No sé si fueron mis casi nueve años en Nueva York los que me transformaron o si fue allí donde experimenté mi transición hacia la madurez. Quizá sea una mezcla de ambas cosas. En este artículo quiero centrarme en cómo vivir en esa ciudad me ayudó a entender el mundo como un tablero del juego de mesa RISK. Algo, aunque global, cercano y accesible.

Esta perspectiva cambió por completo la forma en que veía el mundo, desenfocando la lente con la que lo observaba hasta entonces. Surgió en mí la necesidad de reemplazarla por una nueva, más clara, que me permitiera visualizar con nitidez las posibilidades reales de un cambio positivo. Mejorar el mundo mediante proyectos impulsados desde la sociedad civil organizada en comunidad no solo es posible, sino necesario.

Mi carrera profesional siempre ha estado vinculada al marketing y la comunicación. En mis primeros años, mi tarea era dotar de personalidad y valores a las marcas. Sin embargo, desde hace más de una década decidí redirigir esas mismas habilidades hacia algo más útil: la creación del mundo que quiero legar a mis hijos. Mi enfoque actual, a través de mi empresa Generación CØDE, se centra en proyectos con propósito, en causas que me apasionan y en las que creo profundamente.

En este camino he buscado siempre aliados: organizaciones de la sociedad civil, líderes de opinión, empresas y medios de comunicación. La colaboración es fundamental, porque sé que la construcción de este sueño colectivo solo es posible a través de la unión y el esfuerzo conjunto.

Sin darme cuenta, en los últimos años he centrado mi energía en promover grandes movimientos sociales que fortalezcan los pilares de nuestras sociedades: educación, liderazgo femenino, cambio climático y, en definitiva, sostenibilidad. Estos son los cimientos sobre los cuales debemos construir un futuro mejor.

Creo firmemente en un mundo donde la educación sea accesible para todos, donde se garantice la igualdad de oportunidades y donde el sistema educativo se adapte a las demandas del modelo digital y tecnológico actual, sin dejar a nadie atrás. Un ejemplo claro de esta visión es code.org, la plataforma educativa más grande del mundo, que promueve que cada alumno en cada escuela del planeta aprenda a programar.

Esta iniciativa, que hoy ya es una realidad en nuestro país, está impulsada por la sociedad civil y respaldada por grandes líderes empresariales y sociales. En 2024, solo en España, más de 200.000 estudiantes y 9.000 profesores se han registrado en la plataforma. Lo que estamos logrando juntos está dejando huella.

Pero mi compromiso no termina ahí. Creo en un mundo sin sesgos de género ni estereotipos. Desde hace años, estoy comprometido con el movimiento australiano Homeward Bound, un programa internacional de liderazgo femenino en el ámbito científico, enfocado en enfrentar la crisis climática.

Este proyecto empodera a las mujeres científicas de todo el mundo, brindándoles las herramientas para ser agentes de cambio y liderar la lucha contra el cambio climático.

Además, sabiendo que parte de mi carrera profesional ha estado vinculada al mundo del entretenimiento, especialmente en la música en directo, he decidido poner en marcha un nuevo proyecto: Sigue mi Huella.

Esta plataforma tiene como objetivo involucrar a los principales actores de la industria musical en español para concienciar sobre el nivel de contaminación generado por esta actividad, estableciendo medidas concretas que permitan reducir y compensar la huella ambiental que deja.

Este es el camino que he decidido seguir: trabajar por un futuro más justo, equitativo y sostenible. Un futuro en el que la colaboración, el compromiso y la acción colectiva sean la clave para construir el mundo que todos soñamos. Son proyectos que no solo nutren a la sociedad, sino que, en mi caso, también nutren mi alma.

*** Fran García del Pozo de Generación CØDE.