El legado de Constancio: la alquimia ha venido para quedarse

El legado de Constancio: la alquimia ha venido para quedarse

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El legado de Constancio: la alquimia ha venido para quedarse

En su última reunión como vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), el portugués Vítor Constancio ha confirmado que la banca central aburrida es cosa del pasado. Que la alquimia manda.

26 abril, 2018 14:27

En el año 2000, Mervyn King, que tres años después ser convertiría en el gobernador del Banco de Inglaterra, pronunció una afirmación que ahora, con el paso de los años y, sobre todo, de los acontecimientos, remueve los cimientos de los bancos centrales. "Un banco central exitoso debería ser aburrido", proclamó.

El problema es que los bancos centrales dejaron de ser aburridos hace muchos años. Y la diversión que les acompaña ahora viene a ser su condena. Pura alquimia, término expresado precisamente por dos de los libros escritos durante la crisis en los que los bancos centrales ocupan un papel protagonista. 'Los alquimistas', de Neil Irwin, y 'El fin de la alquimia', precisamente de Mervyn King.

Este jueves, este sentimiento de añoranza del pasado, esas alusiones a los tiempos en los que los bancos centrales gestionaban balances pequeños y subastaban dinero a un tipo de interés determinado, ha vuelto a escena. Como suele ocurrir, porque estos arranques de sinceridad necesitan cierto aire de despedida, ha ocurrido en un entorno especial. Concreto. La última reunión de Vítor Constancio como vicepresidente del BCE.

Como siempre, Constancio se ha sentado al lado del presidente de la entidad, Mario Draghi. Pero esta vez ha hablado más de lo que solía. Y lo ha aprovechado para hacer balance. De sus años. Pero, sobre todo, de cómo ha cambiado la política monetaria. "Tengo dudas de que [la política monetaria] pueda volver a la vida simple del pasado", ha expuesto. Una vida marcada por esos balances más pequeños y los tipos de interés a un día.

No como ahora, cuando el balance del BCE, que empezó la crisis con un volumen de 1,2 billones de euros, alcanza los 4,5 billones, una cantidad sin precedentes. Y no es una excepción, sino la norma. En el caso de la Reserva Federal (Fed) estadounidense, no llegaba al billón de dólares, y aún brinca de los cuatro billones pese a que ya lleva medio año reduciéndolo. Y, por supuesto, los tipos, con intereses al 0% e incluso por debajo. Tiempos también de compras de activos en el mercado, con los banqueros centrales como manos bien visibles. 

Y aún más. "El conjunto de medidas no convencionales utilizadas durante la crisis son ahora parte de la caja de herramientas" de los bancos centrales. Alquimia pura que ha venido para quedarse.

"La política monetaria de los próximos años tal vez no sea tan excitante como cuando llegué [al Comité Ejecutivo en 2010]", ha añadido con tono irónico. Porque ni él ni Draghi ni el sucesor del portugués, el español Luis de Guindos, ni el mismísimo sucesor del banquero italiano, que cederá la presidencia del BCE en noviembre de 2019, lo saben.

Sí saben una cosa. Que ya no son aburridos. Hace tiempo que dejarlo de serlo. A su pesar.

 

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