Las soluciones de verificación y autenticación han dado un salto cualitativo y cuantitativo en los últimos años gracias a la digitalización de los servicios, la pandemia y el trabajo en remoto, entre otros factores.

Han pasado de tener un papel estático y secundario en los sistemas y controles de accesos, basados en contraseñas y preguntas de seguridad, a reforzar la seguridad de las transacciones, proteger a los usuarios, evitar el fraude, y personalizar las operaciones y el servicio al cliente, gracias a la evolución de la inteligencia artificial (IA).

Cada vez son más las organizaciones que recurren a métodos de autenticación multifactorial que conectan elementos de posesión –algo que tienes–, como los tokens de seguridad o el propio dispositivo, con el algo que eres, como la biometría, para ayudar a combatir el fraude y verificar la identidad de las personas y que se basan en el análisis de elementos inherentes y características físicas propias y exclusivas de cada individuo, para garantizar que las personas son realmente quiénes dicen ser.

Sin embargo, verificar la identidad de las personas sigue siendo un reto al que las organizaciones, de cualquier tamaño e industria, tanto de índole público como privado, se enfrentan en la actualidad.

En el primer mundo, nos enfrentamos al elevado número de estafas por suplantación de identidad y amenazas de fraude, derivadas de los procesos de transformación y digitalización de las empresas, que ponen en peligro nuestras inversiones, nuestro patrimonio, nuestra privacidad y nuestra propia identidad. En los países en desarrollo, en cambio, miles de millones de personas no tienen una identidad y ni la posibilidad de poder documentar sus actividades económicas, sus bienes e incluso su propia existencia.

En ese sentido, la tecnología puede contribuir y favorecer en gran medida al desarrollo de plataformas que permitan poner solución a un derecho tan esencial como tener una identidad, para poder tener acceso a servicios de salud, educación, representación legal y protección.

Algo tan básico como poder abrir una cuenta bancaria, tener acceso a un empleo formal o tener la vida legalmente documentada reduciría drásticamente el desarrollo de modelos de economías sumergidas y sus consecuencias nefastas para la economía mundial.

Mientras el mundo sigue adelante con su transformación digital, la brecha digital actual solo intensifica este problema. Para hacer partícipe a esta parte de la población, es imprescindible que tanto los gobiernos como los líderes empresariales potencien el uso de tecnologías como la biometría, la IA y el blockchain, que democratizarían el acceso a una identidad digital segura, sin ceder el control a una única organización o entidad.

Proyectos como el que lleva a cabo la ONG Itwillbe.org desde el año 2016 para identificar a los niños de la calle con biometría a través de la APP ChildPPa son un ejemplo del uso de blockchain y biometría para la protección social. Gracias a este tipo de iniciativas, miles de niños han podido tener acceso a educación gratuita de calidad y protección contra las mafias de la calle y cientos de mujeres han podido tener acceso a microcréditos y formación profesional.

Tanto empresas públicas como privadas deben tomar medidas proactivas para proteger a sus ciudadanos y clientes. Las inversiones inteligentes en tecnologías de última generación, como la IA y la biometría, pueden ayudar a agilizar y proteger todas las interacciones con los ciudadanos, ayudándoles a acceder a sus beneficios más rápidamente y deteniendo a los defraudadores en su camino.

Todo el mundo tiene el derecho de poseer una identidad digital que almacene de forma más segura y privada todos los datos personales. Esta identidad debe integrarse sin complicaciones en la vida diaria y ofrecer un control completo sobre el acceso y el uso de los datos.

La colaboración y el apoyo de líderes tecnológicos, políticos, civiles y entidades reguladoras para ayudar a evolucionar los sistemas tradicionales de las empresas y permitir el acceso a una identidad segura es posible. Ampliar los límites de las tecnologías que democratizarán el acceso a los servicios digitales completamente inaccesibles para un gran porcentaje de la población es necesario.

Todo esto nos lleva a hablar de una reestructuración completa del ecosistema de identidad digital y físico, actualmente centralizado, en una arquitectura descentralizada y democratizada.

Nuestra dependencia de los dispositivos, aplicaciones y servicios supone una pérdida de la privacidad y estar expuesto a vulneraciones de datos. Un sistema de identidad descentralizado basado en estándares puede proporcionar mayor privacidad y control sobre tus datos.

En ese sentido, las empresas tecnológicas tenemos que entender nuestro papel para ayudar a proteger y defender nuestro activo digital más valioso: nuestra identidad. Es tarea de los innovadores garantizar que este crecimiento es inclusivo y accesible para todos.

*** Pilar Blasco es responsable de marketing para el Sur de Europa en Nuance Communications.