El año pasado, mi compañera Noelia Hernández se acercó hasta el foro Transfiere en Málaga y tituló su crónica como una "reunión de amigos" del ecosistema innovador español. Este curso, mi compañera Beatriz Aznar y un servidor tomamos el relevo y coincidimos en ese mismo diagnóstico. Y, como casi todo en la vida, puede interpretarse como un vaso medio lleno o medio vacío.

Empecemos por el medio lleno: organizar un foro sobre transferencia de conocimiento e innovación en nuestro país es harto complicado, así que vaya por delante el enorme mérito que tiene convocar año tras año a todo el ecosistema a Málaga.

Igualmente, el apoyo institucional que se ve en esta feria, con casi todas las comunidades autónomas representadas y multitud de actores y entes de transferencia, es loable y digno de admiración. Castilla y León, la Comunidad de Madrid, la Junta de Andalucía, el gobierno central, los parques científicos y tecnológicos aglutinados en torno a la APTE, los centros tecnológicos con el impulso de FEDIT... Ningún organismo faltaba en el palacio de congresos.

También es de destacar la nutrida representación política y de grandes figuras del sector en Transfiere: desde la secretaria de Innovación, Teresa Riesgo, pasando por el director de la EOI José Bayón, Luis Pardo (Ametic) o el siempre polifacético Paco Marín. Caminar por los pasillos era encontrarse con caras muy conocidas y habituales de estos mentideros.

Ahora bien, habrán notado que entre estos nombres no he mencionado a empresas, al sector privado. Y es que, para ser un evento de transferencia de conocimiento, de puente entre la Academia y el mercado, éste último directamente no estaba presente. Si a ello le sumamos que durante buena parte de las charlas y discursos (incluso en los propios sobre cómo divulgar la transferencia de conocimiento) se hablaba en todo momento de "investigación científica" y "divulgación científica" e incluso se asimilaba la transferencia a la "publicación de papers". Clara y evidente confusión de cuál es el objeto de la innovación, palabra apenas pronunciada en muchos casos.

La última 'i' de la I+D+I que es la que teóricamente vertebra este evento tan sólo salía a relucir a la hora de obtener financiación, de cómo conseguir dinero para mantener activa la rueda. En este caso, de nuevo con el optimismo por bandera, emergía la compra pública innovadora como ese instrumento esencial que parece haber cobrado vida tras muchos años olvidada en el cajón.

Una herramienta que no es sencilla (como explicaba Amanda Gil, subdirectora general de Fomento de la Innovación, debido en parte a que va vinculada a los fondos FEDER y su particular burocracia) pero que permite cofinanciar hasta el 85% de los proyectos en algunas CCAA. Con una convocatoria en marcha de 177 millones de euros (y 245 previstos hasta el 2027), esta fórmula promete y debe ser tractora de la colaboración público-privada que enarbola la misión y valores de Transfiere.

Porque transferir es eso: llevar el conocimiento del lugar en que se genera al mercado, a la sociedad. Es convertir la investigación científica en innovación real. Algunos ponentes durante este foro incluso llegaron a apelar a que un buen actor del ecosistema "debía huir de los intereses y las presiones de las empresas". Nada más lejos de la realidad: la innovación sin el sector privado no puede suceder, está en su propia definición. Y ese es el reto de Transfiere para el próximo año, el de completar el puente del conocimiento, cubriendo todo el ciclo de la I+D+I que pregona.