Henry David Thoreau, a quien ya he citado en más de una columna, defendía que "el precio de cualquier cosa es la cantidad de vida que cambias por ello". El dinero es secundario, el verdadero coste de oportunidad son los minutos, los segundos que dedicamos a hacer esto o aquello, a esta persona o la de enfrente. El tiempo como moneda de cambio: ningún secreto, pero una verdad que suele olvidarse.

El inicio del verano suele ser sinónimo de que ese tiempo pasa de la oficina y el tedio laboral a la tumbona o la playa. Y, por el medio, se mantienen el resto de obligaciones personales y familiares de las que uno no puede escapar jamás. También se suceden instantes de libre albedrío para nuestras mentes que más de uno emplea para reflexionar a qué ha dedicado su tiempo durante este curso que ahora cerramos.

Durante estos meses, hemos vivido la burbuja generada en torno a ChatGPT y la inteligencia artificial generativa. Día tras día, este tema se volvía recurrente, entrando a opinar "hasta el tato" y teniendo que hacer frente, desde medios especializados como éste, a la desinformación y el sensacionalismo de muchas fuentes y autores supuestamente reputados. 

También hemos dado buena cuenta de la falta de talento tecnológico en nuestro país, que ya le cuesta al PIB cerca de 2.340 millones al año debido a las 10.500 posiciones sin cubrir que acumulamos cada curso. Si le añadimos que solo el 19,4% del total de especialistas en tecnologías digitales son mujeres, nos encontramos con la receta fallida de un modelo educativo que necesita ser reimaginado por completo.

La recta final de este primer semestre de 2023 ha estado marcada, como no, por las elecciones. Las municipales y autonómicas, sí, pero también las generales que Pedro Sánchez adelantó al próximo 23 de julio y que han supuesto un traspié a las aspiraciones digitales del Ejecutivo a cuenta de la presidencia del Consejo de la UE que acabamos de estrenar. Tanto que fuentes de Bruselas confirmaron a este medio que ven "improbable" que la Ley de IA (la joya regulatoria del momento) vea la luz durante la Presidencia española... por más que el Gobierno se empeñe en seguir defendiendo este extremo.

Entre tanto: hemos dedicado muchos minutos a hablar de computación cuántica, de ciberseguridad, de sostenibilidad. Un poco lo de todos los años. Incluso hemos podido perdernos en el espacio sideral. Y si han sido afortunados como yo, habrán podido encontrar serendipias en charlas con personajes de la más alta intelectualidad: la ministra Diana Morant, el presidente de Microsoft Brad Smith, Adam Selipsky (CEO de Amazon Web Services) o su homólogo en SAP Christian Klein, los dos españoles que aterrizan la computación cuántica para que sea real (Darío Gil y Mikel Díez), o los genios del MIT Florian Allroggen y Donald Sadoway que desconfían del coche eléctrico...

En defensa del pensamiento crítico

A trabajar dedicamos, en teoría al menos, ocho horas diarias. Eso, siguiendo los postulados de Thoreau, convierte a nuestra profesión en uno de nuestros principales costes vitales. Así que más vale que esos segundos estén bien empleados.

Esta semana participé en el encuentro Periodismo 2030, organizado por Fernando Jáuregui y Sergio Martín, en la Asociación de la Prensa de Madrid. ¿El motivo? El temor al impacto que la inteligencia artificial pueda tener en esta labor de gacetillero que ejerzo. Mi posición fue clara: la IA no va a reemplazar el pensamiento crítico ni la labor artesanal de un buen periodista, pero puede ser un apoyo en tareas más cotidianas del trabajo. Que nos ahorre minutos de tonterías que podamos usar en cosas que sí valgan la pena.

Y lo más importante: los medios desempeñamos un papel no sólo de divulgadores del potencial y los debates en torno a la IA, sino que también debemos ser un foro de encuentro, un "ágora digital" en el que reguladores, empresas y sociedad en su conjunto puedan marcar el camino a seguir.

Lee Newman, decano de IE Business School, me decía hace poco que "la historia demuestra que no podemos detener el avance de la inteligencia artificial". Igual que no podemos detener el paso del tiempo, el paso de los meses y la llegada del verano, que será sucedido inevitablemente por el otoño. 

En esta vorágine temporal, que es así desde que hay algún cronista que dejó constancia de nuestra mera existencia, me despido hoy de ustedes, queridos lectores. Esta Serendipia será la última en unos meses; primero debido al parón estival y, después, por ese coste de oportunidad que obliga a elegir entre una pasión y otra, entre unas personas y otras. Y, en este caso, un pequeño ser que aún no ha llegado a este mundo me tendrá unas semanas retirado de la primera línea de batalla. 

Simplemente me queda desearles un buen verano, una buena reentrada en el curso que viene. No luchen contra entregar parte de su vida en cada instante: es una lucha sin sentido. Traten, empero, de dedicar cada segundo como y donde se merece. Ese es el reto de nuestros tiempos, de todos los tiempos y todas las vidas, con inteligencia artificial o sin ella.