La aceleración del proceso de digitalización ha hecho de la transformación digital de las empresas la auténtica pieza clave para su evolución. Aunque el principal problema para muchos es no tener claro qué es o cuáles son los pasos específicos que hay que seguir. Como cualquier cambio, esta transformación digital debe llevarse a cabo a través de un plan adecuado. Luis Domínguez, profesor en la escuela de negocios The Valley, lo plantea como un viaje en el que el camino a recorrer es el mismo para empresa y consumidores. “Para las empresas es muy habitual hablar del customer journey. De ese viaje que emprende una persona hasta que se convierte en cliente, de sus etapas y de la importancia de la transformación digital para aproximarlo con eficiencia. Pero ese viaje empieza no en el consumidor, si no en la propia empresa”, señala Domínguez. 

Grande o pequeña, la empresa debe emprender el viaje como los consumidores, para lo que el experto establece una serie de etapas.

Notoriedad (te conocen). Las empresas deben estar informadas y formadas sobre las opciones que la transformación digital les ofrece. Para ello, nada mejor que capacitar en términos de digitalización al equipo directivo, al fundador y a todo aquél que participe en los procesos críticos de la empresa y tenga capacidad o influencia en la toma de decisiones.

Consideración (te tienen en cuenta). Una vez formados, deben decidir de entre todo el espectro las iniciativas de cambio que son más relevantes y de mayor impacto para su modelo de negocio y situación en el mercado. La clave de esta etapa es contar con asesoramiento experto independiente para aportar una visión fresca y crítica.

Acción (te compran). Tras la debida formación y el asesoramiento experto llega el momento de que la empresa tome las decisiones sobre qué procesos, herramientas, tecnologías, metodologías o partners son los adecuados frente a sus prioridades, recursos (económicos y humanos) y etapas.

La transformación digital suele ser reactiva. La mayor parte de las personas, y por ende las empresas, tienden a acomodarse ante la presencia de motivaciones exógenas que les fuercen a seguir progresando, sobre todo si gozan de una posición cómoda.

La competencia como factor movilizador

El factor competencia suele ser el que más mueve a las empresas y sus equipos directivos hacia una transformación. “Esta aproximación reactiva tiene un componente muy positivo, nada motiva más que ver cuestionada tu posición en la industria para acometer cambios y priorizarlos”, señala Domínguez. Aunque advierte que ese mismo factor puede llevar a tomar decisiones aceleradas o superfluas.

Por otro lado, Domínguez plantea la posibilidad de un escenario con alguna anomalía. “Puede que una empresa no esté sujeta a esa presión competitiva de base tecnológica, tanto por los competidores tradicionales como por los nuevos. Ese sería el mejor contexto para dar el primer paso, para abordar procesos de formación en digitalización”, explica el Country General Manager. Eso sí, habría que asegurarse de dicha anomalía, ya que hay pocos sectores ajenos a la presión competitiva surgida por la tecnología.

La sostenibilidad como principal beneficio de la transformación digital

Independientemente de si somos proactivos o reactivos de nuestra transformación digital, debemos tener claro que el principal beneficio de la transformación digital es la sostenibilidad. “Es evidente que aquellas empresas o proyectos que incorporan desde la base las capacidades que la tecnología nos ofrece cuentan con una de las condiciones necesarias, aunque no suficientes, para acometer un viaje de largo recorrido”, puntualiza el experto.

A nivel empresarial, la transformación digital, según establece Luis Domínguez, impacta en varios puntos clave como son el entorno competitivo, los modelos de negocio, la relación del consumidor y las marcas y el conocimiento del consumidor por parte de las marcas. Aunque para el experto hay dos impactos en los que verdaderamente está la clave de la transformación digital.

Por un lado, impacta en todo lo relacionado con el capital humano de las empresas, con las personas (organizaciones, capacidades, perfiles, procesos y la propia cultura de la empresa). Por otro lado, hay que recordar que la transformación digital es un proceso permanente, un estado mental de la organización que se traduce en procesos y políticas que hagan de la innovación y transformación algo recurrente y nada excepcional.

Democratización de la transformación digital

Uno de los rasgos de la transformación digital es su accesibilidad. “Los nuevos modelos de negocio están permitiendo el acceso generalizado a tecnologías de última generación a cualquier empresa o sector. Esta se explica por la confluencia en estos años de varias tecnologías como son las redes móviles, los smartphones, la inteligencia artificial, las plataformas de acceso al talento digital y, sin duda, la nube con su capacidad de almacenar y procesar la información”, expone Domínguez.

Esta última, para este experto, ha reducido las altas barreras de entrada que existían a la hora de desarrollar cualquier proceso de digitalización en las empresas. Esta evolución hay que interpretarla a través del tiempo. Antaño, todas las infraestructuras de tecnología de la información estaban instaladas en la propia empresa, lo que hacía que el proceso de innovación tecnológica resultase muy costoso y requiriera un amplio conocimiento.

“Este conocimiento solía y suele estar muy alejado del negocio principal de las compañías y era la principal barrera para desarrollar e innovar digitalmente. Son dos barreras de entrada muy altas, tanto para startups como para corporaciones. Gracias a las infraestructuras en la nube, las inversiones necesarias para probar si un prototipo tiene encaje en el mercado y merece la pena seguir invirtiendo en su desarrollo completo, han bajado drásticamente” concluye Domínguez.

La formación como primer paso hacia la transformación digital

La transformación digital surge del cambio de los modelos productivos y plantea un debate sobre cómo afecta a la cantidad y calidad del factor trabajo. Las mejoras en productividad y el crecimiento que suele conllevar son esenciales para, la sostenibilidad de un sector, de una empresa.

Estas mejoras deben estar acompañadas de políticas de empresa que prioricen el mejor uso de su capital humano en aquellas áreas y tareas donde la tecnología todavía no llega. “Mientras todo esto sucede, y más el contexto que 2020 nos deja, es cuando las empresas deben priorizar en la formación de su capital humano como primer paso hacia la transformación digital”, concluye Luis Domínguez.

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