Cuando se constituyó la Comisión parlamentaria para la Reconstrucción Social y Económica, este jueves, todos los grupos colocaron en ella a sus primeros espadas. Con la ventaja de que, según la propuesta registrada por PSOE y Unidas Podemos, todos los partidos están representados, los líderes de cada grupo -por pequeño que sea- tendrán su cuota de protagonismo: de Íñigo Errejón (Más País) a Iván Espinosa de los Monteros (Vox); de Edmundo Bal (Cs) a Gabriel Rufián (ERC); de Tomás Guitarte (TE) a Adriana Lastra (PSOE).

Todos los grupos eligieron a sus portavoces parlamentarios, los más duchos en el debate y la pelea política, para negociar en ese trascendental foro un pacto que promete ser clave para la España posterior al coronavirus. Todos menos el Partido Popular, que optó por dejar fuera a Cayetana Álvarez de Toledo. La decisión de la cúpula del PP ha reavivado las tensiones de una guerra soterrada entre el grupo parlamentario y la dirección del partido.

No es la primera vez que se dejan traslucir los problemas de convivencia y la lucha de egos con los que Génova trata de manejar la estrategia parlamentaria popular. Parece que hubiera ocurrido un par de eras geológicas atrás, pero sólo hace tres meses, a principios de febrero, la discusión en el Partido Popular giraba en torno a si los conservadores debían seguir apostando por el proyecto de España Suma, la convergencia de todo el centro derecha, o si la mejor vía era la de acuerdos quirúrgicos con Cs según territorios.

Cayetana Álvarez de Toledo, Pablo Casado y Teodoro García Egea, en el Congreso de los Diputados. Efe

Claro, era la época en la que había que armar candidaturas autonómicas en País Vasco, Galicia y Cataluña. El juego de tira y afloja entre 'Teodoros' y 'Cayetanos' le costó el puesto a Alfonso Alonso, relevado por Carlos Iturgaiz de cara a los comicios vascos. En Galicia, el barón más poderoso del partido, Alberto Núñez Feijóo, se salió con la suya salvaguardando la marca PP para los comicios regionales. Y en Cataluña, Alejandro Fernández supo mantener firmes a los populares en la negociación con Cs para cuando Quim Torra no aguante más.

A la defensiva

La batalla quedó escondida, para los despachos y las jugadas tácticas de unos y otros. Pero ahora, cuando se retoma el pulso político con la desescalada, resurgen las dudas internas. Las fuentes consultadas no quieren atribuir a nadie la decisión de que Álvarez de Toledo no sea la cara visible del PP en la comisión de los pactos. "Hemos elegido a Ana Pastor, que fue presidenta del Congreso y ministra de Sanidad, nadie puede decir que boicoteamos la comisión bajando el nivel", responden a la defensiva.

Pasado más de un mes desde que Pedro Sánchez aceptó el reto de Inés Arrimadas para sacar adelante unos nuevos Pactos de la Moncloa, éstos se han convertido en una comisión parlamentaria, han cambiado de nombre... y aún no ha habido ningún trabajo. De hecho, cualquier contacto entre el Gobierno y el principal partido de la oposición se ha limitado a mensajes informales sin mayor avance.

Lo único que se ha hecho fue, el jueves 7 de mayo, una sesión institucional para constituir la comisión y elegir su mesa de gobierno. Una votación en la que funcionó la mayoría absoluta de PSOE y Unidas Podemos. Aún no hay ni plan de trabajos, ni estructura, y ni siquiera está definido el funcionamiento de los trabajos. Por ejemplo, si los grupos tendrán todos la misma representación -en tiempos y capacidad de propuesta de ponentes- o si se hará de manera ponderada.

Puerta abierta

La jugada de Pablo Casado, planteándole a Sánchez la exigencia de que los pactos fueran a la Cámara Baja para que tuvieran "luz y taquígrafos" fue una victoria efímera. El líder socialista ha impuesto a Patxi López (PSOE) como presidente y a Enrique Santiago (PCE) como vicepresidente de la comisión. Y ahora hay quien señala directamente a Casado como el responsable de que sea Pastor y no Álvarez de Toledo quien lleve la voz cantante en los trabajos.

Lo que es evidente es que una decisión así no se toma sin la aquiescencia del presidente del partido. Y que todos los demás grupos han puesto toda la carne en el asador. De los 46 diputados que participarán en los trabajos, 13 son del PSOE, nueve del PP, cinco de Vox, cuatro de Unidas Podemos, uno de Cs, ERC, PNV y Bildu; y cuatro más de Grupo Plural, y siete del Mixto para que todas las formaciones puedan aportar sus ideas.

Meritxell Batet, presidenta del Congreso, desinfecta el puesto del presidente de la comisión para la reconstrucción, Patxi López. Efe

En el seno del PP, sin querer entrar en las razones, se apunta a que la portavoz parlamentaria podría haber preferido quedar fuera de la comisión para que su potencia como azote opositor quedara "liberada", ante unos trabajos que en el PP todavía despiertan recelos. La desconfianza con Pedro Sánchez es tal que el perfil de Pastor encajaría más con la idea de ofrecer un perfil pactista dentro y dejarse una puerta abierta a la crítica desde fuera.

Estrategia propia

La última votación de prórroga del estado de alarma dejó descolocado al PP en el hemiciclo. Desde Génova se guardaron las cartas, amagando con el voto negativo hasta última hora, pero el acuerdo de Ciudadanos para darle sus votos a Sánchez terminó de forzar la posición popular. Esa aparente falta de estrategia propia fue denegada argumentando que los compromisos del Gobierno con Cs incluían las reivindicaciones del Partido Popular, razón por la que se concedió la abstención.

Pero lo cierto es que las estrategias del grupo parlamentario y de la dirección del partido son divergentes en muchos puntos desde el inicio de la legislatura. Cuando Ciudadanos, disminuido a 10 escaños en el Congreso y con raquíticos sondeos electorales -incluso en su cuna catalana-, parecía sacar la bandera blanca hace sólo tres meses, el equipo más cercano a Cayetana Álvarez de Toledo se sintió legitimado para impulsar un pacto total con los naranjas. 

La portavoz parlamentaria popular se dejó ver sin remilgos de la mano de Inés Arrimadas, revitalizó su plataforma Libres e Iguales de la mano de referentes más cercanos al centro izquierda -como Rosa Díez y Fernando Savater- y fomentó las iniciativas parlamentarias en las que aparecían las firmas conjuntas de portavoces de PP y Cs. Desde que comenzó la emergencia del coronavirus las aguas populares parecían en calma... hasta ahora.

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