Para enfrentar desafíos no resueltos y responder a exigencias de mayor complejidad, Iberoamérica reclama urgentes cambios disruptivos en sus sistemas educativos y revertir condiciones adversas que impiden que se lleven a cabo.
El escenario no es alentador en varios frentes: gobiernos que no terminan sus mandatos para los que son elegidos, débil institucionalidad, clima de inestabilidad e inseguridad, planes poco realistas, sostenibles, sin respaldo social, y escasa disposición para aprovechar los beneficios de alianzas Estado-Sociedad.
Acabaron las épocas en que lo aprendido en la escuela y la universidad era suficiente. El aumento de nuevos conocimientos y la obsolescencia de otros obliga a los alumnos a tener capacidades para aprender y desaprender permanentemente desde que inician su escolaridad.
Los programas curriculares tienen que concentrarse en lo esencial, lo duradero, dar más tiempo para lo fundamental y trabajar en actividades electivas y creativas que desarrollen el pensamiento crítico, la curiosidad y la solución de problemas contextualizados. Otros aprendizajes deberían adquirirse a lo largo de la vida.
Eliminar el exceso de normatividad, la proliferación de solicitud de informes y los frenos a la innovación es indispensable para que el docente, según los intereses y necesidades, estructure horarios flexibles, bloques más largos en ciertas materias y proyectos, defina tiempos para el trabajo en pequeños grupos y también para el trabajo personalizado, valore lo local e incorpore la perspectiva global.
El docente necesita una formación más práctica, que aproveche modelos como el dual: la universidad asegura el conocimiento e instrumentos de trabajo, y los centros de enseñanza habilitan en la solución de problemas que se enfrentarán al incorporarse a la docencia.
La inteligencia artificial generativa pone en cuestión muchos de los pilares en los que reposa la educación. Si bien hay riesgos que acompañan a su mal empleo, la variedad y potencialidad de los recursos de aprendizaje en línea abre enormes posibilidades para enriquecer el trabajo en el aula, el hogar y otros espacios.
YouTube y TikTok han incorporado videos que, en forma rápida, sencilla y eficaz, ayudan al estudiante a comprender lo que no pudo en el aula y al docente a capacitarse.
Plataformas como Khan Academy y Profuturo priorizan el apoyo gratuito a las escuelas públicas y posibilitan organizar bases de información detallada para monitorear y evaluar.
El problema no es de insuficiencia de herramientas y dispositivos digitales, sino de calidad y acceso, regular su empleo y que el docente tome decisiones acertadas, evite compras o uso de tecnología de calidad incierta o muy compleja para las metodologías adoptadas.
En un mercado tan grande y heterogéneo de recursos, es recomendable establecer un clima transparente y competitivo, organizar servicios de control de calidad, de catálogos de buenas prácticas y de proveedores tecnológicos certificados.
La formación profesional y terciaria están entre los mayores retos. La presencia de gigantes tecnológicos y universidades de otros países ofreciendo educación semipresencial y en línea obliga a las instituciones iberoamericanas a ser muy competitivas, internacionalizarse y acreditarse para respaldar su calidad.
El empleo de herramientas digitales crece principalmente en establecimientos privados con mayor alumnado y capacidad de inversión. Sin embargo, se requiere mayor información y orientación sobre las opciones de estrategias tecnológicas que podrían utilizarse y cómo implementarlas.
Las demandas del mercado ocupacional recomiendan revalorar la formación profesional y replantear cómo se crean universidades, muchas en condiciones precarias y sin mayor perspectiva de aporte al desarrollo.
Mejor opción sería potenciar la cobertura y modernización de aquellas con reconocido prestigio e intensificar la relación con actores y proyectos estratégicos de desarrollo para aportarles en formación de capital humano y la investigación necesaria.
En la última década, según la Cepal, América Latina solo creció al uno por ciento, con perspectivas inciertas y riesgos de desaceleración de sus economías. La importancia de la buena gestión aumenta.
En varios países, el acumulado de lo no gastado en diez años equivale a todo el presupuesto de educación de un año.
La eficiencia podría elevarse si se eleva la escasa inversión en material educativo, en el cierre de la brecha digital y la reformas clave, y si se autorizan presupuestos que vayan más allá del año para los dos o tres programas motores del cambio, por supuesto acompañados del monitoreo, rendición de cuentas y control anticorrupción correspondientes.
Para evitar fracasos, no debe caerse en la realización de proyectos piloto que después no pueden generalizarse, tampoco ejecutar los que no estén precedidos y respaldados con inversiones en investigación e innovación.
A pesar de las dificultades y limitaciones, la experiencia muestra que hay salidas: creatividad, diálogo, consensos factibles y sostenibles son esenciales para definir la magnitud y gradualidad de los reajustes necesarios.
Es imprescindible una mirada integral y de largo alcance; asimismo, reducir la injerencia de la administración central e intermedia en decisiones y soluciones que más atañen a los centros de enseñanza en la implementación del currículo, la selección y evaluación de personal y de materiales didácticos.
Lo recomienda la variedad, complejidad y particularidad de problemas de aprendizaje y de otra índole.
Esto no exime a la administración de la responsabilidad de mejorar las condiciones de supervisión y acompañamiento, vigilar la buena administración y utilización de los espacios educativos, organizarlos en red y que dispongan de pequeños presupuestos para atender urgencias.
La evidencia muestra que Iberoamérica debería invertir más en primera infancia por su aporte a mejoras efectivas en el aprendizaje posterior de los estudiantes.
Deseable es que en escuelas de maestro único trabajen por lo menos dos, y que en lugares de dispersión poblacional, un servicio de transporte escolar contribuya a incrementar la asistencia y número de estudiantes por centro. La gestión de la inversión en educación sería más eficiente.
*** Hugo Díaz es miembro del Consejo Asesor de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y expresidente del Consejo Nacional de Educación del Perú.