El recorrido de la gira de los Reyes.

El recorrido de la gira de los Reyes.

Política LA CORONA

La vuelta a España en 37 días: la histórica gira de los Reyes, entre la Covid y el bochorno de Juan Carlos

La primera gira real alrededor de España ha obligado a los Reyes a lidiar en público con los ataques de Podemos, las protestas del nacionalismo y el escándalo de Juan Carlos I. 

2 agosto, 2020 03:16

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Una visita de los Reyes es mucho más que un simple acto institucional. Como del atún de Barbate, de ella se aprovecha hasta el último pedazo y tanto por parte de amigos como de enemigos, equidistantes e indiferentes. 

Los partidos republicanos la utilizan para impulsar su agenda antimonárquica. El nacionalismo, para personificar en la Corona a ese enemigo exterior al que culpar de todos los males de la patria. Los partidos de gobierno, para escenificar normalidad institucional. Extraoficialmente, las estrategias son mucho más complejas que eso.

Pero una gira de los Reyes no es sólo un acto político, sino también comunicativo. La prensa rosa ha analizado hasta la extenuación detalles como el de los coches utilizados por los Reyes, desde un Mercedes Clase S de 550.000 € hasta los mucho más modestos Renault Space o Ford Mondeo híbrido. La prensa política ha sopesado una y otra vez el papel que debe jugar la monarquía en una democracia del siglo XXI. Y las redes sociales han escenificado en el terreno de lo virtual la batalla que jamás se dará en las urnas. 

De Canarias a Llaneras

La primera gira alrededor de España de los Reyes acabó este jueves en Llaneras (Asturias) tras 37 días de viajes. Felipe VI y la Reina Letizia han visitado todas las comunidades autónomas con la única excepción de Madrid. Zarzuela niega que la iniciativa haya tenido algo que ver con las informaciones sobre la relación entre Juan Carlos ICorinna Larsen

La gira, que ha abarcado tanto grandes ciudades como pequeñas localidades, empezó el 23 de junio en Canarias y llevó a los monarcas hasta Sevilla, Córdoba, Valencia, Cieza, Jaca, Bilbao, Poblet, Mérida, Torrelaguna y Gijón, entre otras muchas poblaciones españolas. 

Habría que retroceder hasta la luna de miel oficial de los Reyes en 2004, cuando Felipe y Letizia visitaron ciudades como Cuenca –la primera localidad en la que recalaron tras su boda-, Albarracín, Zaragoza, Olite o San Sebastián, para encontrar una concatenación de actos institucionales de los Reyes siquiera remotamente comparable a esta gira.

El objetivo de ambas iniciativas ha sido, sin embargo, muy diferente.

Dos crisis simultáneas

Con esta gira, programada según afirma Zarzuela antes de que saltara a la prensa el escándalo de Juan Carlos I, los Reyes han querido tomarle el pulso a una España azotada por dos crisis simultáneas.

En primer lugar, la de la epidemia de Covid-19 que ha acabado con la vida de casi 50.000 españoles.

En segundo lugar, la de la consiguiente crisis económica, que apenas acaba de empezar a asomar la cabeza con una caída sin precedentes de un 18,5% del PIB. Habría que retroceder hasta 1936 para encontrar un dato económico tan catastrófico como el de este año. Y a nadie escapa que ese, el de la excepcional encrucijada histórica en la que se encuentra el país, ha sido uno de los principales motivos de la gira real. 

El bochorno provocado por las revelaciones sobre el emérito han obligado, sin embargo, a reconvertir la gira en un acto de escenificación de normalidad institucional y de distanciamiento respecto a las actividades del emérito Juan Carlos I, del que podría estar ya escrito su destino lejos de Zarzuela.

Protestas a medio gas

El balance de la gira, como ocurre durante las noches electorales, depende del color del cristal con el que se mire. Para Podemos y los nacionalismos periféricos, la gira ha sido uno de los últimos clavos en el ataúd de la monarquía y un paso más hacia la soñada república.

Para PSOE, PP, Vox y Ciudadanos, la gira de los Reyes ha sido un acto institucional más de la Casa Real. Al menos oficialmente. 

Desde el punto de vista de su impacto entre la ciudadanía, la gira ha tenido un resultado agridulce. Las protestas han sido mucho menores de lo previsto, pero también el interés ciudadano por una gira cuyo concepto ha quedado desfasado desde el punto de vista del marketing político. La comunicación corre hoy por senderos muy diferentes a los de hace sólo unas décadas y la Casa Real todavía intenta dar con la tecla que la actualice sin que eso afecte a la esencia de una institución con siglos de historia a sus espaldas

Protestas anecdóticas

Las protestas contra los Reyes han sido anecdóticas. En Sevilla, Felipe y Letizia pudieron oír algún grito de "más trabajo, menos caridad" durante su visita al barrio de las 3000 viviendas. En Badajoz se escuchó algún grito espontáneo de "viva la república". En Tarragona, los Mossos d'Esquadra cargaron contra unas pocas docenas de manifestantes que se habían reunido para protestar contra los Reyes. En Gerona, radicales independentistas quemaron neumáticos en las vías del AVE.

El nacionalismo ha mordido menos de lo que ha ladrado y la extrema izquierda ha mostrado escaso músculo republicano. Los actos de protesta han sido escasos y se han saldado con un relativo fracaso de los organizadores, generalmente asociaciones y entidades del entorno de Podemos, como la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía-Sevilla, o del nacionalismo vasco y catalán.

Ya sea por el buen trabajo del equipo de seguridad que siempre acompaña a los Reyes, por las altas temperaturas, por la epidemia o por falta de entusiasmo republicano, la gira de los Reyes no ha provocado mayores problemas que los de cualquier otro acto institucional de los monarcas. 

El relativo fracaso de las convocatorias de protesta republicanas ha obligado a la prensa más afín al republicanismo a recurrir a las socorridas redes sociales. Artículos como Las redes sociales piden la abdicación de Felipe VI o La petición que triunfa en Twitter para que el Rey sea sustituido por Fernando Simón han ocupado el hueco en las portadas reservado a las inexistentes o muy mermadas protestas callejeras contra los Reyes.

Ni siquiera los también socorridos sondeos de opinión han dado demasiadas alegrías al republicanismo. Las encuestas han insistido en mostrar un equilibrio casi perfecto entre partidarios y detractores de la monarquía, con ligera ventaja para unos u otros en función de la coyuntura política o de las simpatías del medio en concreto.

Tampoco la aprobación ciudadana de Felipe VI parece haber sufrido sobresaltos. Si uno de los objetivos de la gira era desvincular al Rey de las actividades de su padre, nada parece indicar que el empeño haya fracasado o resultado contraproducente. 

Podemos, contra el Rey

Mayor recorrido han tenido las declaraciones de representantes institucionales como las de la gaditana Teresa Rodríguez, presidenta de Adelante, que llamó "parásitos" a los Reyes. O como las de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que aprovechó la publicación de las noticias sobre los 65 millones de euros que Juan Carlos habría entregado a Corinna Larsen "por gratitud" para exigir un referéndum sobre la monarquía.

Para Podemos y sus confluencias y escisiones regionales, la gira de la monarquía ha sido el recurso que ha permitido desviar la atención de los escándalos que han implicado a Pablo Iglesias durante las últimas semanas, y entre ellos el relacionado con el robo de la tarjeta de Dina Bousselham y las dudas sobre la financiación del partido o la posible existencia en él de una caja B. También, de la responsabilidad de la formación morada en la gestión de la crisis y en sus consecuencias tanto sanitarias como económicas. 

Ambigüedad sanchista

Más ambigua ha sido la respuesta de Pedro Sánchez. Son ya habituales las informaciones que hablan de restricciones de agenda, de confinamiento casi forzoso en Zarzuela y de arrinconamiento del Rey por parte del presidente del Gobierno.

Ejemplo de ello es el funeral de la Almudena por las víctimas del Covid-19. Un funeral que presidieron los Reyes, al que no acudieron ni Pedro Sánchez ni Pablo Iglesias y que fue ninguneado por RTVE e incluso ridiculizado por personajes del mundo de la cultura y del espectáculo a los que se supone cierta cercanía con Moncloa. 

Pero, oficialmente, las declaraciones del Ejecutivo han mantenido el tono institucional de rigor. El mensaje desde Moncloa ha sido de respeto por las decisiones judiciales y por la presunción de inocencia, de respeto por la Constitución y de clara distinción entre las actividades de Felipe VI y las de Juan Carlos I. Y de ahí que la palabra más citada durante las últimas semanas haya sido la de cortafuegos. 

Pero, extraoficialmente, declaraciones como las que calificaban las informaciones sobre el emérito de "inquietantes y perturbadoras", o como las que pedían limitar la inviolabilidad de la figura del Rey, han sido recibidas en Zarzuela con sorpresa. Si algo ha quedado claro durante los dos últimos años entre los miembros y el personal de la Casa Real es que la actitud de Pedro Sánchez respecto a la monarquía no es la misma que la de Felipe González, José María Aznar o Mariano Rajoy.

Como Alfonso XIII

Felipe VI no ha hecho alusión alguna a los problemas de su padre durante la gira real. Hayan sido o no estos los causantes de la decisión de emprender esta gira, lo que parece obvio es que esta no tendrá el impacto de la que en 1922 llevó a su bisabuelo Alfonso XIII a recorrer a caballo la comarca cacereña de Las Hurdes para comprobar de primera mano las inquietantes noticias que llegaban a Madrid del subdesarrollo de la región. 

De aquella visita aún se habla en los libros de historia aunque no tuviera el efecto deseado por el Rey.

Tras la visita de Alfonso XIII se llevaron a cabo algunas iniciativas sociales en la región, como la construcción de varias factorías que comprendían escuela, hospital, estafeta de correos y puesto de la Guardia Civil. Pero la región continuaba en el subdesarrollo cuando, en 1933, Luis Buñuel filmó en ella el documental de 27 minutos Las Hurdes. Tierra sin pan. Un documental manipulado y que exageraba los problemas de la región, pero que forma parte ya de la leyenda negra española contemporánea. 

La España de 2020 no se parece en nada a la de 1922 o 1933. Tampoco son los mismos los poderes reales que atesoraba Alfonso XIII en la tercera década del siglo XX que los que atesora Felipe VI en la actualidad. El margen de maniobra para un Rey del siglo XX era mucho mayor que el de un Rey del siglo XXI.

Pero la debilidad intrínseca de la Corona en España, en comparación por ejemplo con la de la monarquía británica, no tiene nada que ver con la debilidad de sus poderes institucionales, prácticamente equivalentes a los de Isabel II

Los defensores de la monarquía han alabado la iniciativa de la gira real, pero han pedido también un paso al frente más contundente. Un gesto que ponga pie en pared frente a los embates de un republicanismo que se supone menos activo y movilizado de lo que transmiten los medios, y que sintonice mejor con los intereses de la comunicación contemporánea. Piden, en fin, el salto de las páginas de la prensa rosa a las de la sección de política. Una reunión del Rey con los expresidentes de Gobierno españoles, por ejemplo