Martín Merino, el cura republicano.

Martín Merino, el cura republicano.

Historia

Martín Merino, el cura republicano que intentó asesinar a la reina Isabel II de España en 1852

El sacerdote intentó clavarle un estilete en el abdomen, aunque las ballenas del corsé le salvaron la vida. 

1 septiembre, 2023 02:51

Martín Merino y Gómez fue un sacerdote republicano que acabó sus días tras ser ajusticiado en el garrote vil al haber intentado asesinar a la reina Isabel II de España en 1852. Un cura que se vio envuelto en más de un problema debido a sus radicales posturas políticas y sobre todo por su intento de regicidio.

Merino nació en Arnedo, La Rioja, en 1789 y con tan solo 19 años ingresó en los franciscanos. Aunque su formación sacerdotal tuvo un parón debido a la Guerra de la Independencia, en la que participó como guerrillero, permaneció hasta 1821 al servicio de la religión católica. Fue entonces cuando tomó partido de la revolución de 1822, intentando librar a España de Fernando Vll.

Como hemos dicho anteriormente, uno de los acontecimientos que caracterizan a este cura republicano fue el intento de acabar con la vida de Isabel II a golpe de estilete. El 2 de febrero de 1852, justo cuando la reina Isabel ll se disponía a ir a la basílica de Atocha para agradecer el nacimiento de su primogénita, Isabel "la Chata", la monarca tuvo una sorpresa.

El atentado de 1852.

El atentado de 1852.

El cura, 'escondido' tras su hábito, se coló en la basílica de Atocha, donde la reina tenía intención de presentar a su hija. Fue sorprendida por Merino, se arrodilló frente a ella como si quisiera pedir algún tipo de clemencia y al hacer la reina el gesto de agacharse para ver qué era lo que le ocurría al religioso, recibió una cuchillada en el costado derecho.

[Este fue Heliogábalo, uno de los emperadores más odiados del Imperio romano]

Tras este encontronazo la reina Isabel ll se desplomó y fue rápidamente socorrida por los guardias, mostrando su preocupación por su hija nada más cobrar la conciencia. En un primer momento se pensó que la reina fallecería, pues se desvaneció y permaneció inconsciente durante unos minutos tras recibir el impacto del estilete. Sin embargo, y para sorpresa de todos, la reina salió totalmente ilesa ya que los hierros que mantenían firme el corsé que llevaba le salvaron la vida. 

Acto seguido, todos los asistentes se encargaron de detener al autor del intento de regicidio, que fue arrestado por la Guardia Real. Según explicaría posteriormente, su verdadero objetivo eran la madre y regente María Cristina o el general Ramón María Narváez, pero se conformó con Isabel II.

Retrato de la reina Isabel II de España.

Retrato de la reina Isabel II de España. Museo del Romanticismo, Madrid.

El cura Merino, calificado por la mayoría de los historiadores como un perturbado, no tardó en ser ajusticiado. Se organizó rápidamente todo para que el juicio al regicida se celebrase al día siguiente, quedando demostradas todas las prueban incriminatorias e imponiéndole el tribunal la pena capital como condena. Cuatro días después de atravesar el costado de la monarca, Merino fue ejecutado a garrote vil en el Campo de Guardias. No obstante, la reina pidió que le perdonaran: "Que no lo maten por mi causa". Pero la sentencia fue firme, condenándole a la pena de muerte.

[Cayo Apuleyo Diocles, el deportista más exitoso (y rico) de la Antigua Roma nació en Hispania]

Finalmente, con el fin de que los restos mortales de Merino no se convirtieran en ningún tipo de reliquia para aquellos enemigos de la corona, se decidió incinerarlo y esparcir sus cenizas por la fosa común del madrileño cementerio del norte.

El vestido de la reina

Actualmente, el corsé que le salvó la vida a la reina Isabel ll de España se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional. Sorprendentemente, la prenda todavía tiene manchas de sangre ribeteando la punzada. 

La reina donó los vestidos que llevaba el día del atentado a la Virgen de Atocha, pero el corsé permaneció guardado casi treinta años en el Palacio Real de Madrid, considerado una reliquia al haber salvado la vida de Isabel II. Finalmente, fue donado al Museo Arqueológico Nacional en 1871 por el rey Amadeo de Saboya.