Jerome Powell, presidente de la Fed, y Donald Trump, presidente de EEUU, en una imagen de archivo. DPA / Europa Press
Hay una palabra que asusta más a los banqueros centrales y al S&P 500 que la propia "recesión", y esa es "estanflación".
En pocas palabras, esta se produce cuando aumenta el desempleo y la economía no logra despegar. Y en Estados Unidos, la última vez que ocurrió algo así fue en la década de 1970.
Entonces, las causas no se limitaron al desequilibrio energético provocado por la crisis del petróleo y una serie de conflictos geopolíticos, entre ellos la guerra de Vietnam, sino también a la presión del presidente Richard Nixon sobre Arthur Burns para que forzara una bajada de los tipos de interés.
Suena familiar, ¿verdad?
Al igual que el 37.º presidente de Estados Unidos, Donald Trump está tratando de presionar a la Fed para que acelere la flexibilización monetaria.
Aunque el tono de Jerome Powell se ha moderado, parece estar respondiendo más a los datos que a la presión política.
Hasta ahora, no lo ha conseguido del todo: aunque el tono de Jerome Powell se ha moderado, parece estar respondiendo más a los datos que a la presión política.
Concretamente, el factor decisivo han sido los débiles datos del mercado laboral en mayo y junio. Además, la cifra de empleo en EEUU estimada para marzo de 2025 se revisó a la baja en 911.000 puestos de trabajo.
El problema es que la inflación ha recuperado impulso como consecuencia de las guerras comerciales.
En tal contexto, todo apunta a una bajada de 25 puntos básicos el 17 de septiembre, y no de 50. Sin embargo, es posible que algunos miembros del FOMC cercanos al presidente Trump voten en contra del consenso.
Incluso con las mejores intenciones, interferir en la política del banco central nunca acaba bien
Los mercados podrían interpretar esto como una señal de que la Fed está perdiendo su independencia.
¿Y si la estanflación termina materializándose?
Sería un golpe duro. Con el aumento de los costes y la disminución del poder adquisitivo de los consumidores, resulta difícil predecir un futuro prometedor, como ha hecho el martes Oracle. Por otra parte, no todas las empresas tienen recursos para recomprar acciones y calmar a los inversores.
La moraleja entonces es que, incluso con las mejores intenciones, interferir en la política del banco central nunca acaba bien. Si la presión continúa, el dólar podría seguir debilitándose mientras que el oro gana terreno. Y si las empresas empiezan a recortar previsiones, el S&P 500 también lo sentirá
***Igor Kuchma es analista de Trading View.