción eléctrica en la UE

Países como España, Portugal o Suecia cuentan con yacimientos de materias primas claves paralizados por procesos administrativos. 

30 agosto, 2022 02:59

Uno de los argumentos que más se escucha cuando se habla de la importancia de acelerar la electrificación de la movilidad es el que asocia esta transformación con reducir la dependencia energética de Europa con terceros países. Un debate que suele girar en torno al petróleo pero que va mucho más allá de dejar de depender de combustibles fósiles producidos en otros territorios.

La clave de la primera generación de automóviles eléctricos va a estar en sus baterías. Este elemento va a pasar a ser el centro del conjunto de la logística de la industria de la automoción durante las próximas décadas.

Razón por la que, si importante va a ser dejar de depender del petróleo para las emisiones, tanto o más lo será contar con fuentes propias de las materias primas que serán la fuente de la autonomía de los futuros vehículos no contaminantes. Y ahí Europa vuelve a tener un problema.

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Como en muchas otras actividades asociadas con el pasado, la minería ha sido una industria a la que cada vez se han puesto más trabas. Igual que Europa dejó en manos de terceros países el suministro de componentes considerados, en otros tiempos, "de bajo valor añadido", la extracción de las materias primas necesarias para la fabricación de baterías, como litio, cobalto o grafito, también se realiza mayoritariamente fuera de las fronteras comunitarias.

Una actividad en la que, hoy día, China lleva muchos cuerpos de ventaja. La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha provocado que se acelere la fragmentación por bloques de la economía mundial. Un elemento que se deberá tener muy en cuenta en los primeros años de la nueva era eléctrica de la automoción.

Interminables procesos administrativos

Los ambiciosos objetivos marcados por la Unión Europea han fijado que los socios comunitarios dejarán de vender coches con motor de combustión en 2035. Ya en 2025 se espera que una parte muy significativa de la producción de vehículos en el Viejo Continente tenga al coche eléctrico como su protagonista.

Para ello, será fundamental contar con volúmenes muy importantes de materias primas que hoy vienen de fuera de las fronteras europeas. Con una importante paradoja: países como España, Portugal o Suecia cuentan con importantes yacimientos de unos minerales que, en la actualidad, no se están extrayendo.

Las trabas burocráticas y los interminables procesos administrativos están provocando que, en la actualidad, para producir los primeros modelos eléctricos en Europa sea más sencillo conseguir materias primas cuyo origen está a decenas de miles de kilómetros de las plantas donde se ensamblan los vehículos, que en territorio europeo. Una situación que no es sostenible a medio plazo.

La Comisión Europea estima que la demanda de litio se multiplicará por 18 a finales de la década. El uso de cobalto lo hará más de cinco veces. Si Bruselas no pone remedio, en muy pocos años los titulares que hoy hablan sobre el sobrecoste que generan las tensiones con el petróleo simplemente pasarán a hablar de otra materia prima. Pero el problema será el mismo.

Nadie quiere una mina en su municipio

Pese a que durante años fue una fuente de trabajo importante para los ciudadanos y que hoy las antiguas regiones mineras recuerdan con nostalgia los años en los que las minas estaban a pleno rendimiento, la puesta en marcha de nuevos yacimientos cuenta con un gran rechazo ciudadano en la práctica totalidad de los países de la UE.

La evolución de la reglamentación y los movimientos civiles y ecologistas han provocado que los plazos para poner en marcha una mina en Europa muchas veces superen la década. El nacimiento de Northvolt, la empresa sueca que está encabezando el desarrollo de gigafactorías en las que se producirán baterías para gigantes como Volkswagen o Volvo, ha provocado que Suecia, su país de origen, estudie realizar cambios administrativos.

El Ministerio de Economía del país nórdico está investigando cómo optimizar el proceso de obtención de permisos para garantizar un suministro sostenible de metales y minerales a esta incipiente industria. Un paso que será importante, no sólo para el desarrollo de nuevas compañías en esta industria, sino para conseguir ingentes inversiones y puestos de trabajo de alta cualificación.

Si los proyectos anunciados cumplen sus calendarios, Europa contará con 35 gigafábricas operativas a finales de 2025. Unas instalaciones que tendrán capacidad para generar 664 GWh. En sólo cuatro años los Gobiernos comunitarios deberán agilizar los procesos para permitir que una parte significativa de las toneladas de materias primas necesarias para producir esas baterías tengan su origen en Europa.

A la espera del litio extremeño

Será el caso de España. La península ibérica alberga uno de los yacimientos de litio más importantes de Europa. Tanto nuestro país como Portugal tienen en su subsuelo material suficiente para fabricar millones de baterías para vehículos eléctricos. Una oportunidad que ha atraído a importantes compañías mineras pero que aún no han podido arrancar sus proyectos

La australiana Infinity Lithium lleva años en conversaciones con la Junta de Extremadura para poner en marcha diferentes proyectos de gran potencial en la comunidad autónoma. Un proceso que ha ido quemando etapas y que parece acercarse a su puesta en marcha pese a las reticencias que ciudadanos y partidos políticos han mostrado, sobre todo en Cáceres. 

La compañía se vio obligada a rehacer su proyecto inicial para presentar una nueva propuesta el pasado mes de mayo ante la Junta de Extremadura. Una actualización que incluyó todos los requisitos ambientales que les exigía la administración regional. Si se cumplen los plazos fijados, en 2025 la mina podría estar en funcionamiento.

Así las cosas, Europa vuelve a estar en una encrucijada. La apuesta por que en 2050 el continente sea neutro en emisiones va a obligar a poner en marcha una serie de proyectos que actualmente están paralizados en procesos administrativos. Un paso clave para conseguir una verdadera independencia energética. De no conseguirlo, la industria y la economía europea, simplemente, pasarán de estar en manos de rusos, árabes y estadounidenses a estarlo en manos de los intereses chinos.