España tiene una oportunidad para colocarse a la vanguardia de las 'deep tech'.

España tiene una oportunidad para colocarse a la vanguardia de las 'deep tech'. Ashwin Vaswani /UNSPLASH

España

El mapa del emprendimiento 'deep tech': más de mil empresas en España y cuatro grandes cuellos de botella

Las spin-offs de tecnologías profundas facturan 1.400 millones y generan 13.456 empleos cualificados, pero piden más capital paciente y menos trabas.

Más información: El Ministerio busca acortar distancias con Europa en 'deep tech' con un nuevo instrumento que impulsa talento e inversión

Publicada

Las claves

España cuenta con más de 1.000 empresas 'deep tech', generando 1.400 millones de euros anuales y 13.456 empleos cualificados.

Cataluña y Madrid lideran el ecosistema 'deep tech' español, concentrando más del 50% de las 'spin-offs' del país.

El informe identifica cuatro cuellos de botella: burocracia, formación de equipos, financiación y falta de demanda tractora.

Se propone crear una red nacional de venture builders especializados en 'deep tech' y reforzar la compra pública innovadora.

España está intentando pasar de contar papers a contar impacto económico, y el termómetro elegido son las spin-offs de tecnologías profundas: empresas nacidas en laboratorios públicos, con innovación propia, que salen al mercado con vocación de resolver retos estructurales del país.

Un tejido que ya no es anecdótico ni tísico en nuestro país: suma 1.007 compañías activas en 2025 (un 3,6% más que el año anterior, aunque desde 1991 han caído en combate 282 de estas empresas), factura en torno a 1.400 millones de euros anuales y da empleo directo a 13.456 profesionales altamente cualificados.

Mobile World Capital Barcelona, junto con investigadores del CSIC, ha trazado la radiografía más granular hecha hasta ahora sobre estas compañías de base científica en España. En su informe, presentado ayer por el ministro Óscar López y la secretaria general Teresa Riesgo, se pone de manifiesto la foto económico-financiera completa de estas compañías tan desconocidas como imprescindibles.

Así, su patrimonio inmaterial acumulado (software propio, patentes, know-how protegido) alcanza una estimación de 1.126 millones de euros en activos intangibles. O lo que es lo mismo, una media de 1,25 millones por cada empresa existente en nuestro país. Empero, se constata que, salvo las que ya han superado las fases más críticas del ciclo de vida, la mayoría todavía presenta resultados de explotación negativos.

No hay que olvidar que, a diferencia de la startup digital clásica, estas spin-offs operan sobre tecnologías complejas, de maduración lenta y de riesgo alto; necesitan grandes inversiones iniciales y tardan años en llegar al mercado, pero cuando llegan suelen resolver problemas estratégicos (salud, energía, soberanía tecnológica, transición verde) difíciles de copiar. Ese matiz es importante porque el Gobierno quiere dotarse de una Estrategia Nacional Deep Tech, y Bruselas ha puesto 1.400 millones de euros en 2025 para impulsar tecnologías profundas en Europa.

El mapa sectorial confirma las prioridades del país: más de la mitad de las spin-offs españolas se agrupan en tres dominios tecnológicos -biotecnología (19,8%), TIC (17,4%) y salud (16,7%)- seguidos de energía y recursos (14,9%) e Industria 4.0 (13,4%). A su vez, el dominio aeroespacial apenas supone el 2,4% del total: nadie duda de su carácter estratégico, pero sigue siendo nicho, fuertemente regulado, intensivo en capital y dependiente de grandes contratos institucionales.

El liderazgo de biotecnología se concentra en diagnóstico molecular, biomarcadores y desarrollo de fármacos; en menor medida aparecen terapias avanzadas y biomateriales, y es claramente más débil la biotecnología industrial. En TIC, el patrón es aún más nítido: el 56,1% de las spin-offs se dedica a inteligencia artificial y big data, mientras que áreas como realidad aumentada/virtual, ciberseguridad, blockchain, cloud o incluso computación cuántica quedan mucho más atomizadas.

El músculo económico tiene otra cara: el empleo. Las spin-offs de energía y recursos son las que más gente incorporan por compañía (28,1 trabajadores de media), seguidas de las TIC (16,5) y la industria 4.0 (14). Se rompe, por ende, con el prejuicio de que estas firmas son grupos de doctores en bata blanca en un secreto laboratorio. El ecosistema en su conjunto suma 13.456 empleos cualificados, lo que las sitúa como un vector de retención de talento científico -evitando que ese talento busque refugio en una multinacional extranjera o cruce la frontera- y, además, como vía para industrializar I+D+I sin que todo acabe absorbido por terceros países.

Cataluña y Madrid copan la 'deep tech' española

En torno a este desarrollo tecnológico también cabe la lectura territorial. Cataluña concentra el 28,2% de las spin-offs deep tech del país, por el 23,7% de la Comunidad de Madrid. Les siguen la Comunidad Valenciana (11,1%), Andalucía (9,5%) y el País Vasco (7,4%).

Pero no se trata de una cuestión únicamente de volumen: cada territorio tiende a especializarse según sus activos científicos e industriales. Por ejemplo, Cataluña se apoya en su ecosistema biomédico (biotech y salud), Madrid destaca en salud y TIC, el País Vasco en energía e industria 4.0, la Comunidad Valenciana en circularidad y agroalimentación, y Galicia en tecnologías ligadas a resiliencia costera y economía azul.

La 'deep tech' y su dependencia de lo público

En cualquier caso, es imperativo conocer de dónde salen estas empresas. Y la respuesta es, no por menos obvia, clarificadora: mayoritariamente, de lo público. Dos de cada tres spin-offs (66,5%) nacen en universidades y el grueso procede de universidades públicas (64,1%), por delante de centros de investigación (18%), institutos de investigación sanitaria (8,3%) y centros tecnológicos (7,1%).

No es de extrañar que entre las entidades más productivas figuren la Universidad Politécnica de Madrid (8,7% del total), el CSIC (8,5%), la Universitat Politècnica de Catalunya (5,3%), la Universidad de Alicante (4,8%) o la Universidad de Santiago de Compostela (3,2%). Es decir: la transferencia tecnológica ya no es un discurso, es un pipeline cuantificable.

Cuatro cuellos de botella

Ahora bien, nada de esto es fácil. El informe identifica cuatro cuellos de botella estructurales que amenazan con estrangular la escala del modelo.

El primero es burocrático: los procedimientos internos para crear una spin-off, negociar propiedad intelectual, fijar la participación accionarial de la universidad o autorizar la dedicación del personal investigador son largos, heterogéneos entre instituciones y jurídicamente pesados. Ese cuello institucional puede alargar la gestación entre 9 y 12 meses, hace que la primera conversación con un inversor se bloquee en cláusulas en vez de producto y coloca a España en desventaja respecto a países como Reino Unido u Holanda, donde las reglas de transferencia están estandarizadas.

En la fotografía, de izquierda a derecha, el director de Transferencia Tecnológica de Mobile World Capital, Albert Mascarell; el director general de Mobile World Capital, Francesc Fajula; el ministro para la Transformación Digital y de la Función Pública, Óscar López, y la secretaria general de Innovación, Teresa Riesgo.

En la fotografía, de izquierda a derecha, el director de Transferencia Tecnológica de Mobile World Capital, Albert Mascarell; el director general de Mobile World Capital, Francesc Fajula; el ministro para la Transformación Digital y de la Función Pública, Óscar López, y la secretaria general de Innovación, Teresa Riesgo.

El segundo cuello de botella es humano. Formar equipos fundadores que combinen excelencia científica con capacidad de negocio es extraordinariamente difícil. El investigador suele dominar la tecnología, pero no necesariamente la gestión, la comercialización o la estrategia de llegada al mercado; y atraer a perfiles ejecutivos con experiencia sectorial y apetito de riesgo en fases tan tempranas es complicado y caro.

No nos podemos olvidar de la financiación, el sempiterno tercer cuello de botella. Estas empresas necesitan capital paciente, un tipo de inversión dispuesta a asumir riesgo tecnológico alto y a esperar años antes de ver retornos. El sistema europeo cubre razonablemente bien la fase semilla/Serie A, pero pincha en el escalado. Diez años después de nacer, una deep tech europea suele haber captado mucho menos capital que su equivalente estadounidense; no es raro que, cuando quiere crecer en serio, busque rondas lideradas por fondos no europeos o directamente traslade sede o salida a bolsa fuera de la UE. Un 30% de los unicornios europeos acaba haciendo eso.

El cuarto cuello de botella es de mercado: demasiada tecnología empujada desde la oferta, poca demanda tractora clara. Industria e inversores no siempre tienen mecanismos ágiles para identificar qué conocimiento aplicado está saliendo de las universidades y centros tecnológicos; y, al revés, los grupos de investigación y las Oficinas de Transferencia de Conocimiento (OTC) no siempre tienen red ni capacidad comercial para encontrar clientes, licenciatarios o coinversores en el momento adecuado.

Ese último desajuste alimenta los dos “valles de la muerte” descritos en el informe. El tradicional, antes de la primera venta, cuando la empresa vive a pulmón con caja negativa y sin validación comercial. Y un segundo valle, ya reconocido por la Comisión Europea en 2025, que aparece tras lanzar el primer producto: la spin-off consigue clientes iniciales, pero no logra financiación para escalar producción e internacionalizarse.

Asignar recursos con criterio

El informe cierra con una agenda de reformas muy concreta. La primera gran recomendación es articular una red nacional de venture builders especializados en deep tech, conectados entre sí y con industria, inversores y Europa. No se trata de una aceleradora genérica más, sino de un mecanismo estable para profesionalizar la transferencia. Un modelo que mire sin complejos a redes como Fraunhofer en Alemania o Catapult en Reino Unido, que funcionan como multiplicadores tecnológicos y evitan duplicidades al compartir metodologías, infraestructura y acceso a clientes industriales.

Ligado a eso, el informe pide reforzar la compra pública innovadora, alinear mejor la financiación estatal y europea con las misiones de país, y ajustar fiscalidad y regulación para que la participación accionarial pública no se convierta en un óbice cuando la spin-off quiere atraer capital privado o escalar. También plantea introducir métricas comparables año a año para reasignar recursos con criterio y no por inercia política.

Igualmente, la Mobile World Capital y el CSIC proponen un cuadro nacional de indicadores -público y transparente- que mida eficiencia, tiempo hasta primera venta, volumen de contratación pública innovadora, acceso a sandboxes y espacios de datos europeos, euros privados apalancados por cada euro público e impacto territorial.