En un vertedero de Els Hostalets de Pierola, en Barcelona, aparecieron durante unas obras de ampliación efectuadas en 2002 los restos fósiles de un espécimen muy singular, único. Los científicos bautizaron al gran simio, que vivió hace unos 12 millones de años en la cuenca del Vallès-Penedès, entonces una selva con un clima subtropical, con el nombre de Pierolapithecus catalaunicus y se trata del único ejemplar que se conoce de este género y especie de homínidos. Era un individuo macho bastante joven que pesaba alrededor de 30 kilos, medía unos 120 centímetros y podía desplazarse con el tronco erecto, en una postura adecuada para trepar verticalmente por los árboles.

El hallazgo tuvo un impacto impresionante porque Pau —este nombre, paz en catalán, se le dio en el contexto de la guerra de Irak— representa una especie clave para estudiar la evolución de los hominoideos, el grupo de simios que incluye a los seres humanos y nuestros parientes actuales más cercanos, los antropomorfos (gibones, orangutanes, gorilas y chimpancés). Es decir, sería una pieza fundamental en el rompecabezas de la evolución humana

Los 83 restos óseos recuperados de Pau, que tenía caninos grandes y prominentes, han sido sometidos desde su hallazgo fortuito a diversas investigaciones. El último estudio, publicado este lunes en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences por un equipo internacional liderado por investigadores del Museo Americano de Historia Natural (AMNH) y el Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont (ICP), ha logrado reconstruir mediante un escaneo de tomografía computarizada el cráneo bien conservado, aunque dañado por el proceso de fosilización, de este gran simio moderno, calificado como "el nudo donde empieza toda la historia de nuestra familia".

Recreación del rostro de 'Pau'. ICP

Los resultados del trabajo apoyan la hipótesis de que Pau es un homínido basal, de forma y tamaño similar al último ancestro común de los humanos y los grandes antropomorfos. "La forma de la cara es diferente a la de los orangutanes, gorilas y chimpancés actuales, pero pensamos que su tamaño y morfología corporal es bastante parecida al del último ancestro común de los grandes antropomorfos y los humanos", resume Sergio Almécija, investigador del AMNH y asociado al ICP.

"Las características del cráneo y los dientes son extremadamente importantes para resolver las relaciones evolutivas de las especies fósiles; y cuando encontramos este material en asociación con huesos del resto del esqueleto, nos da la oportunidad no solo de ubicar con precisión las especies en el árbol genealógico de los homínidos, sino también para aprender más sobre la biología del animal en términos, por ejemplo, de cómo se movía en su entorno", explica Kelsey Pugh, investigadora del Museo Americano de Historia Natural y una de las autoras principales del artículo científico.

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Anteriores trabajos sobre la pelvis, la forma de las falanges o la rótula del Pierolapithecus catalaunicus habían confirmado que se habría desplazado por encima de las ramas a cuatro patas en lugar de suspenderse de ellas, pero que también desarrolló otras características anatómicas que le habrían permitido adoptar posturas y comportamientos locomotores ortógrados (con el tronco erecto). Lo que sigue siendo tema de discusión científica es su posición en la filogenia de los homínidos: unos le sitúan como uno de los más primitivos y otros como uno de los primeros homininos.

Hominino u homínido

Los homínidos incluyen a todos los grandes simios, actuales (chimpancés, bonobos, orangutanes y gorilas) y extintos, mientras que los homininos son una subfamilia que incluye a los humanos, así como los integrantes de su línea evolutiva directa, gorilas, bonobos y chimpancés. Los orangutanes, miembros actuales del género Pongo, no pertenecen por tanto a este último grupo. La discusión reside en saber si Pierolapithecus es un hominino o, más probablemente, un homínido basal, de los más antiguos.

La importancia del nuevo trabajo radica en la posibilidad de reconstruir el aspecto original del cráneo y corregir la deformación del mismo. "El objetivo de esta investigación no pretendía solo saber cuál era la morfología real de la cara de Pierolapithecus sino comprender mejor las afinidades de sus rasgos faciales y reconstruir la historia evolutiva de la cara de los homínidos utilizando aproximaciones morfométricas comparativas de última generación", recuerda Sergio Almécija.

El rostro de Pau se muestra ahora más alto, con las órbitas y la apertura nasal más verticalizadas. "Más de 20 años después de su hallazgo, Pierolapithecus nos sigue proporcionando información relevante sobre nuestros orígenes y estoy seguro de que todavía nos reserva muchas sorpresas", comenta David M. Alba, director del ICP y uno de los investigadores que participó en la excavación del fósil. "Pero me ha costado un poco acostumbrarme a la nueva cara de Pau, es como si un amigo de toda la vida se hiciera una operación de estética", bromea.

Expansión por Europa

Hasta el descubrimiento de Pau, las evidencias más antiguas que se habían encontrado de este diseño moderno de simios correspondían a un Hispanopithecus laietanus ("Jordi") de hace unos nueve millones de años que se encontró en el yacimiento de Can Llobateres, también en Barcelona.

El registro fósil indica que los hominoideos experimentaron una primera radiación evolutiva en África durante el Mioceno Inferior, alcanzando un primer pico de diversidad hace unos 20 millones de años, según recuerda el ICP en una nota de prensa. A partir de principios del Mioceno Medio, algunos miembros de este grupo migraron hacia Eurasia, donde dieron lugar a una segunda radiación que alcanzó su máximo auge durante el Mioceno Superior (hace unos 8 millones de años). Hacia finales de esta época, el linaje humano se originó en África y progresivamente se expandió por todo el globo terráqueo. Los antropomorfos, en cambio, fueron quedando más restringidos a causa de cambios ambientales, hasta llegar a su distribución actual en el África tropical y el sudeste asiático.

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"Uno de los problemas persistentes en los estudios de la evolución de los simios y los humanos es que el registro fósil es fragmentario y muchos especímenes están distorsionados y se conservan de forma incompleta", dice Ashley Hammond, investigadora del Museo Americano de Historia Natural y otra de las coautoras del nuevo estudio. 

La reconstrucción virtual del cráneo de Pau ha desvelado que comparte similitudes en la forma y en el tamaño general de la cara con los grandes simios actuales y extintos, pero que también presenta rasgos faciales distintos que no se encuentran en otros antropoides del Mioceno medio. Según los investigadores, los resultados apoyan la posibilidad de que los hilobátidos, el grupo que incluye los gibones y los siamangs y que son de menor tamaño que los homínidos actuales, deriven secundariamente de un ancestro más grande.