Una niña jugando sola en la ciudad.

Una niña jugando sola en la ciudad. iStock

Historias

Thierry Paquot, filósofo, sobre los niños en las ciudades: "Un pueblo sin ellos en la calle es una urbe muerta"

El experto, junto a la urbanista Marta Román, reflexiona sobre cómo convertir el espacio público urbano en una zona compartida por los vecinos. 

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A finales de los años 80, el pedagogo Francesco Tonucci estaba preocupado por Fano, su ciudad natal, un municipio de menos de 50.000 habitantes en el norte de Italia. No veía niños por las mismas calles por las que él jugaba 30 o 40 años atrás y no entendía por qué.

O en realidad sí: donde antes había plazas, pasaban coches. Donde antes los padres tenían horarios compatibles con llevarlos a la escuela, ahora no. Y la niñera preferida de todos era la televisión.

De ahí nació su idea de proponer a su ayuntamiento el proyecto de La ciudad de los niños, que nació en 1991: reunir a los menores de Fano y preguntarles qué necesitaban sus calles. Por debajo, la propuesta de Tonucci era que si el municipio mejoraba para los más pequeños, en realidad sería más cómodo y habitable para todos: adultos, ancianos, personas dependientes, etcétera.

"Lo que me gusta plantear es que no debemos considerar la ciudad de los niños como algo excepcional", señala la geógrafa y urbanista Marta Román, asesora en la firma Gea21 y que ha participado en programas de urbanización en lugares como Madrid.

"No tiene que convertirse en una ciudad de calles de colores o mullidas, porque es como decir que los niños no pueden usar las urbes actuales, tal y como están", añade. "Y en realidad el planteamiento es que tienen derecho a utilizar el espacio público actual, porque es el lugar que ya habitan. Necesitan espacio y tiempo libre, nada más".

"Control social de la calle"

Los niños y niñas necesitan "espacios públicos seguros en los que adquirir autonomía, aprender, desarrollar habilidades espaciales", asegura la urbanista. "Pero la sociedad en general ha perdido ese control social de la calle, en el que todos estábamos pendientes de todos. Y ahí salen perdiendo las personas que necesitan ayudas, no solo los niños, también mayores, personas enfermas, etc.".

Tonucci o Román están lejos de ser los únicos expertos que le han dado vueltas a cómo devolver a los niños a la calle. El filósofo francés Thierry Paquot publicaba recientemente en su país el ensayo Pays de l’enfance, en el que defiende ciudades donde los pequeños puedan jugar fuera.

Niños jugando en la calle.

Niños jugando en la calle. iStock

En su caso, ponía como ejemplo las peatonalizaciones de París en los entornos escolares, señalando que "una ciudad sin niños en las calles es una ciudad que se está muriendo". En España, en ese sentido, tenemos como referente el trabajo de Pontevedra, que ha copiado municipios de toda Europa, en cuanto a caminos escolares seguros y medidas de reducción del tráfico en sus entornos.

Para Marta Román, el enfoque de la ciudad de los niños responde a un momento actual en el que "se ha roto el tejido social que generaba un control sobre el espacio público. En muchas urbes grandes ya no hay redes vecinales ni confianza en que las calles sean seguras".

Por una parte, señala, hay "una parte física: si todo lo ocupan los coches, desaparecen las plazas, no hay jardines, no hay espacios de encuentro… entonces no existe relación social".

Sin embargo, cree que el cambio también es cultural: "Hace 30 o 40 años ya había coches a todas horas en las calles o en muchos barrios había problemas de drogas e inseguridad, pero los niños jugaban en el espacio público porque se consideraba que había una red social, de vecinos, de personas, que cuidaba del conjunto".

Así, Román explica que la expulsión de los menores, o del resto de personas dependientes, de los espacios públicos "tiene que ver con cambios tanto sociales como urbanísticos. Le damos prioridad al coche, que es un objeto privado, que te aísla, y que al aparcar ocupa un espacio que privatiza. La sociedad se vuelve más privatizada, más aislada".

El filósofo Thierry Paquot reflexiona en su libro sobre cómo ya no existe algo que para él fue normal hasta bien entrada la edad adulta: la posibilidad de que una madre enviase a un niño a hacer un recado él sólo y estuviese segura de que no le iba a pasar nada.

"Esterilización de las calles"

Según él, en parte es por la proliferación de las pantallas, empezando por la televisión que preocupaba a Tonucci ya en los 80 y llegando a los modernos smartphones. Pero también por unas calles que ya no están pensadas para ser un lugar compartido y donde vivir.

Niños yendo solos a la escuela.

Niños yendo solos a la escuela. iStock

Para Roman parte del problema es que "las propias administraciones ya tienen esa lógica internalizada y llevamos muchas décadas en las que está habiendo una especie de esterilización de las calles. Cada vez se pueden hacer menos cosas en ellas, hay mucha normativa, y también las invaden actividades privadas: coches, terrazas, etcétera".

Para recuperar el espacio público entiende que "hay que crear lugares estanciales, que no sean de paso. No es sólo peatonalizar, sino también que haya espacios donde estar: bancos, árboles, etcétera. El problema es que nos da miedo el conflicto, que si los jóvenes se sientan en los bancos, los vecinos se quejen del ruido. Pero la sociedad también se construye a partir de aprender a gestionar eso".

En parte, propone hacerlo como ya, de hecho, se practica en algunas ciudades como Madrid, y en paralelo a los consejos de niños de Tonucci: dando voz a los vecinos. "Dando voz a las organizaciones vecinales, que ellas digan lo que necesitan… y devolviendo el comercio a los barrios, que era una red de seguridad".

En general, la urbanista recomienda darle la vuelta a la misma pescadilla que se muerde la cola que expulsó a los niños: "Si no hay niños porque no hay adultos que los vigilen, si devolvemos la calle a una comunidad de adultos que se conocen y se cuidan entre ellos, los niños volverán, porque estarán cuidados y vigilados".