Fotograma de la película 'Mientras sube la marea': Gregers, el último agricultor de la isla de Mandø.

Fotograma de la película 'Mientras sube la marea': Gregers, el último agricultor de la isla de Mandø. Nicolai Dybdak Møller AWFF

Historias

Cómo es la vida en la isla danesa que desaparece con la marea: 27 habitantes en apenas ocho kilómetros cuadrados

Mandø es el ejemplo perfecto de las consecuencias del cambio climático: tormentas torrenciales, inundaciones y despoblación.

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"En la diminuta isla danesa de Mandø, apenas 27 personas resisten a la amenaza del cambio climático, que agrava las tormentas y el riesgo de inundaciones". Con estas palabras, los cineastas Juan Palacios y Sofie Husum Johannesen describen la esencia del pequeño pueblo isleño que retratan en su documental As The Tide Comes In (Mientras sube la marea), con el que participaron este año en el festival de cine Another Way Film Festival.

En los ocho kilómetros que ocupan la isla, vive el protagonista de la cinta de Palacios y Husum, Gregers, el último agricultor del peñón que se niega a abandonar la granja que lleva ocho generaciones en su familia.

Como él, lugareñas ancianas, guías turísticos y observadores de aves se aferran a sus rutinas, recuerdos y creencias, mientras ven cómo el lugar en el que viven cuenta cada vez con menos tierra y más agua.

Vivir en Mandø no es sencillo, como tampoco lo es acceder a esta isla. Palacios cuenta a ENCLAVE ODS que la primera complicación se presenta cuando intentas acceder a ella. "Primero tienes que esperar a que baje la marea para que se despeje una carretera que va por el fondo del mar", dice. Y matiza, con expresión de asombro: "Literal, se abre ante ti".

Después, "hay que recorrer varios kilómetros y no ves más que el horizonte difuso. Llegado un momento la carretera acaba abruptamente y te encuentras en una islita muy pequeña que recorres en menos de una hora a pie", indica.

El camino hacia Mandø, puntualiza, es como adentrarse en un paraje lynchiano. "Ya solo esta forma de acceder te hace decir 'guau', porque parece que tienes que pasar por un portal para acceder. ¡Y tienes que cruzar el mar para llegar a este sitio!", expresa con asombro Palacios.

Y es que, insiste, es una sensación "curiosa" eso de "estar en un país como Dinamarca, que está muy humanizado y es superdesarrollado, y de repente cruzar este umbral y encontrarte en un lugar muy remoto, frágil, desolado".

Un ecosistema único

Esa es la primera cosa que llama la atención, según Palacios, al llegar a Mandø. La segunda sería el constante canto de las aves que cubre la isla. Situada en medio del Parque Nacional del mar de Frisia, "millones de especies migratorias sobrevuelan tu cabeza constantemente". "Tus ojos no las ven", dice el cineasta, pero "las sientes sobre ti".

A fin de cuentas, Mandø se sitúa en ese mar de las Wadden que la UNESCO catalogó en 2009 como Patrimonio de la Humanidad. Como indica la propia organización de la ONU, se trata de un "amplio ecosistema templado costero relativamente plano formado como consecuencia de interacciones particularmente complejas entre factores físicos y biológicos que han dado lugar a numerosos hábitats de transición".

Fotograma del documental: la carretera a la isla.

Fotograma del documental: la carretera a la isla. Juan Palacios y Bryn Thomas AWFF

Canales de marea, bancos de arena, praderas de algas marinas, mejilloneras, marismas, pantanos salados, estuarios, playas y dunas. Todo ello se aglomera en las inmediaciones de esta isla casi desierta, que comparte mar con focas y marsopas.

El sitio, aseguran desde la UNESCO, es "uno de los últimos ecosistemas intermareales naturales a gran escala en los que los procesos naturales continúan de manera casi imperturbada".

Asimismo, una de las cosas que más sorprende al cineasta de Mandø es la cercanía con la base militar de Romø, otra de las islas de la costa danesa. "Hay momentos en los que escuchas pájaros y, de pronto, los cazas ensordecedores sobrevuelan el lugar", recuerda Palacios.

Un lugar mágico

En casi una conjuración mística, Mandø aúna naturaleza, vida y muerte. Y es que, como muestra el documental de Palacios, esta isla aglomera en sus ocho kilómetros todos los males que amenazan hoy la Tierra.

La subida del nivel del mar se ha ido comiendo la costa de esta localidad danesa. Los diques, gracias a los cuales sobrevive su población, están al borde del colapso. Cada vez que baja la marea, explica Palacios, emergen a la superficie artefactos y restos de vidas pasadas. "Antes todo esto era tierra y estaba habitado, pero hace unos 20.000 años hubo un tsunami que se lo llevó todo", cuenta.

Ahora, aparecen de entre las aguas vestigios de aquel otro Mandø lleno de vida: "Llegan ornamentos, cornamentas de animales, herramientas de los humanos que vivían en la zona…". Todo esto, indica el cineasta, hace que "le dé un halo de encantamiento y romanticismo al lugar".

Porque, insiste, en este islote "se conjugan el mar y la tierra, se unen en este punto mágico" sobre el que, por desgracia, acecha la sombra de la despoblación. Y eso que esta isla está habitada desde 1231 —los historiadores creen que podría haber habido asentamientos incluso antes de ese año—.

De ahí que Palacios defina Mandø con un adjetivo que lo engloba todo: fragilidad. "Aquí se ve a la perfección cómo todos estamos conectados a la naturaleza, cómo este tejido natural nos sostiene en un equilibrio que se puede romper en cualquier momento", concluye.