Energytran México.

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Energytran: el rostro más humano de la transición energética en América Latina

Justa, sostenible e inclusiva. Así es la transición energética de este proyecto científico y académico impulsado por la OEI.

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Hay un Corrientes, más allá de aquella calle del tango (348, segundo piso, ascensor). Hay un lugar así llamado, en el nordeste argentino, al que precisamente lo que no es fácil es que llegue la corriente, no las corrientes, sino la energética.

Es un lugar en el que una cara más silenciosa de las energías sostenibles se gesta lejos de focos y de inversiones. Y hay zonas como la del Chaco argentino donde la transición energética nada tiene que ver con las imágenes que estamos acostumbrados a ver, esas de turbinas eólicas o paneles solares.

Allí la transición verde no se evidencia en automóviles eléctricos o magnas cifras de inversión. La cara de la transición sostenible es aquí no solo más silenciosa por desconocida, sino profundamente humana.

Porque la generan y se generan por y para personas que se mueven en los márgenes sociales, comunidades rurales, allá donde la sociedad transita desde lo que se conocen como pueblos originarios a ciudades más avanzadas.

Es ahí donde aparece esta acción transformadora desde las raíces. Esa es la apuesta de Energytran (Eulac for energy transition), un proyecto de cooperación científica internacional que une a Europa y América Latina.

Y lo hace en una iniciativa sin precedentes, un ejemplo de cooperación triangular con la Unión Europea, liderado por la OEI, con la colaboración científica española del CSIC y la de doce socios entre universidades y centros de investigación europeos, latinoamericanos y caribeños.

El objetivo no es otro que el de avanzar hacia la consecución de energías limpias que no sacrifiquen el bienestar humano ni el equilibrio medioambiental. Y para ello se dan la mano la tecnología, el trabajo medioambiental y de impacto social coordinados con políticas públicas.

"No puede haber transición energética sin tecnología, pero tampoco si ignoramos el impacto social o medioambiental que genera", afirma Esther Lence, técnico del área de Educación Superior y Ciencia de la OEI, recién llegada de participar de talleres de Energytran en Argentina.

La iniciativa se enfoca en la transferencia de conocimiento, la movilidad de investigación y, fundamentalmente, en la generación de conocimiento junto, con, para y desde la realidad y las comunidades locales.

Se dice poco, y la realidad es que el continente latinoamericano es una pieza clave en la geopolítica energética global. Tal y como recuerda Lence, "allí se encuentra el 55% de las reservas mundiales de litio y se estima que será responsable del 12% del hidrógeno verde necesario para 2050".

Eso no significa que Energytran busque perpetuar la política extractiva. "Los países deben ser soberanos sobre sus recursos, y la cooperación debe construirse en horizontal, entre iguales", sigue.

El desafío no consiste solo en el aprovechamiento de estos recursos para una transición energética que podríamos llamar glocal (global y local). Se trata de garantizar que los beneficios generados por esa transformación se destinen a las comunidades locales. En palabras de Lence, buscan "que las comunidades sean y se sientan parte de la solución".

En la zona conocida como el Chaco argentino, región de difícil acceso, biodiversa y socialmente vulnerable, un proyecto como Energytran está demostrando la magnitud de su potencial.

Allí, la Universidad Nacional del Nordeste está trabajando y siendo básica en su desarrollo, junto a comunidades indígenas, especialmente con los moqoit, los qom y los wichí.

Colaborando con ellos están desafiando su supuesto futuro, desarrollando energías renovables, proyectos de energía solar térmica y ecoconstrucción.

"Me pregunté cómo hacer para que estas comunidades accedan a las renovables sin comprar un sistema. Y ahí empecé a investigar sobre materiales económicos que se encontraran en los lugares en que habitan estas comunidades y que fueran eficientes. Y además también me cuestioné sobre cómo hacer que las comunidades participen y se apropien de esos sistemas".

Así se explica la investigadora Noemí Sogari, física doctora en energías renovables de la Universidad Nacional del Nordeste, y que todas las personas que han participado en este reportaje señalan como alma mater del proyecto.

"Se trata de poner a disposición de las comunidades, especialmente las más alejadas y aborígenes, herramientas cognitivas y tecnológicas para que sean capaces de contar con sistemas térmicos solares con los que calentar agua o deshidratar alimentos. Pero no hablamos solo de transferir conocimiento, sino de coconstruir saberes", continúa.

Parte del proyecto Energytran, en Argentina.

Parte del proyecto Energytran, en Argentina.

Y en efecto, en El Chaco han desarrollado lo que denominan calefones (calentadores) y secaderos para deshidratar productos hortofrutícolas, en ambos casos solares. Son de bajo costo y están diseñados y construidos con materiales disponibles en la zona.

El principio es simple: tubos circulares y paneles transparentes que captan el calor del sol. Su impacto es implacable en lugares que, según Lence, "tienen agua con poca presión y la luz va y viene aunque en los barrios más alejados del centro no tienen ni luz ni agua y además la electricidad es tan cara, que son pobres energéticamente".

"Los calefones son un proyecto de democratización y de descentralización del modelo energético", asegura Cristina de Benito, investigadora del CSIC, que ha estado colaborando en este trabajo. "Es tecnología de código abierto", dice Sogari.

"Es muy importante que la población aprenda a fabricar esta tecnología y la replique. Es fundamental que entiendan el proceso y lo hagan suyo. No solo queremos que se apropien de los sistemas, sino que sean ellos quienes trabajen en los talleres que realizamos, con otros grupos de esas comunidades y de las vecinas". A eso se le llama empoderar a una comunidad.

Lence cuenta uno de los ejemplos más emblemáticos de lo que allí está ocurriendo. Es el caso de Mariano, un joven moqoit huérfano de 29 años, que dejó la universidad para encargarse de sus ocho hermanos.

Él y sus hermanos llevan tiempo trabajando como "chapuzas" y aprendió la manera de crear calefones en los talleres organizados por el equipo de Noemí. Un día apareció con uno que él mismo había construido, cuenta Esther Lence.

Mariano es hoy un auténtico referente de su comunidad. Y, además, enseña a otros jóvenes cómo construir estos dispositivos. "Ellos no quieren depender, desean soluciones propias. Y esa es la mejor política energética que puede existir", señala Cristina de Benito.

Ella viajó desde España para medir el impacto social de estas tecnologías y validar los indicadores con las propias comunidades.

"Preparamos encuestas con preguntas sencillas: ¿cómo calientan el agua?, ¿quién lo hace?, ¿qué materiales tienen a mano?", explica. Su enfoque combina análisis cuantitativo y observación directa para capturar la verdadera dimensión del cambio.

En su opinión, es importante saber qué está ocurriendo en el uso de estos aparatos por parte de las mujeres. Entre ellas, también hay referentes, como una que contaba Noemí, que había propuesto usar como aislante el desecho de la lana de oveja.

Un "invento" que funcionó, lo que es especialmente importante en una zona selvática donde puede hacer mucho calor, pero también frío. Los calefones solares son más que calentadores de agua. También ahorran tiempo, esfuerzo físico y dinero.

Esto es especialmente básico en entornos donde la electricidad es cara y la leña, escasa. El sistema es además cómplice del tiempo de las mujeres. Son ellas quienes en estas comunidades suelen encargarse de tareas como calentar agua para la higiene o la cocina.

Placas solares como parte del proyecto Energytran en Costa Rica.

Placas solares como parte del proyecto Energytran en Costa Rica.

"La dimensión de género es clave. Muchas de estas tecnologías impactan directamente en la vida de las mujeres", subraya de Benito.

En los talleres, varias participaron activamente y manifestaron su deseo de que el aprendizaje ligado a estas energías renovables llegue a las escuelas, a los grupos de mujeres y desde luego a los profesores capaces de enseñar física desde la experiencia cotidiana.

Al mismo tiempo, se está trabajando en los secaderos de productos hortofrutícolas y en destiladores solares para purificar el agua, otro gran problema en estas comunidades.

La salubridad del agua corriente es baja, y la capacidad de almacenarla o transportarla, escasa. De nuevo, la clave radica en soluciones locales, replicables y con materiales que podríamos llamar de cercanía.

"No hablamos de beneficiarios. Hablamos de protagonistas", insiste Noemí. Su equipo ha logrado que los "caciques pidan la réplica de los talleres formativos en otras comunidades y que los jóvenes propongan mejoras técnicas o usos alternativos".

Una de las encuestas reveló una inquietud singular: ¿es posible calentar el mate con el calefón solar? Porque en esta región de Argentina, esta no es una bebida; es un símbolo. Y ahí es donde Energytran se entrelaza con la identidad y el orgullo.

Proyecto Energytran, en Argentina.

Proyecto Energytran, en Argentina.

"Saber que pueden construir algo con sus manos y su ingenio, y que eso les sirve a ellos y a su comunidad, les proporciona una autoestima y una autonomía incalculables", remarca Noemí.

Hablando de transición energética y en esta zona, hay que detenerse en lo que ocurre con el litio, que a nivel internacional es fundamental y que al mismo tiempo genera tensiones.

En este territorio, concretamente, debido al proceso de extracción, a través de la evaporación de salmueras, que entre sus componentes cuenta con el litio. La fórmula plantea serias interrogantes ambientales. "Compromete los acuíferos de la zona", dice Ana Capilla, directora general de Educación Superior y Ciencia en la OEI.

Además, la falta de protocolos claros y acceso a datos genera desconfianza. "Los investigadores públicos no pueden acceder a datos de las empresas porque son privados. Y eso impide evaluar el verdadero impacto. Hay una fractura entre el conocimiento científico y la industria extractiva", denuncian.

Por eso, Energytran propone crear espacios de encuentro entre comunidades, científicos y empresas, para generar transparencia, diálogo y soluciones compartidas.

"El modelo de litio no puede ser solo exportador. Tiene que haber cadena de valor local, formación técnica, control ambiental y participación comunitaria", explica Ana Capilla.

Y sigue: "No es una transición energética si no participan quienes más la necesitan. América Latina ya no demanda cooperación asistencial, sino alianzas científicas y académicas para crecer. Y ahí es donde verdaderamente Europa puede aportar".

Capilla insiste en que el objetivo es que el conocimiento y la innovación se queden en el continente latinoamericano, que no sean solo recurso o mercado, sino actores principales del cambio. "Queremos que haya más proyectos como Energytran. Y para eso hacen falta financiación, voluntad política y visión estratégica".

"América Latina ya no requiere la colaboración de antes porque se trata de países de renta media. La cooperación que busca para crecer es científica y académica. No se demandan más escuelas o alfabetización, pero en enseñanza superior no hay universalización y eso lastra la productividad", recuerda Ana Capilla.

En este sentido, el proyecto incluye líneas de investigación sobre la conflictividad socioambiental derivada de la minería de litio, especialmente en el triángulo formado por Argentina, Bolivia y Chile. Porque los grandes desafíos no son solo energéticos, sino también sociales: el acceso al agua y la propiedad de la tierra.

Aprender a calentar agua con el sol, crear un calefón, una purificadora o una deshidratadora de frutas parecen pequeños hitos cuando no pequeños electrodomésticos.

Más aún sabiendo que están construidos por las comunidades locales, que aprenden, autogestionan y son capaces de escalar sus innovaciones. Pero de pequeñez no tienen nada. Y lo que está ocurriendo en los márgenes del Chaco argentino es en realidad una revolución profunda.

Su ejemplo pone de manifiesto tres cosas. Por un lado, que hay otra transición energética y que va más allá de los despachos de los que salen decretos y normas. Ojalá también se vea esta transición en las cumbres climáticas. Ojalá sean también objeto de titular periodístico.

Por otro lado, la necesidad de comprometer a las comunidades afectadas como generadoras de cambio más allá de sufridores de ciertos dramas. Gracias a Energytran, no solo se produce transmisión de saberes sino empoderamiento de la población a través de la apropiación del saber.

Y en tercer lugar, pero no menos importante, la necesidad de la cooperación internacional también para lograr un futuro sostenible, más justo y digno. Y desde luego la trascendencia de las organizaciones multilaterales. El ejemplo de la OEI es paradigmático.