Pasajeros bajando de un avión de Ryanair.

Pasajeros bajando de un avión de Ryanair. Leticia Pérez ICAL

Turismo

Los recortes de Ryanair hunden el tráfico a niveles históricos en los aeropuertos de Valladolid, Jerez y Santiago de Compostela

El aeródromo vallisoletano es el peor parado con caídas del 63% y poco más de 7.000 pasajeros transportados en un mes.

Más información: Las aerolíneas programan la cifra récord de 246 millones de asientos en verano, pero alertan de los riesgos geopolíticos

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El pasado 28 de marzo, Ryanair cumplió con su amenaza y operó sus últimos vuelos en los aeropuertos de Valladolid y Jerez de la Frontera. También redujo el tráfico en otros cinco aeródromos españoles. Estas dos decisiones se han traducido en una caída histórica del tráfico de pasajeros en estas ciudades que ha encendido las alarmas en el sector turístico.

En concreto, el aeropuerto de Valladolid es el peor parado. Su tráfico en abril de 2025 (primer mes sin vuelos de Ryanair) ha caído un 63,2% hasta los 7.047 viajeros. Un año antes, 19.149 usuarios pasaron por las instalaciones vallisoletanas. De hecho ha sido superado por aeropuertos menores como el de León (7.522 pasajeros), Badajoz (9.918) o incluso el helipuerto de Ceuta (7.092).

Antes de irse de Valladolid, Ryanair ofrecía vuelos regulares a Barcelona con tres frecuencias semanales, mientras que a Palma de Mallorca sólo lo hacía en los meses de verano (entre el 30 de marzo y el 23 de octubre). Su salida supone dejar casi desierto este aeródromo, donde ahora sólo opera de forma regular una compañía: Binter, que fleta vuelos a Gran Canaria.

Según Aena, también lo hacen Air Nostrum, Alba Star e Iberojet, pero para vuelos en exclusiva para el programa del Imserso. Por lo que no se consideran vuelos comerciales abiertos al público general.

El aeropuerto de Jerez también se ha resentido con un descenso del 25,2% del tráfico (65.951 pasajeros transportados). Su impacto es menor gracias a que en sus instalaciones operan otras compañías como Iberia, Air Nostrum o Binter. Cabe recordar que antes la low cost irlandesa tenía vuelo regular a Barcelona, mientras que Palma de Mallorca y Londres eran destinos de la temporada de verano.

El siguiente en la lista de afectados es el aeropuerto de Santiago de Compostela, donde Ryanair retiró un avión basado en esta infraestructura y anunció un recorte de plazas de avión del 28% para esta temporada de verano. Su tráfico ha descendido un 16,8%, hasta los 284.639 viajeros.

La irlandesa también recortó tráfico en otros cuatro aeropuertos regionales: Vigo (-61%), Asturias (-11%), Santander (-5%) y Zaragoza (-20%). En éstos el impacto es menor y los tres primeros registran caídas del 5,7%, del 1,7% y del 0,3%, respectivamente. Zaragoza es el único donde aumenta el número de pasajeros. En concreto, crece un 13,6%, hasta los 67.643.

Duro recorte

En total, Ryanair ha eliminado 12 rutas (800.000 plazas) para la temporada de verano en aeropuertos regionales que supone un duro golpe para algunas ciudades. Sin embargo, la aerolínea no lo notará en descenso de pasajeros ya que aumentó su apuesta por los grandes aeródromos.

Así, tiene previsto crecer entre el 2 y 3% este verano en Madrid, Barcelona, Alicante y Málaga. Se trata de un incremento de 1,5 millones de asientos.

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Ante esta situación, Maurici Lucena, CEO de Aena, anunció hace meses que “en Valladolid y Jerez estamos trabajando con las autoridades para que a medio plazo se ocupen los vacíos dejados por Ryanair”.

A través de las mesas de turismo -formadas por ayuntamientos, CCAA y Aena- se busca plan b para evitar el impacto en términos turísticos y económicos para estas ciudades. Sin embargo, ese plan alternativo no llega a tiempo para salvar la temporada de verano en los aeródromos más afectados.

Cabe recordar que las razones que llevaron a Ryanair a tomar esta decisión son la falta de incentivos en aeropuertos regionales y las elevadas tasas aeroportuarias que pagan. En ambos casos apunta a Aena como el culpable. El gestor aeroportuario lo ha negado desde entonces. Hecho que no ha evitado que durante semanas se viviera una especie de guerra de acusaciones entre aerolínea y gestor aeroportuario.