Cada 30 de marzo se celebra el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, en conmemoración del primer congreso de trabajadoras del hogar que se celebró en Bogotá en 1988. Un día que busca reivindicar la dignidad de las condiciones laborales de estas profesionales, que representan uno de los principales sectores de la economía, a pesar de estar sistemáticamente invisibilizadas.

El trabajo doméstico y de cuidado involucra el cuidado de infancias, personas mayores o enfermas, así como tareas que contribuyen al mantenimiento de los hogares, como la limpieza o la preparación de alimentos. Estas tareas son centrales para la sostenibilidad y reproducción de la vida, ya que son la base para que otros sectores de la economía funcionen.

El trabajo del hogar o doméstico es una de las ocupaciones más antiguas, que tiene sus orígenes en el trabajo esclavo y otras formas de servidumbre. Este hecho ha generado que sea una ocupación sumamente infravalorada y precarizada, donde se superponen la discriminación basada en el género junto con la basada en la raza y etnia.

Según datos del 2023 de la Asociación de Trabajadoras de Hogar de Bizkaia, el 99% de las personas que se dedican a este tipo de trabajo son mujeres. De estas, el 79% de las que trabajan en modalidad de externa son extranjeras no comunitarias o con doble nacionalidad. El número asciende a 97% en el caso de las que lo hacen como internas.

La cuestión migratoria determina la situación laboral de las trabajadoras del hogar, ya que la Ley de Extranjería las empuja a permanecer en situaciones laborales precarizadas con el objetivo de acceder al arraigo. “Por lo general, la gente migrante es la que está dispuesta a trabajar en los cuidados a las personas mayores porque emigramos y tenemos necesidades. Una viene aquí para tener una mejor calidad de vida", reflexiona una de las integrantes de Mujeres con Voz, quien es trabajadora del hogar en Getxo, Vizcaya.

Y añade: "Cuando somos migrantes y no tenemos papeles, aceptamos todo lo que hay”. Según el mismo estudio de la Asociación de trabajadoras del Hogar de Bizkaia, el 37% de las trabajadoras no comunitarias internas está en situación administrativa irregular, mientras que el 26% del total de las trabajadoras internas no tiene papeles.

La invisibilización del trabajo del hogar y los cuidados como un trabajo digno ha producido que a lo largo y ancho del globo se repitan historias de vida de trabajadoras que relatan casos de vulneración de derechos y precarización laboral.

Según revelan las cifras, el 67% del total de quienes trabajan en modalidad de internas entre semana está a disposición de la parte empleadora más de las 60 horas semanales de jornada máxima legal, cifra que asciende al 81% si la trabajadora no tiene papeles. Algo menos de un cuarto (21%) no tiene ningún descanso diario, entendido como la libertad de salir de la vivienda para dedicarse a sus propios asuntos.

“A nivel de emociones ha sido muy difícil trabajar de interna. Me llevó a tener problemas con mi cuerpo y mi salud. Problemas que hasta este momento sigo arrastrando”, relata una de las integrantes del colectivo Warmipura, quien estuvo dos años trabajando bajo esta modalidad. Y agrega: “Las dificultades creo que fueron más cuando trabajé de interna. Ahora trabajo de externa y si bien es muy cansado, tengo el espacio para dedicarme un poco a mí, eso hace que sea un poquito menos tedioso”.

En España, el sector de las trabajadoras del hogar y los cuidados dio un gran paso con la adhesión al convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que amplía sus derechos laborales. Sin embargo, aún quedan cabos sueltos, como la falta de medidas con carácter retroactivo para las trabajadoras del hogar que llevan años trabajando sin derecho a paro y a jubilación, o la regularización de los y las trabajadores en situación administrativa irregular, para que no deban verse empujados a situaciones de vulneración de derechos laborales.

Los colectivos de trabajadoras del hogar y los cuidados van varios pasos por delante que las instituciones políticas y generan redes de apoyo para reconocer sus derechos y establecer agendas de mejoras en sus condiciones laborales. Asociaciones como Mujeres con Voz o el colectivo Warmipura en Getxo proporcionan espacios de encuentro y reflexión en los que las mujeres migradas y racializadas se reúnen y generan una conciencia crítica en Euskadi en torno a las relaciones de poder y los derechos humanos.

“A día de hoy, yo siento que he aprendido mucho al relacionarme con todos los grupos y colectivos que hay, ahora tengo más conciencia a la hora de hacer mi trabajo. Recuerdo que al principio si podía planchar una tonelada lo hacía, pero ahora me doy cuenta de que nos exigimos mucho”, comenta una de las integrantes del colectivo Warmipura.

En el 8M, integrantes de Mujeres con Voz y Warmipura salieron a las calles de Getxo para reivindicar el Día de la Mujer, pero también para hacer incidencia en generar conciencia de la importancia del trabajo del hogar y los cuidados. Con consignas como “No estamos todas, faltan las internas” y “El trabajo de interna, la esclavitud moderna” llamaban la atención de las residentes de esta zona, caracterizada por tener concentrado un alto número de trabajadoras del hogar y los cuidados migradas.

Cuidar, cocinar, limpiar y mantener un hogar son las actividades que garantizan el funcionamiento de la economía y el conjunto de la sociedad. Reconocerlo debe venir acompañado de políticas que jerarquicen tanto al trabajo doméstico y de los cuidados como a quienes lo realizan.

Para que los trabajos no sean reflejo de sociedades racistas y machistas, este Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar apostemos por un futuro donde no haya trabajadoras y trabajadores “de primera” y “de segunda”.

***Manuela Sisti es politóloga y comunicadora de Calala.