El director de orquesta y pianista João Carlos Martins.

El director de orquesta y pianista João Carlos Martins. Cedida Fundación MAPFRE

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João Carlos Martins, el pianista que volvió a tocar tras una embolia gracias a unos guantes biónicos: "La música salva vidas"

El brasileño estuvo dos meses en coma y casi dos décadas sin apenas movilidad en las manos, pero su amor por la partitura le llevó a convertirse en director de orquesta.

Más información: João Carlos Martins recibe el galardón a toda una vida profesional en los Premios Sociales de Fundación MAPFRE

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"Si el beso de la escena final de Lo que el viento se llevó, la película con Clark Gable, no tuviera música, perdería el 80% de su fuerza". Esa, dice el maestro de orquesta João Carlos Martins (São Paulo, 1940), es el verdadero poder de una partitura.

Y él sabe de lo que habla, pues lleva la friolera de 77 años tras un teclado. O delante, porque hace más de dos décadas que es director de orquesta. "A los 8 años empecé a tocar, a los 62 me convertí en maestro de orquesta y a los 85 voy a empezar mi carrera como educador musical", confiesa a ENCLAVE ODS.

Martins acaba de recibir el Premio a Toda una Vida Profesional, uno de los galardones sociales de la Fundación MAPFRE, y, sentado junto a este vertical en el Casino de la capital, insiste en que "la música tiene una importancia muy fuerte para la humanidad".

Para él, en realidad, siempre lo ha sido todo; su motor durante las épocas más oscuras de su vida. Por eso, quiere compartir sus enseñanzas con las generaciones de jóvenes más vulnerables de su Brasil natal.

"Siempre digo que la música es la vara de medir del mundo: si un gobierno va bien, todos dicen que funciona como una orquesta. Cuando hay una manifestación contra ese mismo gabinete, dirá que es una orquestación contra el Estado", dice uno de los grandes intérpretes contemporáneos de Bach.

João Carlos Martins durante la entrevista con ENCLAVE ODS.

João Carlos Martins durante la entrevista con ENCLAVE ODS. Fundación MAPFRE

Incluso, recuerda, el fútbol se empapa de ella: "Al principal jugador se llama el maestro, como el de una orquesta". Y es que, insiste, "la música puede traer paz, solidaridad, amor, esperanza e inclusión social".

Música en vena

Martins cuenta que su primer piano llegó a sus manos con tan solo ocho años como regalo de su padre. "Ahí empecé a tocar por primera vez", indica. Y pone énfasis en sus palabras, que remarca para añadir: "En tan solo tres semanas ya estaba tocando el primer movimiento de la Sonata para piano número 14 de Beethoven"; esa conocida como Claro de luna.

Martins tocando en el Teatro Castro Alves de Salvador de Bahía.

Martins tocando en el Teatro Castro Alves de Salvador de Bahía. Cedida Fundación MAPFRE

Pero eso no es todo, apunta: "Tres meses después, gané un concurso tocando 23 piezas de Johann Sebastian Bach". A lo mejor, bromea, tuvo ayuda de la magia, pues confiesa que su madre era "médium".

Bromas aparte, asegura: "La música es mi vida, y seguramente cuando me muera y me reencarne, seguirá siéndolo".

20 años sin tocar

Su carrera ha sido un tiovivo de emociones. A los 20 años debutó en el Carnegie Hall de Nueva York con Eleanor Roosevelt como madrina. Desde entonces ha actuado junto a las principales orquestas del mundo y grabado la obra completa de Bach para teclado.

Martins durante su conversación con EL ESPAÑOL.

Martins durante su conversación con EL ESPAÑOL. Fundación MAPFRE

Sin embargo, en 1967, su carrera estuvo a punto de frustrarse. Una serie de infortunios lo mantuvieron prácticamente dos décadas alejado de los teclados de manera profesional. Recordarlo, admite Martins, es revivir "momentos de mucha frustración".

"El 14 de octubre de 1967 iba a hacer mi estreno acá en Madrid con la National Symphony Orchestra de Washington. Pero tres semanas antes, estábamos de gira europea, en un concierto en Berlín tuve una embolia pulmonar y me quedé dos meses en coma", cuenta.

Pero eso no fue lo único, pues en su vida ha superado más de una treintena de intervenciones quirúrgicas, accidentes y enfermedades neurológicas que le forzaron, en varias ocasiones, a bajarse de los escenarios.

A los 25 años, por ejemplo, se dañó el nervio del brazo mientras jugaba al fútbol. Una lesión en apariencia tonta le acabó atrofiando tres dedos y afectando al movimiento de su mano derecha.

Joao Carlos Martins tocando junto a la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles

Más tarde, desarrollaría una dolencia del sistema músculo-esquelético y neurológico por el estrés por el exceso de repetición de movimientos.

Cuando casi había abandonado su carrera musical y se había deshecho de sus pianos —incluso había comenzado una nueva vida como entrenador de boxeo—, se le ocurrió un método para tocar el piano solo con la mano izquierda y algún dedo de la mano derecha.

Así, retomó su verdadera vocación. Sin embargo, el destino le presentaría aún una prueba más: durante una gira en Bulgaria, un delincuente le dio un golpe con una tubería de metal en la cabeza, lo que empeoró su estado físico.

Tras el teclado, de nuevo

A pesar de todo, Martins decidió reinventarse. Dejar la música no era una opción. Apodado como El indomable por la crítica internacional, en 2002 se convirtió en director de orquesta.

Así, en 2004 grabó en Londres los seis Conciertos de Brandeburgo de Bach con la English Chamber Orchestra y las cuatro suites orquestales de la Bachiana Chamber Orchestra.

Joao Carlos Martins tocando con sus guantes biónicos. Raquel Nogueira

Aunque el momento que lo cambiaría todo llegó en 2019, cuando pudo volver a tocar el piano con ambas manos gracias a unos guantes biónicos personalizados (y su propio empeño).

"Fue un momento mágico", asegura el pianista. Y eso que, matiza, no puede tocar con la velocidad que lo hacía antes. "Podía hacer de 18 a 20 notas por segundo en una escala y ahora solo consigo tocar una tecla cada segundo".

Pero, explica, sigue "practicando dos horas cada día". Aunque, bromea: "No soy un pianista profesional ahora, pero quién sabe si a los 93 lo vuelva a ser".

Detalle de las manos de Martins durante la entrevista.

Detalle de las manos de Martins durante la entrevista. Fundación MAPFRE

Lo que siente al tocar el piano, dice, es indescriptible. "Cuando doy un concierto, solo sé que el público tiene que salir con una lágrima en el ojo y una sonrisa en la boca", afirma. Sólo así sabe si ha hecho bien su trabajo.

"Hacer que un preso llore"

En 2022 y coincidiendo con su 82 cumpleaños, Martins regresó al Carnegie Hall, más de 60 años después de su primera actuación. Sin embargo, confiesa que no necesita grandes auditorios para sentirse orgulloso de su trabajo.

"He tocado en sitios pequeños y grandes, en escuelas, en reformatorios, en cárceles… ¿usted sabe lo que se siente cuando ves a un preso llorar al escuchar a Bach? Es impagable", cuenta emocionado.

Para Martins, que se ha codeado con figuras de la talla de Salvador y Gala Dalí, Jackie Kennedy, Martin Luther King o Paul Newman, no hay nada más impresionante que tocar ante aquellas personas que "más necesitan la música".

Por eso, se muestra contundente: "La música salva vidas… y puede cambiar el mundo". Por eso, precisamente, puso en marcha la Fundación Bachiana allá en 2006. Porque quiere "democratizar el acceso a la cultura en Brasil" y fomentar la educación musical, especialmente entre jóvenes con talento de comunidades vulnerables.