Estamos viviendo tiempos turbulentos, no hay duda de ello. La pandemia, las crisis del costo de la vida, la creciente desigualdad, los profundos choques económicos y un panorama político incierto, han expuesto profundas vulnerabilidades. Estas crisis, aparentemente perpetuas, requieren nuestra atención inmediata. Para tratar de romper el ciclo, también nos exigen que miremos hacia adelante. Esto significa alejarse del corto plazo.

Todos hemos leído sobre la transferencia global de riqueza y el apetito de muchas personas, especialmente las más jóvenes, por vivir sus valores. La creciente ola de ESG, cero neto, la inversión de impacto, el propósito corporativo, el voluntariado y el emprendimiento social, todo señala el cambio hacia la inclusión de impacto social y ambiental en la toma de decisiones a nivel personal y organizativo.

Me alegra ver que la economía de impacto está muy presente y la palabra impacto se utilice con tanto ímpetu en muchos ámbitos (emprendedores de impacto, empresas con impacto, organizaciones de impacto), por lo que si alguna vez en este ecosistema de impacto hubo un momento relevante para los filántropos de España, también llamados inversionistas de impacto, ese es ahora.

Como parte de esta preocupación por el impacto, ha crecido el apoyo a las soluciones sociales de mercado (negocios sociales, negocios en la base de la pirámide, negocios inclusivos), así como la relación con los gobiernos y al establecimiento de alianzas público-privadas.

La aspiración para influir en políticas públicas va también en aumento, aunque nos queda un largo camino por recorrer en este aspecto. De la misma manera, la transparencia y rendición de cuentas han adquirido relevancia y se empieza a avanzar en formas concretas para ponerlas en práctica.

Los filántropos tienen un rol muy relevante en este ecosistema como inversores de capital catalítico que se alinean con valores sociales y/o medioambientales, una misión y un mandato de inversión que les obliga a priorizar el impacto, por lo que aceptan rendimientos más bajos o un riesgo mayor que otros para garantizar el impacto de la operación que desean impulsar.

Veo a las fundaciones familiares españolas como protagonistas en esta nueva manera de hacer las cosas. Mi experiencia es que para muchas familias empresarias, la filantropía presenta una oportunidad de crear una experiencia compartida, unificando a la familia, trabajando juntos hacia un legado de impacto duradero.

La filantropía familiar también puede brindarles a los miembros la oportunidad de explorar y cultivar sus pasiones filantrópicas personales y, a veces, separadas. Pero, además, ahora estas fundaciones deben incorporar estrategias de tipo Venture Philanthropy, invirtiendo en proyectos de alto riesgo o del Missing Middle (25,000 – 200,000 – 500,000 dólares) donde es demasiado riesgoso o caro para los inversionistas de impacto privados y donde en general, el capital está acompañado por apoyo no financiero (como asesoría y capacitación) que facilita el éxito de los proyectos. También actúan como anchor-funding, como inversionista ancla que facilita a los proyectos sumar a otros inversionistas privados.

Además, colaborar con otros donantes, inversionistas sociales para ir más rápido, es fundamental, los inversores privados suelen recurrir a gestores de inversiones que tienen experiencia específica y un historial exitoso; los inversores de capital privado con frecuencia despliegan su capital junto con otros en los que confían, siguiendo los esfuerzos de diligencia debida de otros en lugar de realizar el suyo.

Sin embargo, cuando se trata de inversiones filantrópicas y de impacto, muchos donantes y fundaciones a menudo lo hacen solos, construyen equipos importantes que desarrollan experiencia, crean nuevas iniciativas y despliegan apoyos en gran medida de manera aislada de otros inversionistas sociales.

Se necesitan más filántropos que respaldan a las organizaciones en su camino hacia la solidez y la creación de un modelo de negocio próspero, capaz de generar el capital necesario para desarrollar sus programas. Estos fondos/aportes de estos constructores facilitan que una organización no lucrativa alcance una escala donde pueda sacar adelante su trabajo gracias a los ingresos procedentes de donantes, beneficiarios, etc.

Los “constructores”, por tanto, financian los errores, además de los cambios de estrategia por los que debe pasar toda organización, se necesitan más constructores en España que se arriesguen y que quieran hacer cambios profundos.  

La filantropía y la inversión social puede centrarse en temas que a veces caen fuera de la agenda pública y puede apoyar múltiples ideas y soluciones destinadas a responder a cuestiones tensas, espinosas y, a veces, controvertidas.

Interesante además como se está promoviendo en España por la AEF, familias empresarias, filántropos o inversionistas el desarrollo de fundaciones comunitarias como solución a problemas para procurar el bienestar y el desarrollo de las comunidades, teniendo muy en cuenta sus necesidades, para fortalecer y articular la comunidad en la que operan (normalmente a pequeña escala geográfica: su localidad, su comarca, su barrio, etc.).

Este modelo tiene una vocación territorial y hace mucho énfasis en el trabajo con la población de un área geográficamente determinada. Este tipo de fundaciones promueve el fortalecimiento de los lazos sociales, el uso de activos comunitarios, el desarrollo de capacidades de acción colectiva, la promoción de un sentido de pertenencia, la integración social y la coordinación interinstitucional, existiendo modelos muy exitosos en otros países.

Se habla mucho en foros de capital catalítico, el cual es definido como el capital que acepta un mayor riesgo para generar un impacto positivo y permitir la inversión de terceros que, de otro modo no sería posible esta forma de invertir, está cada vez más presente en el sector de impacto mundial y espero que en España también, ya que este capital podría ser la inversión que pueda atraer a otros inversores a oportunidades más riesgosas en áreas importantes y necesarias para el país.

En última instancia, veo como los retos a los que nos enfrentamos en estos años son muy desafiantes. España exige soluciones transformadoras, y necesitamos un cambio profundo y sostenido en los sistemas para abordar estos problemas interrelacionados, desde el cambio climático hasta la desigualdad económica, la ruralidad, las disparidades de salud.

Los líderes empresariales, inversionistas sociales o los emprendedores sociales tienen una oportunidad única de satisfacer estas necesidades con determinación y creatividad. Para hacer frente a los desafíos, se deben desarrollar activamente nuevos enfoques y colaboraciones que creen valor tanto para las personas como para el planeta. Por ello, debemos buscar esfuerzos holísticos y orquestados de múltiples partes interesadas para encontrar soluciones, combinando la agilidad y la pasión de las organizaciones con propósito social ambiental, los empresarios, las familias empresarias y los filántropos con el apalancamiento y la influencia de los gobiernos y las organizaciones internacionales.

***Rosa Madera Núñez es fundadora y CEO de Empatthy.