Un día, Eduardo Uriarte Romero (Sevilla, 1945) empezó a llevar pistola. Era un arma vetusta, oxidada, muy vieja. Se la consiguió uno de sus compañeros, otro terrorista de la banda, y empezó a llevarla enfundada en el cinturón. Dice que nunca llegó a utilizarla.

Uriarte entró a formar parte de ETA en los años de la dictadura. Su familia emigró al País Vasco cuando era un crío, y tiempo después, en 1964, entró en contacto con las bases de la banda terrorista. Su primera labor fue la de repartidor de panfletos propagandísticos de la organización.

Cinco años más tarde, la Policía le detuvo durante la primera incursión en Cantabria. Al año siguiente, en 1970, durante el juicio sumarísimo conocido como proceso de Burgos, fue condenado en calidad de autor intelectual a dos penas de muerte por terrorismo y asesinato.

De aquello se cumplen ahora 50 años. Se trata de un hecho que subyace desde entonces como parte fundamental del imaginario de la banda. El episodio sirvió como justificación, acaso como el argumento más poderoso con el que legitimaban su actividad armada. Y fue, sin duda, el juicio más famoso a integrantes de la banda. 

En su artículo El franquismo ante el proceso de Burgos, publicado en la revista académica Araucaria, los historiadores Gaizka Fernández Soldevilla y José Francisco Briones explican cómo la mitificación de aquel juicio lo transformó en uno de los hitos fundacionales de ETA. Se convirtió en todo un leitmotiv abrazado por el universo abertzale durante las décadas venideras.

Uriarte es un personaje complejo, un gran conversador, un tipo afable plagado de aristas y de las contradicciones propias de quien formó parte del gremio de los verdugos y luego rectificó. En 1977, la llegada de la democracia trajo la aprobación de la Ley de Amnistía y con ella, la excarcelación y el perdón de todos sus crímenes. 

No rehúye ninguna de las materias que le plantea el reportero de EL ESPAÑOL durante la entrevista, realizada esta misma semana con motivo de la efeméride. Se sigue considerando un hombre de izquierdas. Abomina, eso sí, de la izquierda actual. Reniega del PSOE de Pedro Sánchez y de las formaciones que rodean a su Ejecutivo y le han aprobado los Presupuestos Generales del Estado.

Su línea roja sigue instalada en el mismo lugar que hace 45 años. Por eso le resulta "aberrante" el acuerdo con EH Bildu. Al traspasar el umbral de la Transición, muerto Franco, constató que ETA no solo mataba, sino que vertía todavía más sangre inocente que antes. Uriarte abandonó entonces la organización. Vivió con escolta. Verbalizó su rechazo a la violencia. Mutó en uno de los críticos más feroces con el nacionalismo vasco. Hasta que depuso las armas, ETA le mantuvo en su lista negra.

¿Por qué entró usted en ETA? 

Yo era un joven preocupado por la política. Estábamos en una España en la que la dictadura no parecía ofrecer expectativas a alguien cuyo padre había estado en la cárcel por ser republicano. Pasó allí mucho tiempo, fue amnistiado el mismo día que yo. Además, yo estaba repleto de inseguridades. Tenía ciertas concepciones existencialistas sobre cómo aprovechar y encarar los retos de la vida. Mi formación era de clara influencia religiosa. Había pasado por un colegio de frailes en Vitoria. Fue allí donde un compañero me habló de ETA por primera vez.

¿Cómo fue?

Me habló de la libertad en Euskadi, del pueblo oprimido. Decía que había que hacer algo al respecto. Entré también, en parte, porque me aburría. No tenía mucho sentido la vida, creía yo, si no la desempeñaba en algo importante.

La primera toma de contacto.

Me dieron algunos panfletos para repartir. Tenía que ir al Aberri Eguna [Día de la Patria Vasca], me pidieron que escribiera algunas cosas, que fuera lanzando octavillas por la calle. Hicimos huelgas en la facultad, algunas carreras por las calles, algún amigo cayó detenido. Hasta que en el año 67 ya vinieron a por nosotros. Recuerdo estar haciendo un examen en Bilbao cuando me llegó el aviso de que estaban deteniendo gente. Pasé dos años en la clandestinidad, de piso en piso, de parroquia en parroquia y algunas noches al raso. 

Hasta que le atraparon.

Hasta que me cogieron, en Santander en el año 1969.

Protestas durante el proceso de Burgos. Efe

El proceso de Burgos es quizás el embrión de la falsa idea de ETA como 'fuerza democrática' legitimada por su oposición a la dictadura. La banda se escudó así de todo lo que vino después.

La oposición estaba cansada de tantos años de dictadura. Entrar en ETA podía ser considerado, por personas que procedían de la democracia cristiana, no ya digamos del PSOE, como un error de juventud, un exceso, pero en el fondo creían que la responsabilidad de la situación seguía siendo del franquismo. Uno con los años y los estudios descubre que ETA no necesitaba que la provocaran para nacer: era animada a ir más lejos a través de una política permisiva por parte del franquismo.

Yo me enteraba de lo que era ETA leyendo la prensa del régimen. Onaindia esperaba en un estanco de Bilbao a recoger el primer ejemplar de Hierro, el periódico vespertino del Movimiento. Terrorismo por entregas. El resto de la prensa comercial fue autorizada a hablar de ETA en las primeras páginas. Eso acabó en una especie de farsa de Nuremberg cuando se nos detuvo a todos y se organizó el proceso de Burgos. Ahí exhibieron a ETA como una amenaza muy grande en el sur de Europa que hiciera respetable la continuidad del franquismo. 

Pero ETA mataba en aquel entonces. Era ya un peligro.

Muy pequeñito. Nos ofrecieron un escenario, organizaron toda la tramoya, se lo ofrecieron a todas las agencias informativas del mundo... y se convirtió en todo lo contrario.

Esa es la justificación que luego utilizaron para actuar con mayor violencia.

Para ETA, el proceso de Burgos legitimó la necesidad de la acción violenta. En gran medida, la banda sobrevive durante la democracia teniendo como referencia su oposición durante el franquismo. Esa mirada romántica legitimadora hacia ETA hizo que muchos demócratas europeos viesen a España como una democracia ilegítima porque ETA seguía matando. Esa idea caló, la de que la democracia española estaba refrendada por el franquismo porque ETA sobrevivía matando más que nunca. 

Estaba más dispuesto a morir que a matar... si yo me encuentro a Pardines en la carretera, ni se me hubiera ocurrido matarle

¿Estaba dispuesto a matar?

A arriesgar mi vida, sí. Sartre dice en una de sus obras que los pequeños burgueses estamos más dispuestos a morir que a matar. A morir, sí. A matar tengo mis dudas. De haberme encontrado a Pardines en una carretera, ni se me hubiera ocurrido matarle. Yo no le hubiera disparado. Una vez hice el gesto de llevarme la mano al cinturón cuando se me acercó una persona. Y luego pensé menos mal que no decidí sacarla. Uno no reconoce hasta dónde puede llegar a ser canalla. Yo creo que no. 

Llevaba pistola.

Una pistola, sí, una pistola vieja, muy vieja, de la Guerra Civil, que había pertenecido al maquis. Estaba absolutamente oxidada. Uno que entendía de arreglar escopetas la lijó y me la dejó más o menos presentable. Disparaba mal, pero disparaba. Nunca llegué a usarla.

Cuál fue la acción más violenta que llevó a cabo.

Cuando logré escaparme un día de 12 o 13 controles de la Guardia Civil. Sencillamente aceleré cuando los agentes me apuntaron con sus mosquetones. Había una reunión en Ondárroa, y al volver me encontré una serie de varios controles. Cuando presenté el libro del coronel Sánchez Corbí, dije que la Guardia Civil tenía entonces muchas deficiencias porque hasta yo me había conseguido escapar [ríe].

¿Qué le hizo cambiar?

No era muy nacionalista. Era más un hombre de izquierdas que desde la enfermedad de Franco fue consciente de que España tendía ya a la democracia. Recuerdo una frase que escribí en el año 74 y a la que suelo agarrarme: "En caso de que España llegue a ser una democracia por voluntad del pueblo, la violencia carece de ningún sentido moral por parte de ETA". Con el atentado de la calle Correo, el de la cafetería Rolando, constaté que ya nos encontrábamos descaradamente ante el terrorismo. 

¿Cuándo rompe con ETA?

Mantenía mis escrúpulos y se me notaba a disgusto con el maridaje que pudiera existir con la organización. Iba al País Vasco francés para explicarle a gente de ETA el avance del proceso autonómico, como se creaba la Administración. Me di cuenta de que había que ir creando un ambiente en el que ellos mismos fueran conscientes de que no tenía sentido continuar con las pistolas. Si tenía que aguantar aquellos viajes era, sin duda, porque empezaba un proceso de liquidación de ETA Político-Militar. 

Imagen de la época de algunos de los etarras procesados: Xabier Larena (1), Mario Onaindia (2), Antxon Karrera (3), Xabier Izko de la Iglesia (4). Abajo, Jokin Gorostidi y Josu Abrisketa.

¿Recuerda por qué empezó a llevar guardaespaldas?

Fue en el año 1997. Era concejal en el ayuntamiento de Bilbao. Se me presentó el edil delegado de Policía Municipal, y me dijo 'oye, hay algunos rumores. Te vamos a poner escolta. Te van a acompañar'. A mí me parecía un poco exagerado, pero pocos días después empezaron a llegar a casa postales con amenazas de muerte. Me consideraban responsable de la presión que sufría el pueblo vasco. Me decían que me atuviera a las consecuencias por el papel político que estaba realizando. Lo denuncié. Se archivó a las pocas semanas. También llegaron a sacarme fotos junto al coche en la calle cuando salía de casa. Mes y medio o dos meses después de aquello asesinaron a Miguel Ángel Blanco

¿Todavía sale protegido a la calle?

Desde entonces y hasta 17 años después, estuve con escolta. Hasta 2013, después del cese definitivo de la actividad armada. 

Es aberrante que quienes no han renunciado al terrorismo sean legitimados haciéndoles pertenecientes al bloque de dirección de Estado

¿Ha leído 'Patria'?

Sí y me fijo en lo que dijo Arcadi Espada en un comentario de hace poco en El Mundo. La hija de Zamarreño, el único personaje real que sale en la serie de televisión, dice que le gustaría que su nieto pudiera ir con la cabeza bien alta sin que le señalasen con el dedo. Sabíamos que venían a por nosotros, pero había que defender la democracia como fuera, aguantar el escudo que nos sostenía, el marco de libertad común que se llama España. Lo otro son mentiras que permiten y legitiman el asesinato.

Bildu nunca ha renegado abiertamente de la historia criminal de ETA. 

Me parece absolutamente aberrante. Que quienes no han renunciado al terrorismo ni a ser lo que son por haber asesinado a 850 personas sean hoy legitimados y exaltados, haciéndoles pertenecientes al bloque de dirección política de Estado... Han generando una fractura social entre los que creemos en la legalidad y los que consideran que se puede ser socio de gente que ha asesinado. Todo empezó con Zapatero, con aquel largo proceso de negociación encaminado a constituir un bloque dirigente en el que iban encaminando a Herri Batasuna hacia el futuro.

Hace unos días, el ministro Marlaska aseguraba en una entrevista que lo mejor sería que Otegi abandonase la vida política. 

Lo mejor hubiera sido que el Constitucional se hubiera liberado de las presiones del PSOE, y no hubiera legalizado a EH Bildu sin haber hecho antes auto de fe de condena del terrorismo. Marlaska pertenece a un partido que acepta el apoyo de Bildu siendo el secretario general Arnaldo Otegi. Es puro encubrimiento del oportunismo. Es la necedad política de una izquierda que se cree progresista pero que pacta con reaccionarios. El PSOE cae en los mismos errores que el anarquismo en la Segunda República, en este nuevo bloque constituido con los seguidores de ETA.

Recibimiento en Oñate (Guipúzcoa) de Xabier Ugarte, uno de los secuestradores de Ortega Lara. Efe

En paralelo al apoyo de Bildu al Presupuesto, el Gobierno ha acercado a decenas de etarras presos a cárceles próximas al País Vasco. 

No he sido víctima directa, pero que se acerque a los presos no me causa mayor preocupación, salvo por el hecho de que se convierta en una especie de pago o contrapartida a cambio de los Presupuestos. Pero el problema, que viene de atrás, no es el acercamiento, sino las concesiones políticas que se ha hecho en estos momentos al discurso político de ETA y a sus vicarios. La gente que está en la cárcel algún día va a salir. Pero ese cómo salen es responsabilidad de los que han otorgado legitimidad política a ETA. Eso sucede porque se les ha hecho respetables, haciendo respetable a los vicarios de ETA. Los 'ongi etorris' son responsabilidad del PSOE de Pedro Sánchez. Este sanchismo tiene más que ver con el sindicalismo anarquista de Largo Caballero que con un partido de Estado.

Bakartxo Ruiz, parlamentaria de Bildu en Navarra, ha llegado a decir sobre los recibimientos a etarras que habría que darles "un sentido de normalidad".

El sentido de normalidad de un reo es que vaya a su casa, esté tranquilo y se busque un trabajo. O vaya a un sitio donde pueda ser aceptado con discreción. No convertir en un acto rutinario de exaltación política la llegada de la gente condenada por múltiples asesinatos. 

Es tan esperpéntico... el idioma común, fuera de la escuela; los etarras, recibidos con alabanzas; quienes no condenan el terrorismo, socios del Gobierno. ¡Es el mundo al revés! 

Quien lea esta entrevista, pensará: "Lo que dice viniendo de donde viene".

Algunos de los que estábamos en ETA vimos que con la democracia la continuidad de ETA como política era una aberración y un crimen. Es tan esperpéntica la situación política española que ninguna república occidental admitiría ni por asomo lo que se está produciendo aquí: el idioma común de todos los españoles, fuera del sistema educativo; a los etarras, a recibirlos con alabanzas; quienes no condenan el terrorismo, parte del bloque de gobernabilidad. ¡Es el mundo al revés! Aberración tras aberración, en función de una lógica totalmente disparatada y violenta. 

¿Se sigue considerando de izquierdas?

Sí, mi cultura es profundamente de izquierdas. Siempre lo he sido porque conectaba con la humanidad y el racionalismo, no con la sentimentalidad y el revanchismo. La izquierda no es ir a por el patrón o el policía, sino crear un espacio de convivencia donde las reformas sean posibles y donde las barreras sociales y la explotación de unos por otros sean minimizadas por la actividad política. 

Hace unos días, el exdirigente de Batasuna Patxi Zabaleta defendía en EL ESPAÑOL la amnistía para los etarras como en 1977. 

No debe existir final digno para ETA. Porque si lo tiene, entonces ETA vencerá como lo está haciendo ahora. Se le dio una salida digna con la legalización de Bildu y mira dónde tenemos a Bildu ahora y cómo es la política en España. No hay posibilidad de amnistía. Solo hay posibilidad de amnistía para los etarras con un gobierno de Frente Popular, como el que tenemos ahora.

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