El periodista e investigador Florencio Domínguez anticipa en el prólogo de Heridos y olvidados que el libro ofrece un “importante caudal estadístico” sobre aquellas personas que, sin llegar a perder la vida en manos de los terroristas, han sufrido las consecuencias directas de sus atentados. Sin datos, la realidad se diluye; sus protagonistas no tienen una referencia a la que aferrarse y están abocados a la indiferencia más dolorosa.

¿Cuántos heridos ha dejado el camino de ETA? Hasta ahora no se sabía, pero la obra lo pone en negro sobre blanco: 2.597. Sus autores, María Jiménez y Javier Marrodán, revisten la cifra con la humanidad de testimonios inéditos, como el de Natividad Astudillo, alcanzada por la bomba que colocó un comando etarra en la madrileña cafetería Rolando en 1974: “Nadie me ayudó, nadie me llamó un día para preguntarme cómo estaba o cómo había sido mi vida después del atentado”.

Heridos y olvidados, los supervivientes del terrorismo en España (La Esfera de los Libros) es un clamor a través de las estadísticas. Las cifras, siempre tan frías, laten ahora para desterrar el olvido. No es una guía definitiva, dicen en las primeras páginas, sino una llamada a abrir más caminos en la memoria. Sus páginas recogen datos de los heridos por todo tipo de terrorismo en nuestro país: de los yihadistas, de la extrema derecha, de los GRAPO, del FRAP, de ETA. En total, 4.696 personas.

ETA, con su medio siglo de existencia, ha sido la organización que ha provocado un mayor número de heridos, con un total de 2.597. “Por primera vez, la Dirección General de Apoyo a las Víctimas del Terrorismo del Ministerio de Interior ha aportado cifras oficiales acerca de las personas reconocidas como heridas al Centro para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo, lo que ha hecho posible este trabajo”, admiten los autores en las primeras páginas de la obra.

Portada de `Heridos y olvidados´(La esfera de los libros).

El vacío estadístico es también una forma de herida. El 13 de septiembre de 1975, ETA colocó una bomba en la cafetería Rolando, en Madrid, a escasos metros de la Puerta del Sol. Hubo 13 muertos y más de medio centenar de heridos. A Natividad Astudillo, que había llegado desde Salamanca en 1968, la explosión le provocó un traumatismo craneal, contusiones múltiples, la amputación de tres dedos del pie y tres operaciones de mandíbula. También una cicatriz psicológica que aún duele. Tardó casi cuatro décadas en ser reconocida como víctima del terrorismo.

“¿Se sintió arropada?”, preguntan los entrevistadores al hablar con Natividad. “Por mi familia, por mis compañeros y por mi empresa, sí. Pero ellos exclusivamente. Para la Administración no existimos, sino que molestamos, no le damos lástima”. Y explica cuándo fue la primera vez que recibió algún tipo de ayuda psicológica: “Más de treinta años después del atentado. Las secuelas no han desaparecido, pero ha aprendido a convivir con ellas sin que me hagan tanto daño”.

ETA asesinaba desde el 7 de junio de 1968. Su primera víctima mortal fue el guardia civil José Antonio Pardines. En la década de los sesenta, la banda terrorista hirió a dos personas. En los setenta dio un salto cualitativo -eran más precisos- y cuantitativo -aumentaba su disposición de poner más muertos sobre la mesa-. Las cifras que recogen el libro lo demuestran: entre 1970 y 1979, sus terroristas hirieron a 176 personas. Como Natividad, muchas de ellas cayeron en el olvido.

Hablar de los años ochenta hace alusión a los años de plomo, en los que ETA puso al Estado contra las cuerdas. No había forma de que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado arrebatasen la iniciativa a los asesinos. Entre 1980 y 1989 dejaron un total de 886 heridos. La Administración, desbordada y quizá sin capacidad para desarrollarlos, apenas facilitaba medios de atención a las víctimas.

"Estábamos abandonados"

Las estadísticas del libro recogen 628 heridos por ETA en la década de los noventa; 899 entre 2000 y 2009. Los últimos heridos, tres ertzaintzas y un ciudadano del que no se especifica profesión, resultaron heridos con grado de lesiones en Bilbao.

Madrid ha sido la provincia en la que se ha registrado un mayor número de heridos por ETA, con 653. Le siguen Guipúzcoa (469), Vizcaya (387), Navarra (199), Burgos (186), Zaragoza (140), Álava (135) y Barcelona (134). El libro recoge además otra estadística sobre la gravedad de los daños: 1.669 de los heridos tuvieron lesiones no invalidantes; 500, incapacidad permanente total; 207, incapacidad permanente absoluta; 122, incapacidad temporal; 59, incapacidad permanente parcial; y 40, gran invalidez. Guardia Civil y Policía Nacional, con 463 y 233 heridos, respectivamente, son los colectivos más alcanzados por ETA.

Maribel Lolo es hija del policía municipal Jesús Lolo Jato, herido en un atentado de ETA en Portugalete en 1978. En una entrevista recogida en el libro admite que “los terroristas te arrebatan la vida, te rompen la unidad familiar, la estructura, las ilusiones o los proyectos”. A su padre le alcanzaron de un disparo en la zona medular y quedó en silla de ruedas. ¿Atención institucional? La respuesta es concisa: “Ninguna. Estábamos abandonados”.

Maribel y Natividad son dos de los testimonios rescatados del olvido en este libro recién publicado, que incorpora otras entrevistas (no sólo a víctimas de ETA) y un sinfín de estadísticas inéditas. El manual no deja de ser una invitación de más de 300 páginas a seguir construyendo la memoria frente al terror.

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